La recuperación de dos mujeres extraordinarias

La biblioteca Nacional muestra sendas exposiciones sobre Carmen de Burgos (Colombine) y María Lejárraga

Pocas figuras han sido tan importantes en la historia de España para reivindicar el papel de la mujer en el mundo del trabajo y de la cultura como Carmen de Burgos y María Lejárraga, a quienes la Biblioteca Nacional de España dedica exposiciones con valiosos materiales relacionados con su vida y con su obra.

«Colombine»

Carmen de Burgos, quien firmaba su obra periodística y sus novelas con el seudónimo Colombine, fue una de las pioneras más influyentes del feminismo español durante los primeros años del siglo veinte.

Desde su lugar en la sociedad de su tiempo promovió campañas por el divorcio, el sufragio femenino y la igualdad de las mujeres en los campos de la educación y el trabajo.

Su trayectoria enlaza con la modernidad y el europeísmo de las sociedades más avanzadas de aquellos años, identificados en España con el movimiento regeneracionista.

La exposición muestra 165 materiales relacionados con la vida y la obra de Carmen de Burgos, una obra ingente que incluye más de tres centenares de títulos entre novelas, cuentos, ensayos, libros de viajes, biografías, estudios literarios, prólogos, conferencias, traducciones… además de una extensa producción periodística en medios diversos.

Dadas estas circunstancias, no se entiende muy bien por qué la voz de Carmen de Burgos estuvo silenciada durante el extenso periodo que va desde su muerte en 1932 a su rescate ya avanzada la democracia. Tampoco se entiende que después de la guerra civil se prohibieran todos sus libros sin que alguna voz autorizada se alzase ante tamaño desatino.

Carmen de Burgos nació en Almería en 1867 y se trasladó con su hija a Madrid en 1901, después de abandonar a un marido alcohólico y maltratador. Dos años más tarde entró a trabajar como redactora del «Diario Universal», siendo la primera mujer española que ocupaba un puesto semejante.

Publicó sus primeras colaboraciones bajo el título de «Lecturas para la mujer», firmadas ya con el seudónimo Colombine. Dos años después pasó a trabajar en el «Heraldo de Madrid» manteniendo su columna dedicada al mundo de la mujer, ahora con el título «Femeninas». Este periódico la envió a cubrir la guerra de Melilla en 1909: fue la primera mujer periodista española corresponsal de guerra.

A lo largo de su vida Colombine publicó miles artículos en los principales periódicos y revistas españolas, y también en medios de países a los que viajaba con frecuencia: Argentina, Cuba, Perú, Bolivia, Chile…

En México, donde en 1925 habló en actos organizados por la Liga de Mujeres, sufrió una crisis cardiaca que puso en peligro su vida, pero continuó convaleciente a Cuba para impartir una conferencia comprometida sobre Larra, autor del que también escribió una biografía.

A Portugal, que consideraba como su segunda patria, la unió una fuerte relación: era miembro de la Academia de las Ciencias de este país, donde fue condecorada con el grado de Comendador de la Orden de Santiago y la Espada.

Entrevistó para «Heraldo de Madrid» a los presidentes electo y saliente, Bernardino Machado y Teófilo Braga, junto al gran político de la República Magalhães Lima, y conoció a Ana Castro Osorio, quien se convertiría en una gran amiga. La fundación por Colombine de la Cruzada de Mujeres Españolas en 1920 se inspiró en la Cruzada das Mulheres Portuguesas, fundada por Ana de Castro en 1916.

La obra literaria de Colombine nació bajo la influencia de la Generación del 98 para recorrer después todas las corrientes literarias del siglo veinte: realismo, modernismo, vanguardismos varios. Se relacionó con el grupo de intelectuales que protagonizaron la llegada de la República y se unió a Ramón Gómez de la Serna, veinte años más joven, quien fue su compañero sentimental hasta que Colombine descubrió que el escritor era también amante de su hija.

Su actitud como pionera del feminismo en España evolucionó desde posturas moderadas hasta posiciones beligerantes a favor del divorcio, el sufragio universal, la supresión de leyes sexistas y el derecho de la mujer a la educación y el asociacionismo. Hoy se considera sin duda uno de los referentes históricos de la trayectoria del feminismo español, que mantuvo en sus columnas en periódicos y revistas y también en sus novelas y ensayos.

