En «¿Quiénes somos? 55 libros de la literatura española del siglo XX» (Periférica), de Constantino Bértolo, se incluyen, según el autor, obras «relevantes por ser espejos de esa conversación dialéctica, cómplice o crítica, entre la literatura y la historia».
No se trata de un canon, al menos en el sentido académico que se le da a esta palabra, sino de una selección de obras literarias, sobre todo novelas y poemarios (y algún ensayo), que ayudan a interpretar la historia reciente de España.
No es una recopilación de obras maestras (aunque algunas lo sean) ni está basada en su calidad literaria (algunas novelas, nos dice su autor, incluso son malas) sino que es un compendio de lecturas que giran sobre el eje de la historia del siglo veinte español y los primeros años del veintiuno (hasta la crisis de 2008), para que seamos un poco más conscientes de quiénes somos y de lo que somos.
Hay aquí obras muy conocidas por el lector medio, de autores que se estudian en todas las historias de la literatura y se incluyen en sus antologías: Azorín, Baroja, Antonio Machado, Lorca, Juan Ramón Jiménez, Unamuno, Cela, Sánchez Ferlosio, los Goytisolo, Juan Benet… con novelas que probablemente hayan leído acaso todos los que se interesen por este libro de Bértolo.
Pero hay también autores marginales o menos conocidos con obras que, al menos, merecen ser rescatadas del olvido. Para muchos, incluidos grandes lectores, puede haber descubrimientos insospechados, obras por las que el autor despierta la curiosidad y otras que, al hilo de la lectura de estas minicríticas (casi todas ocupan apenas un par de páginas), descubren valores diferentes a los que tradicionalmente se les ha venido adjudicando, los analizan desde otras perspectivas, distintas a las que acostumbra habitualmente la crítica y, en todo caso, incitan a leer las propuestas desconocidas o a releer aquellas de las que se tenía una idea diferente a la que el autor nos propone.
El canon de George Steiner
Mientras esperamos la traducción al español de «The Bright Book of Life», el canon póstumo de Harold Bloom, nos llega un nuevo libro de George Steiner, otro de los autores que han marcado los gustos literarios del siglo veinte.
Aunque escrito en 1984, la editorial Siruela publica un título fundamental para acercarse a la obra de uno de los grandes intelectuales europeos del último siglo. Se trata de «Un lector», una recopilación de ensayos del propio Steiner que el autor seleccionó para divulgar su pensamiento y facilitar el acercamiento a sus principios culturales, políticos, sociales, artísticos… y a los temas a los que dedicó algunos de sus mejores libros.
Steiner ordena aquí sus obras en apartados que dedica a la crítica, al lenguaje y a la cultura, a lo que llama «Cuestiones alemanas» y a sus propias obsesiones, así como a aquellas lecturas que marcaron su formación intelectual y a las que dedicó ensayos tan luminosos como «La muerte de la tragedia», «Después de Babel» o «En el castillo de Barba Azul». Siempre he sido un fiel lector de George Steiner, de quien en cada relectura descubro nuevos valores y dimensiones inéditas que invocan reflexiones lúcidas y respuestas originales.
Steiner comienza este libro con el capítulo dedicado a la crítica literaria, utilizando como metodología «La formación cultural de nuestros caballeros», «El marxismo y el crítico literario» y un ensayo sobre la obra de Georg Lukács, todos ellos capítulos de su obra «Lenguaje y silencio».
Para hablar sobre lecturas echa mano de «Tolstoi o Dostoievski», el primer libro publicado por Steiner, en cuyo primer párrafo del primer capítulo el escritor ya expone su idea de lo que debería ser la crítica literaria: «una deuda de amor».
En la introducción de «El lector» Steiner vuelve sobre una de las paradojas más dramáticas a las que se enfrentó en su vida intelectual: que las Humanidades puedan volverle a uno inhumano. Durante la barbarie nazi, dejó dicho Steiner, los mismos que por la noche oían a Schubert y a Mozart, por la mañana torturaban en Auschwitz o en Bergen-Belsen.
