Durante muchos años, los centros escolares de España y del mundo han celebrado con ilusión el Día de la Madre y el Día del Padre. Manualidades, poesía y dibujos llenaban las aulas con cariño hacia las figuras familiares.
Sin embargo, en los últimos años, muchas escuelas están optando por un cambio: sustituir estas fechas por el Día de la Familia, una celebración más inclusiva, abierta a la diversidad de hogares que existen hoy.
Una celebración transformada
Este cambio no nace de una moda, sino de la realidad de que ya no hay un solo modelo familiar.
El amor en todas sus formas en el aula muestra un afecto sin moldes ni condiciones. Cambiar el foco del «quién» al «cómo» es clave. Realmente hay que celebrar el amor, el cuidado y la convivencia, sin importar la estructura familiar que haya detrás.
UNICEF considera que reconocer la diversidad familiar es clave para garantizar el derecho de todos los infantes a sentirse seguros, valorados y representados en el entorno escolar.
El Día de la familia permite hablar de todas las realidades sin que nadie se sienta excluido. No se trata de borrar a las madres o a los padres, nadie quiere quitarles protagonismo, sino de incluir a quien no tiene esa figura en su vida diaria.
Incluir es pensar a todos desde el principio y es imprescindible que las escuelas sean espacios en los que se celebre la diversidad. Para lograrlo, hay que revisar las tradiciones escolares que, aunque bien intencionadas, pueden generar malestar o discriminación.
Un mundo plural
Al transformar el Día de la Madre y del Padre en el Día de la Familia, los colegios no están negando vínculos importantes. De este modo enseñan que las familias no se definen por etiquetas, sino por afectos. Que todos los niños y niñas tienen derecho a sentirse representados, escuchados y celebrados y, sobre todo, que amar, cuidar y estar presentes no depende de un modelo, sino de una actitud.