Los materiales de esta exposición se han organizado en áreas temáticas, para recorrer simultáneamente la figura y la obra de Carmen de Burgos.

Comienza con elementos de sus primeros años en Rodalquilar (Almería), que la escritora recreara en un ciclo de novelas como su paraíso perdido. Continúa con la llegada a Madrid, sus viajes a Francia becada por el Ministerio de Instrucción Pública, y a Italia para dar conferencias. En Nápoles descubrió la figura de Leopardi, a quien dedicó un ensayo. En Europa aprendió de sus sociedades la cultura y el pensamiento liberal, recorriendo desde los ambientes de moda y lujo hasta los escenarios de las clases más desfavorecidas. En París se relacionó con Rubén Darío, con quien mantuvo correspondencia, al igual que con Juan Ramón Jiménez.

Hay un apartado dedicado al voto femenino, otro a la Carmen de Burgos novelista, primero como autora de novelas cortas y más tarde, desde «Los inadaptados», de mayor extensión.

El recorrido por la exposición recrea las tertulias, los salones que convocaban a artistas e intelectuales, las revistas en las que colaboraba («Prometeo», «Crítica»). También se recuerda su trabajo como corresponsal de guerra en Melilla en 1909, en un apartado donde se muestran también sus textos antibelicistas como «Guerra a la guerra».

María Lejárraga. una voz en la sombra

Lejárraga, retrato

La exposición dedicada a María Lejárraga incluye manuscritos, fotografías, objetos personales y materiales que permiten conocer a una de las personalidades más fascinantes del mundo cultural español.

El 28 de junio de 2024 se cumplieron cincuenta años de la muerte en Buenos Aires de María Lejárraga, escritora que durante mucho tiempo ocultó su nombre bajo los apellidos de su marido, Gregorio Martínez Sierra, un caso que ilustra como ningún otro la marginación de la mujer en la sociedad española durante gran parte del siglo veinte.

Cientos de cartas, telegramas y muchos documentos revelados recientemente confirman que una gran parte de las obras firmadas por Martínez Sierra en realidad habían sido escritas por su esposa.

El padre de María de la O Lejárraga García era un médico de San Millán de la Cogolla que se trasladó con su familia a Carabanchel Bajo, en Madrid, cuando María tenía cuatro años. Gracias a la insistencia de su madre se educó siguiendo los programas pedagógicos de la Institución Libre de Enseñanza.

Se casó a los veintiséis años con Gregorio Martínez Sierra, siete años más joven, un empresario de teatro conocido en la escena madrileña por algunas producciones de éxito de la Compañía Cómico-Dramática Martínez Sierra, propietaria del Teatro Lara.

Aunque había escrito algunos libros de poemas y narraciones, a raíz de su matrimonio Martínez Sierra comenzó también a publicar obras literarias y de teatro que en realidad escribía su esposa utilizando su nombre.

Para dedicarse de lleno a la literatura María Lejárraga pidió la excedencia como maestra en 1908 y se entregó a la escritura con una productividad extraordinaria: entre 1929 y 1931 se estrenaron en Madrid unas veinte obras que eran suyas.

A pesar de las ideas progresistas de la familia, cuando María publicó «Cuentos breves» en 1899 su padre censuró su vocación de escritora. En aquellos años se consideraba escandaloso compartir la profesión de maestra con la condición de escritora, así que cuando al año siguiente se casó con Gregorio decidió firmar todos sus trabajos con el nombre del marido, tanto las obras de teatro como las colaboraciones en las revistas «Vida Moderna», «Helios» y «Renacimiento», que ambos fundaron, así como las traducciones del inglés y del francés que acogían las páginas de estas publicaciones.

Se hizo amiga de Juan Ramón Jiménez, a quien conoció durante su trabajo en estas revistas y quien le dedicó algún poema («Y María, tres veces amapola/María, agua y lira tres veces/como un niño a través de estos parques de llanto»).

