Las novelas de Julio Verne (Nantes, 1828 – Amiens, 1905) nutrieron la imaginación y la educación sentimental de varias generaciones de lectores. Con él, embarcados en globos, naves espaciales, buques y submarinos, hemos dado la vuelta al mundo, viajado a la Luna, conocido las profundidades del océano y hecho, entre otros, uno de los más fascinantes e inolvidables viajes al centro de la Tierra. A través de sus libros hemos recreado aquellos mundos visionarios que el escritor imaginó sin apenas moverse de su biblioteca.

Autor de ciencia-ficción y precursor de la novela de aventuras moderna, Julio Verne fue considerado en su tiempo como un escritor de lo que hoy llamamos best sellers y hasta después de su muerte no se le encumbró como autor de una literatura que ya se considera clásica por méritos propios, como así lo reconoció la canónica colección francesa La Pléiade al editar los «Cuatro viajes extraordinarios», entre los que está la trilogía del mar.

Verne fue popular en su época y llegó a ser rico gracias a sus escritos, pero más que por los derechos de autor generados (escasos debido a las condiciones leoninas de su editor Pierre-Jues Hetzel) lo fue por las frecuentes adaptaciones al teatro de muchas de sus obras. Gracias a los ingresos que sus libros generaban a la industria su editor pudo financiar las primeras obras de autores como Balzac y Émile Zola.

El mar como referencia

Catedra Julio Verne banner

El mar fue para Julio Verne el escenario en el que recreó algunas de sus mejores obras. Ahora la editorial Cátedra publica una edición conmemorativa (en este 2020 se cumplen 150 años de su publicación) de «20.000 leguas de viaje submarino», la mejor de sus novelas dedicadas al mundo del mar, con traducción, prólogo y notas de Miguel A. Navarrete.

Aunque no fue su primera novela sobre el tema, en «20.000 leguas de viaje submarino», publicada en 1870 (el mismo año de «Guerra y paz» de Lev Tolstoi; por cierto, lector confesado de Julio Verne), el mar ya es el protagonista total de una historia en la que la imaginación del escritor sitúa a sus protagonistas en escenarios hostiles de naturalezas impenetrables y costas pobladas por tribus de caníbales a las que arriban buques que persiguen peligrosos animales marinos, sobreviven a ataques de pulpos gigantes y descubren desde un sumergible toda la diversidad de especies de las profundidades del mar. Se dice que Verne inició esta obra a instancias de la escritora George Sand, quien en una carta le habría pedido que, después de llevar a sus lectores a la Luna y al centro de la tierra, los condujera a las profundidades del mar.

En «20.000 leguas…» aparece por primera vez el submarino ‘Nautilus’ y su capitán, Nemo, un alter ego del propio Julio Verne, personaje libertario y resentido, gran lector, poseedor de una biblioteca cuyos «altos muebles de palisandra negra, con incrustaciones de cobre, albergaban en sus largas estanterías un gran número de libros». Nemo (Nadie) sería también la reencarnación contemporánea del Ulises de Homero, quien también se hizo llamar Nadie para huir de Polifemo en «La Odisea». Es este personaje el que hace con los protagonistas de la novela un viaje a las profundidades para recorrer escenarios históricos y mitológicos de los mares de todo el mundo, desde Oriente y la Atlántida a las costas de Noruega.

Es en este itinerario donde aparece la ría de Vigo, en la que Verne recrea la batalla de Rande, que enfrentó a españoles e ingleses en el siglo dieciocho. En 1878, diez años después de la publicación de la obra, Juio Verne visitó la ciudad gallega en su yate «Saint Michel III» para conocer los escenarios reales de aquel enfrentamiento que había imaginado.

Además del colonialismo, en la obra de Julio Verne se reflejan como fondo los movimientos populares, los problemas de la industrialización y las crisis políticas de siglo diecinueve, elementos que se manifiestan de formas diversas a través de personajes y situaciones fácilmente interpretables. Julio Verne era un simpatizante de las doctrinas socialista y anarquista y un exaltado defensor de las libertades individuales frente a los poderes públicos.

La reclusión del capitán Nemo en las profundidades marinas, refugiado en su submarino y aislado de la sociedad, quiere simbolizar el rechazo a un mundo en el que la justicia no existe y donde la explotación del hombre por el hombre guía la acción social y política.

Antes de volver a formar parte de ese mundo Nemo prefiere la soledad y el aislamiento: «El mar no pertenece a los déspotas. En su superficie pueden todavía ejercer sus derechos inicuos, allí pueden luchar, devorarse, y trasladar ahí todos los horrores terrestres. ¡Pero a treinta pies por debajo de su nivel, su poder cesa, su influencia se apaga, su poderío desaparece! ¡Solamente aquí hay independencia! ¡Aquí no reconozco amos! ¡Aquí soy libre!».

Aunque en el desenlace de otra de sus novelas, «La isla misteriosa», reflexiona desde otro punto de vista sobre esta circunstancia: «Soledad, aislamiento: estas son cosas tristes… Muero por haber creído que un hombre puede vivir solo».

