En los aledaños del 123 aniversario del nacimiento de Federico García Lorca, la destacada ilustradora y contadora de historias Ilu Ros da una nueva vida a Federico y a su obra. En un libro original y provocador -mestizaje de dibujos y palabras- nos impulsa a sumergirnos en las profundidades del mundo lorquiano e inundarnos de su vida, de su pasión, de su poesía y, esencialmente de su duende. Porque «cuando se estaba con Federico, no hacía ni frío ni calor, hacía Federico», como decía Jorge Guillén.
Porque «no hay otra persona más bonita y con ese universo», como dice la autora del cómic-en-libro, que ha dedicado prácticamente las veinticuatro horas de los largos días del difícil año de la pandemia, buceando no solo en los libros de Lorca sino también de aquellos familiares y autores que han ido enriqueciendo sus distintas facetas -como persona y como artista- exuberantes y complejas.
Esta joven autora -Mula, Murcia, 1985-, pero reconocida profesionalmente, impregnada ya por ese duende lorquiano que ella misma verbaliza, «Lorca te remueve por dentro porque podía mirarte por dentro, sabía convertir en algo universal los anhelos ajenos, era capaz de reconocer la pena que había a su alrededor, un dolor que hacía suyo y que plasmó en cartas, versos y obras dramáticas», ha tenido claro que no quería hacer la típica biografía cronológica.
Por eso, Ilu Ros empieza el libro por el final biográfico. Porque «yo no quería que el lector estuviera esperando el momento de su asesinato, así que lo puse al principio», eso sí acompañado de la luna que acompaña a Federico mientras es sangrientamente asesinado por manos heladas de hombres fríos. Y el poema lorquiano cobra vida, «¿Dónde está mi sepultura? / En mi cola, dijo el sol. / En mi garganta, dijo la luna. / Por las ramas del laurel/ vi dos palomas desnudas. / La una era la otra/ y las dos eran ninguna».
En principio iba a ser un libro de 160 páginas, pero ha acabado siendo uno con 352 páginas. El motivo -en las propias palabras de Ilu Ros- ha sido que «había leído tanto y todo me parecía tan interesante que quería meterlo todo en el libro, es el problema de estar enamorada del personaje que estás recreando».
La autora utiliza -para la expresión gráfica- acrílico, acuarelas, grafito y tinta, en un mestizaje técnico acorde con el universo lorquiano -que es muy visual- y que expresa con una mirada y un estilo vivaz e inocente, con distintas escenas teatrales, estampas sociales e incluso textos poéticos, estructurando el libro en actos y cuadros, como si asistiéramos a una obra teatral. Obviamente, Ilu Ros tiene sus páginas favoritas; las que ha dedicado a la visionaria obra del teatro lorquiano, ‘El público’.
Además, en el libro, hay algo muy vivo, muy potente y que anuncia nuevas vidas para Federico. La autora representa una generación joven -pero no muerta- que mira a Lorca desde el presente, pero su mirada no es al pasado -aunque pueda parecerlo en un vistazo superficial- sino al futuro lorquiano, que nos sigue hablando en un lenguaje que no conoce las fronteras ni el paso del tiempo, y que sabiamente sintetiza Ilu Ros: «La obra de Lorca es universal. Ya sea desde la Andalucía rural o desde Nueva York, él habla del interior de las personas, nos hace sentir en las entrañas sentimientos muy humanos como el amor, el odio, la ira o el deseo. Por eso es difícil no identificarse con alguno de sus personajes o con su poesía. Esa es la clave de la atracción que sentimos por él».
Por eso ésta es una biografía anómala, porque es un canto a la vida, a un Federico «vivo», y en la que todos los que aparecen -vivos, aunque no lo estén- van reviviendo -sean su hermana Isabel o sus amigos íntimos Dalí, Buñuel, la Xirgú y Pepín Bello- su convivencia con el poeta. Con cartas de esa correspondencia absolutamente hermosa, con vivencias y leales apoyos, y con las alegrías y las penas -inseparables- de su viaje a Nueva York y Santiago de Cuba, en el que Lorca vivió agudas contradicciones y de las que nacieron -quizás- sus mejores versos.
Porque en Federico resuenan muchas vidas y, cuando revive, emanan todas esas vidas; porque en él pululan muchas risas y cuando reímos con él, refluyen todas esas risas; porque en su sangre habitan muchas sangres y, cuando sangramos con él, reviven todas esas sangres.
Lorca siempre contrapone el duende al ángel y a la musa porque: «ángel y musa vienen de fuera; el ángel da luces y la musa da formas (…) En cambio, al duende hay que despertarlo en las últimas habitaciones de la sangre. (…) La verdadera lucha es con el duende». Y nos avisa de que «para buscar al duende no hay mapa ni ejercicio. Solo se sabe que quema la sangre como un tópico de vidrios, que agota, que rechaza toda la dulce geometría aprendida, que rompe los estilos». Para Lorca el duende tiene una relación íntima con la vida y la muerte.
Por ello, hacen falta mil lecturas, mil representaciones y mil celebraciones; cualquier día del año, con cualquier aniversario como excusa y en cualquier lugar de España, de Iberoamérica y del resto del mundo. Muchas gracias, Ilu Ros.