Colaboró también con Eduardo Marquina y Carlos Arniches, entonces autores encumbrados. Resulta que algunas obras firmadas por Marquina, como «El pavo real», también habían sido escritas por María Lejárraga.

Hizo libretos para varias obras musicales, entre ellas «El amor brujo» de Manuel de Falla, que estrenó Pastora Imperio. La vinculación del músico con la ciudad de Granada hizo que María Lejárraga se enamorase de esta ciudad, sobre la que escribió «Granada, guía emocional», que también firmó su marido.

Pionera feminista

Pero María Lejárraga fue más que escritora. Fue una de las primeras mujeres españolas que destacó en la lucha feminista, fundando varias asociaciones, escribiendo obras tempranas sobre el movimiento («Cartas a las mujeres de España», de 1914, y «Feminismo, feminidad y españolismo» de 1917), pronunciando numerosas conferencias y publicando artículos feministas en la prensa de la época.

Con María de Maeztu, Cenobia Camprubí y Victoria Kent fundó el Lyceum Club en 1926 y con Dolores Ibárruri participó en el Comité de Mujeres contra el Fascismo. En 1932 fue elegida diputada al Congreso de la República por Granada en las listas del PSOE.

Aunque la noticia no se supo hasta algunos años después, María Lejárraga y Gregorio Martínez Sierra llevaban separados desde 1922, aunque ella siguió escribiendo obras con los apellidos de su marido, una contradicción inexplicable teniendo en cuenta sus ideales feministas.

Fue el matrimonio de Gregorio con Catalina Bárcena, primera actriz de su compañía, lo que provocó que María Lejárraga revelase que era ella quien había escrito muchas obras firmadas por su marido, sobre todo para evitar que los derechos de autor pasasen a Katia Martínez Bárcena, hija del segundo matrimonio de Gregorio y causa del divorcio, pues había nacido cuando María y Gregorio aún estaban casados. La última obra que escribió María y firmó Gregorio fue «Sortilegio» aún en 1930.

Al final de la guerra civil María Lejárraga se exilió en Francia, México y Argentina. En 1950, después de la muerte de su exmarido, publicó «Es así», la primera obra firmada con su propio nombre.

Ese mismo año viajó a Hollywood para escribir por encargo para Walt Disney el guión de la comedia infantil «Merlín y Vivian o la gata egoísta», que fue rechazado. Un día, viendo la película «La dama y el vagabundo», María Lejárraga reconoció que aquel guión era el que ella había escrito años antes.

Después de viajar a México y trabajar como traductora para varias editoriales trasladó su residencia definitiva a Buenos Aires, donde murió cuando estaba a punto de cumplir cien años.

María Lejárraga escribió dos libros de memorias, «Gregorio y yo, medio siglo de colaboración» y «Una mujer por caminos de España. Recuerdos de una propagandista», ambos firmados con el nombre de María Martínez Sierra, y con 86 años reunió muchas de sus obras, ya con su nombre, en «Fiesta en el Olimpo».

Laura Hojman rodó sobre ella el documental «A las mujeres de España», y Vanesa Montfort escribió la obra de teatro «Firmado Lejárraga» y la biografía novelada «La mujer sin nombre». El retrato más conocido de María Lejárraga lo pintó en 1928 Julio Romero de Torres. Se conserva en el museo del pintor.

  • TÍTULO:
    Carmen de Burgos. La modernización de España
    María Lejárraga. Una voz en la sombra
  • LUGAR. Biblioteca Nacional
  • FECHAS. Hasta el 5 de enero de 2025
Francisco R. Pastoriza
Profesor de la Universidad Complutense de Madrid. Periodista cultural Asignaturas: Información Cultural, Comunicación e Información Audiovisual y Fotografía informativa. Autor de "Qué es la fotografía" (Lunwerg), Periodismo Cultural (Síntesis. Madrid 2006), Cultura y TV. Una relación de conflicto (Gedisa. Barcelona, 2003) La mirada en el cristal. La información en TV (Fragua. Madrid, 2003) Perversiones televisivas (IORTV. Madrid, 1997). Investigación “La presencia de la cultura en los telediarios de la televisión pública de ámbito nacional durante el año 2006” (revista Sistema, enero 2008).

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