Lucian Freud, el pintor de la condición humana, en el Museo Nacional Thyssen

No por ser nieto del famoso psicoanalista Sigmund Freud, Lucian Freud es considerado uno de los grandes pintores del arte contemporáneo, uno de los grandes retratistas del alma y el sentir humano.

Especializado en el «retrato», lleva el género a la máxima expresión, desnuda a sus modelos ante nuestros ojos, con sus temores, mezquindades y grandezas. Sus personajes son espejos carnales y vivientes de nuestra condición humana.

Transitó por el Surrealismo en su juventud, pero durante la Segunda Guerra Mundial sus retratados fueron apareciendo como una galería interminable de nuestras expresiones, sentimientos y vivencias. Marcado por el Expresionismo alemán, afirma la escuela Neofigurativa inglesa y da su sello personal, sin olvidar las lecciones de Cézanne, con atmósferas intimistas, de vecinos y amigos que oficiaban de modelos; y con los consejos de Francis Bacon, quien lo animó a ser él mismo frente a la pintura, con libertad y hondura.

Su búsqueda de distorsiones corporales, posiciones inusuales en la figura humana, lo lleva a ángulos y enfoques no tradicionales donde refleja algo íntimo del ser: «Pinto gente -confesó- no por lo que quisieran ser, sino por lo que son».

¿Pudieron, aquellos estudios de su abuelo conocedor de la psiquis humana e investigador de los recovecos de nuestra mente, influir en su mirada estética? No lo sabemos, pero sí podemos apreciar esa mirada profunda del artista, indagadora, sensual, voluptuosa y natural, que revela el pensamiento oculto de su modelo, esa mirada inquisitiva y por momentos cruel, despojada de poesía o concesión, sus personajes son captados en su intimidad, en su soledad o en sus perturbaciones, son espejos de algo perturbador, insospechado que cada ser lleva dentro, el origen de su propia existencia, la materialidad de un cuerpo que se deforma y se destruye lentamente, lo que somos: materia y algo inasible.

Nació en Alemania en 1922, pero a raíz del ascenso del nazismo, emigró con su familia al Reino Unido, allí cursó estudios de arte en varias escuelas y desarrolló su carrera artística. Su mundo pictórico es la gente que lo rodea, vecinos, amigos, modelos casuales, a veces hace obras por encargo, pero su obra es su vivir y su punto de vista.

Su obra no es extensa y hay apenas seis óleos en España, cinco, pertenecen al Museo Thyssen, dos de ellos son retratos del Barón H.H. Thyssen y todas incluidas en la exposición. Cabe destacar que Hans H. Thyssen fue uno de los primeros coleccionistas en interesarse por su pintura. Actualmente, su obra está altamente cotizada.

Cuando vi por primera vez la obra de Freud, años atrás, en el Metropolitan de New York, (luego itineró por varias ciudades americanas), fue como una confrontación conmigo misma. Recuerdo una señora que me dijo: «Mirar esa mujer me hace daño y a la vez me hace bien. No se puede escapar de lo que somos».

Ese mundo externo y ese mundo interno parece confluir en el cuerpo y en la expresión de sus retratados. En el retratado, en la persona, se centra todo: el ser, su devenir, su estar, el cuerpo y el alma.

La exposición: «Lucien Freud, nuevas Perspectivas», es un homenaje al centenario de su nacimiento, y se exponen alrededor de cincuenta y cinco piezas, de sus últimas siete décadas, desde 1940 hasta el principio del siglo veintiuno.

El artista murió en 2011, y no dejo de retratar a sus contemporáneos, de darnos su reflexión de metapintura y de la realidad trascendida, siguiendo su propio camino de búsquedas y encuentros.

Freud era un frecuente visitante de los museos, su obra alude en detalles y enfoques a mucho de los maestros que admiraba: Rembrandt, Holbein, Cranach, Hals, Watteau, Ingres, sin olvidar a Velázquez, a Rodin y a Cézanne, los estudiaba y gozaba para luego revivir con independencia y audacia su propia concepción del tema.

Las tendencias lo rodeaban pero el artista estaba ensimismado en su «propia tendencia», su extraña obsesión del cuerpo humano, el retrato del hombre, su contemporáneo, la carnalidad y su expresión.

La muestra se ofrece en colaboración con la National Gallery de Londres, ha sido comisariada por Daniel Herrmann en Londres y por Paloma Alarcó en Madrid.

Está dividida en varias secciones, que siguen una suerte de cronología, donde puede observarse la evolución y la temática del artista:

• Llega a ser Freud: dedicada a sus primeras obras, su forma de pintar, lenta, de pincelada meticulosa.
• Primeros Retratos: donde capta la esencia de sus modelos. Se mueve en torno a ellos, aprecia los mínimos detalles. Su pincelada es más suelta
• Intimidad: Pinta seres en su ambiente y cercanos a su mundo y pinta siempre del natural.
• Poder: Realiza retratos por encargo, pero según sus propias condiciones que impone en cuanto a la manera de posar, la duración de las sesiones y el lugar, su taller.
• El estudio: A partir de los años ochenta, sus estudio es su escenario, el hábitat de sus cuadros y es tema de su obra. Su espacio de trabajo es plasmado como protagonista de su obra.
• La carne: Expone sus desnudos, algunos cuadros monumentales, su observación del cuerpo humano, su vulnerabilidad, y su visión de lo perecedero.

El artista solía decir: «Quiero que la pintura actúe como si fuera carne».

Extraño concepto de unión entre la pintura y la carne humana. La pintura es carne estética y se funde con la carnalidad humana. La carne humana se trasciende en la carne pictórica.

Freud es un artista que nos sacude, imposible ser indiferente frente a su obra, nos incita a la reflexión, incluso al rechazo y a la introspección.

Acompañan la muestra una serie de actividades para docentes, adultos, niños y familias.