No ha podido ser más significativa la apertura de la décimoctava edición de la Suma Flamenca, que tiene como lema Crisol Flamenco, en la Sala Verde de los Teatros del Canal, con el espectáculo Tercer Cielo de Rocío Márquez y Bronquio.
¿Por qué digo esto? He mirado qué es un crisol en la vida de una persona: «Es una experiencia transformadora a través de la cual se adquiere un sentimiento de identidad nuevo o modificado».
Exactamente, la definición de los caminos de Rocío Márquez.
Ella misma se definió cuando la entrevisté para mi libro «Flamencos, Conversaciones con artistas» en 2019, respondiendo a una pregunta sobre si la Lámpara Minera que ganó en 2008 había sido el fin de un ciclo y el comienzo de una nueva libertad.
Resumo su respuesta: «A partir de ahora tengo que dar prioridad a un nuevo proceso y entender que si me posiciono de manera firme, mucha gente que hasta ahora me ha apoyado quizá ya no quiera apoyarme y están en su derecho. Y será una buena señal de que me estoy permitiendo algo que hasta ahora no me había permitido».
He ido siguiéndola en su camino de libertad desde Aquí y ahora, El niño por los campos marcheneros, Firmamento, Diálogos de nuevos y viejos sones, Visto en El Jueves, Flamencos: Falla, Granados y Albéniz y Tercer cielo. ¿El cúlmen de su personal crisol? No lo creo, no sé adónde la llevará su particular ¿Quo vadis, Rocío? No hay respuesta, ni puede haberla ahora.
Mientras veía ese espectáculo total, esa obra experimental de teatro musical, ese juego de ritmos infinito por parte del creador jerezano Santiago Gonzalo de nombre artístico Bronquio, más el movimiento escénico, polifonías, diseño de iluminación, espacio sonoro, vestuario y lo más impactante de todo, los experimentos de Rocío con su propia voz, sometiendo sus cuerdas vocales a extremos nunca alcanzados antes, más su enorme trabajo actoral para Oscar que es Tercer cielo.
Mi mente abierta a todo lo que venga de Rocío fue pasando por muchos estadios, lo que ya presupone que estamos ante una obra distinta para cada espectador, en función del conocimiento y libertad de cada cual.
Hay rasgos del teatro del absurdo creado por Ionesco, sus tramas sin aparente significado, diálogos y monólogos repetitivos que van creando una atmósfera onírica, que puede ir desde una experiencia en un psiquiátrico a una fiesta popular cubana, rasgos existencialistas que ponen en cuestión la sociedad y al ser humano individual, hasta ese Tercer cielo que a veces no parece pertenecer a este planeta, ni siquiera a esta galaxia, porque se transforma en algo cósmico, con un infinito que no lo es, porque sigue expandiéndose según los científicos del espacio. Como se expande Rocío Márquez.
También hay rasgos de teatro pánico, con sus elementos de terror, humor y euforia que rompen su estructura tradicional, convirtiendo el hecho teatral en único e irrepetible.
Aunque no lo parezca, llevo hablando de este Tercer Cielo desde la primera línea de este escrito, sin duda diferente, porque diferente es el hecho que lo produce. Me cuestiono si hablar aquí de canciones que no sé como sonarán en un álbum, porque considero que el hecho visual es imprescindible en este caso, como así lo venimos relatando, se hace necesario.
Aunque no lo parezca, vengo hablando de una Rocío Márquez enorme, genial, única en su género de cantaora, que ya va mucho más allá del hecho de cantar. Canta flamenco sin cantar flamenco, porque también experimenta con el flamenco, lo introduce en otra dimensión musical y emocional, la suya propia.
Así que hablar aquí de tonás, seguiriyas, bulerías o verdiales, tangos, garrotín y rumba y Prefiero la muerte recordando a Enrique Morente, quedaría muy terrestre si no fuera porque ella, Rocío, las ha elevado a un tercer cielo intergaláctico.
¡Menudo comienzo de la Suma Flamenca!