Julio Verne por Xulio Formoso
Julio Verne por Xulio Formoso

Los otros mares de Julio Verne

La primera gran obra de Verne relacionada con el mar fue «Los hijos del capitán Grant», publicada en 1868. Deudora del «Robinson Crusoe» de Daniel Defoe, de 1769, la historia se inicia con el hallazgo, dentro de una botella, de un mensaje del capitán Harry Grant, náufrago del Bergantín ‘Britannia’, a quien se daba por muerto. Siguiendo los borrosos datos del mensaje se organiza una expedición para rescatarlo, de la que forman parte dos hijos del capitán Grant. Como en la totalidad de las obras de Julio Verne, el viaje conduce el argumento en el que los protagonistas se van encontrando con las aventuras que tienen que superar para alcanzar un final gratificante.

En otra de sus novelas dedicadas al mar, «La isla misteriosa», se mezclan planteamientos literarios e históricos con elementos de ciencia ficción que Verne ya había manejado en obras anteriores, como globos aerostáticos y submarinos, o enfrentar a sus protagonistas a naturalezas hostiles.

Reaparecen aquí personajes de las dos obras anteriores, como el Ayrton de «Los hijos del capitán Grant», y el capitán Nemo y su submarino el ‘Nautilus’, un recurso literario tomado de Balzac, que situaba a personajes de algunas de sus novelas en escenarios de otras posteriores (en el siglo veinte James Joyce también lo utilizó con frecuencia).

El editor de Verne reconoció en el capitán Nemo la personalidad de su escritor más rentable, hasta el punto de encargar al dibujante Edouard Riou que utilizase a Verne como modelo para las ilustraciones del libro. La imagen más conocida de Julio Verne, no obstante, es la de la fotografía que le hizo el gran retratista Gaspar Félix de Tournachon, que firmaba sus fotos con el seudónimo de Nadar. Jugando con este seudónimo, Verne lo inmortalizó como Ardan, uno de los personajes de su «Viaje a la Luna». Nadar era un gran aficionado a los vuelos aerostáticos y poseía un globo de grandes dimensiones con el que sufrió un accidente por suerte sin consecuencias.

La crítica es prácticamente unánime al considerar «La isla misteriosa» como su mejor obra. La minuciosidad con la que Julio Verne elaboraba sus argumentos se manifiesta en el mapa autografiado de su puño y letra que se conserva de esa isla, un mapa que iba dibujando a medida que escribía su famosa obra, el mismo que inspiró el grabado que se ha reproducido en casi todas las ediciones de la novela. El mar es aquí el verdadero protagonista de la historia. Un mar surcado por barcos piratas, bajeles como el ‘Buenaventura’, naves como ‘Duncan’, mensajes que llegan en botellas, rescates de náufragos, «robinsones»…

La lectura de «La isla misteriosa» atrapa por el misterio que Julio Verne introduce ya desde su título y que se manifiesta en acontecimientos inexplicables (desapariciones y reapariciones sorprendentes, elementos irracionales, personajes que se mueven en la sombra) y espectaculares manifestaciones de la naturaleza (volcanes en erupción, islas engullidas por el mar).

El islote que los protagonistas bautizan como isla de Lincoln, donde recalan accidentalmente los cinco personajes principales de la historia a los que acompaña un perro llamado Top, es un microcosmos en el que sus refugios, Las Chimeneas y el Palacio del Granito, son los centros desde los que irradia la fuerza que lleva la civilización occidental a los primitivos habitantes de la isla. Una civilización occidental encarnada aquí por el ingeniero Cyrus Smith, físico, químico y agrimensor cuyos conocimientos en estos campos van a salvar a los personajes de la novela y en el futuro a los habitantes de la isla. Estos avances se presentan como los elementos imprescindibles para la evolución desde el salvajismo a la civilización. Un esquema clásico justificado en la doctrina del colonialismo coetáneo.

Junto con «20.000 leguas de viaje submarino» y «Los hijos de Capitán Grant», «La isla misteriosa» forma una trilogía dedicada al mundo del mar cuyos presupuestos serían posteriormente adoptados por escritores de todo el mundo, entre ellos su conflictivo hijo Michel, quien durante muchos años hizo creer que las novelas escritas por él tras la muerte de su padre eran inéditos de Julio Verne, aunque hay que reconocerle también sus esfuerzos por difundir las obras de su padre y por luchar para que su editor pagase unos derechos de autor más generosos. Michel había inspirado a su padre «Un capitán de quince años», otra novela que, aunque fuera de esta trilogía, también está relacionada con el mar.

Francisco R. Pastoriza
Profesor de la Universidad Complutense de Madrid. Periodista cultural Asignaturas: Información Cultural, Comunicación e Información Audiovisual y Fotografía informativa. Autor de "Qué es la fotografía" (Lunwerg), Periodismo Cultural (Síntesis. Madrid 2006), Cultura y TV. Una relación de conflicto (Gedisa. Barcelona, 2003) La mirada en el cristal. La información en TV (Fragua. Madrid, 2003) Perversiones televisivas (IORTV. Madrid, 1997). Investigación “La presencia de la cultura en los telediarios de la televisión pública de ámbito nacional durante el año 2006” (revista Sistema, enero 2008).

DEJA UNA RESPUESTA

Escribe un comentario
Escribe aquí tu nombre