Aquí escribe: «El edificio de la guerra total y de los campos de la muerte, de la tortura totalitaria y ‘la gran mentira’, tenía sus cimientos, tenía sus triunfos contemporáneos, en el corazón mismo de la cultura occidental. Las esferas de Auschwitz-Birkenau y las de un recital de Beethoven, las de la cámara de torturas y la gran biblioteca eran contiguas en el espacio y en el tiempo (…) Quizá existiera una verdadera relación entre determinadas energías de la ‘alta cultura’ y la barbarie».
Esta misma idea ocupa una parte de las entrevistas que el periodista Antoin Spire le hizo a Steiner para el programa de radio France Culture en enero de 1997, publicadas ahora por Alfabeto con el título «La barbarie de la ignorancia»: «la primera pregunta con la que peleo en todos mis libros, en toda mi docencia –dice Steiner- es muy simple: ¿por qué las Humanidades en el sentido más amplio del término, y por qué la razón en la ciencias no nos han proporcionado ninguna protección ante lo inhumano? (…) Ni la gran lectura, ni la música ni el arte han podido impedir la barbarie total. Y hay que dar un paso más: han sido a menudo el ornamento de esta barbarie, un decorado, una floritura, un precioso marco para el horror».
Como en anteriores entrevistas a las que con frecuencia se sometía (aquí hemos hablado de la que Laure Adler le hizo en 2014, publicada con el título de «Un largo sábado»), Steiner habla de los temas a los que dedicó sus libros y su docencia: el judaísmo, las lenguas, la filosofía (sobre todo de Heidegger y Sartre, precisamente dos autores comprometidos con los totalitarismos), la crítica literaria, el progreso… todos ellos tratados con rigor y en términos que el lector medio puede comprender sin dificultad. Y siempre es un placer leer a Steiner.
Entrevistas antológicas
Una selección de entrevistas es también un sistema canónico a través del que un editor elige a aquellos autores que, a través de un medio o de varios, se manifiestan sobre su obra. La editorial Acantilado acaba de publicar cien entrevistas hechas por los periodistas de la revista literaria «The Paris Review», una publicación fundada por un grupo de jóvenes norteamericanos bautizados por Irwin Shaw como los Tall Young Men, entre quienes estaban como director George Plimpton y como editores Peter Matthiessen (ficción), Donald Hall (poesía) y William Pène de Bois (arte). Entre sus colaboradores figuran desde escritores como William Styron a gentes del mundo del espectáculo como Jane Fonda. Y como editor nada menos que un príncipe, Sadruddin Aga Khan.
Entre la nómina de entrevistados desde 1953 a 2012 que se incluyen en este libro están E.M Forster (que abre el primero de los dos volúmenes), los poetas T.S. Eliot y Elizabeth Bishop, escritores de la talla de Hemingway (en una entrevista en Madrid), Heinrich Böll, Roberto Calasso, Simenon, Graham Green, Isak Dinesen, Milan Kundera, Nadine Gordimer, Jean Cocteau, Faulkner, Nabokov, Joan Didion… Y entre los latinos, Borges, Cortázar, Cela, Neruda, Vargas Llosa, Octavio Paz, García Márquez, Semprún, Javier Marías. Se trata de largas entrevistas en las que el autor se explaya y da un amplio y a veces sorprendente retrato de sí mismo y de su obra.
La misma Margaret Atwood reconoce la importancia canónica de la revista cuando dice que todos los escritores deseaban ser entrevistados para «The Paris Review», aunque muchas de estas entrevistas se publicasen con meses de retraso (la de Terry Southern se publicó cuarenta años después de haber sido hecha, cuando el autor ya había fallecido) y muchas otras se hacían en varias sesiones, a veces en distintos lugares, y tardaban meses en completarse.