Nacer es un hecho maravilloso, traumático y definitivo. Es entrar a la vida, a un espacio temporal diverso y desconocido. Nacer, es algo natural y es a la vez un milagro, por eso las diferentes culturas hacen del nacimiento un hecho para celebrar.
Hay tradiciones y rituales en todas las culturas del mundo, se festeja el inicio de la vida, los cuidados del bebé y su madre. En las culturas prehispánicas, la madre generalmente tiene su hijo tomada de los árboles, o en cuclillas y ayudada por la chaman, al nacer el niño se lo limpia con hierbas aromáticas.
En India, hay diferentes ritos para festejar la llegada del querubín al nuevo mundo, una de esas ceremonias es la de purificación con aceites; mientras que en África, muchas tribus consideran que el fuego protege al recién nacido y a la madre. En Brunei, se entierra el cordón umbilical cerca de un árbol para que germine como la vida del nuevo ser.
El culto y los festejos al nacimiento se celebran de acuerdo a tradiciones pero siempre en actitud de beneficio para el recién nacido y augurios para su nueva vida.
El Cristianismo enaltece la vida con la relevancia del nacimiento o la Navidad. Navidad significa en latín «nacimiento» y a medida que el Cristianismo se expandió fue cobrando mayor importancia y se festejó el nacimiento de Jesús, fue una celebración sincrética con aportes de las religiones paganas, puesto que ya existían fiestas en relación con el nacimiento de un nuevo sol, o solsticio, según los movimientos astrales.
Los romanos celebraban las Saturnalias, un festival dedicado al solsticio de invierno, alrededor del 25 de diciembre, coincidiendo con la clausura de la cosecha, y lo dedicaban a Saturno, dios del sol, a quien le ofrecían regalos y tributos. Cuando la religión cristiana se expandió, se sobrepuso la fecha cristiana del nacimiento de Jesús a la fecha pagana, en relación con la agricultura y los cambios astrales.
El nacimiento de Jesús se indica en la Biblia pero no hay fecha exacta, por lo tanto, se llegó a un consenso, impulsado por el papa Julio primero, en el año 350 para determinar la fecha de la Navidad, el 25 de diciembre, coincidiendo con la fiesta pagana y el nacimiento de un nuevo sol.
Sea por consideración bíblica o histórica, por tradición o determinación, desde el fondo de los tiempos el niño nace en diciembre, y nace en Belén, fue comprobado bíblicamente por el viaje de la familia a raíz del censo, a la tierra de José, que era Belén.
La festividad se mantuvo en el ámbito religioso pero fue en el siglo diecinueve, que la Navidad se consolidó como una gran fiesta popular, con regalos y reunión familiar.
Apareció otra tradición del norte de Europa, la tradición de Santa Claus, la imagen de un personaje bonachón que llega con regalos y se fusionó con la Navidad. A ello se sumó la antigua tradición del árbol de la vida, representada por un pino, generalmente de forma triangular, que tendrá el simbolismo de la vida eterna.
Santa Claus, Papa Noel, o Viejito Páscuelo o San Nicolás, según la tradición, llega en su trineo desde el Polo norte con regalos y obsequios para los niños. Este legendario personaje se basa en el obispo cristiano Nicolás, quien vivió en el Siglo catorce, en Turquía y que era muy venerado por su bondad, cuyos restos se conservan en la Basílica de San Nicolás de Bari en Italia. Nicolás era un niño rico que al morir sus padres con la peste, se unió a su tío religioso y se ordenó muy joven de sacerdote practicando muchas obras de caridad. En Oriente se lo llama San Nicolás de Mira y en Occidente San Nicolás de Bari, en otros países es Papa Noel.
No importa como representes el espíritu de la Navidad, lo importante es vivirlo, aun no siendo religioso, es una gran celebración de la vida y del amor.
Navidad en Belén
Tuve el privilegio de vivir la Navidad en Belén, en la tierra donde nació Jesús, en Bethlem, según la documentación de la época.
Belén es actualmente una ciudad palestina, ubicada en la Cisjordania, a nueve kilómetros de Jerusalén. Tiene una población de casi treinta mil habitantes, másde la mitad musulmanes y el resto cristianos. Según los evangelios de Lucas y Mateo, Jesús nació allí porque su padre José era descendiente de David y también el rey David de los judíos había nacido en Belén. Con motivo del empadronamiento obligado por los romano, José viajó con su familia al lugar, donde aconteció el nacimiento.
Nunca sentí tan hondamente ese espíritu del nacer como cuando estuve en Israel y pude llegar a Belén, el 24 de diciembre del 2001. Flotaba en el aire la alegría de los acuerdos de paz y se oía por doquier: Land for Peace.
Llegué a Belén por la mañana, para pasar los controles militares que circundaban el centro histórico de la ciudad, acordonada de policía y militares.
Cuando pasé los controles entré por unas calles angostas hasta salir a la plaza central que estaba animada y en una esquina se levantaba la Basílica de la Natividad. Caminé por la plaza mirando las tiendas, le mandé una postal a mi madre con el sello de Belén, di una vuelta por el casco antiguo, con un muchacho Testigo de Jehová. Fue interesante ver la arquitectura bien conservada, volvimos a comer algo y nos sentamos con dos profesores judíos que hablaban muy bien español. Había un clima de alegría.
Al atardecer comenzaron a llegar las autoridades religiosas de diversas iglesias: rabinos, ortodoxos, coptos, musulmanes, que ingresaron al templo. Luego entramos los invitados y los feligreses. Soldados israelitas custodiaban la plaza y muchos estaban en los tejados como centinelas. Se hablaba de un atentado, por eso había más control que de costumbre.
La Basílica de la Natividad es rectangular y pequeña, de estilo paleo-cristiano, ya que fue construida en el siglo cuarto, fue restaurada varias veces pero mantiene la planta original. Es un espacio religioso compartido por la religión ortodoxa griega, armenia y católica, incluyendo coptos, de ahí que lleguen todas las autoridades religiosas para la misa de Nochebuena.
Después de acomodarme al lado de unas monjitas, bajé al subsuelo para ver el lugar donde se supone había nacido Jesús y donde se colocó un pesebre tradicional, pero sin la imagen del niño que se pondría durante la misa.
Volví a mi lugar con dificultad porque la iglesia estaba llena y un júbilo especial se notaba en la gente vestida con sus ropas típicas y de todas partes del mundo. La misa se inició hablada en varios idiomas, con cánticos y música, al acercarse la media noche del fondo del templo llegó, alzado en brazos por un religioso, la estatuilla del niño y entre cánticos, aplausos y alegría celebramos el nacimiento del niño Jesús, mientras sentíamos afuera los movimientos de los centinelas, la llegada de los autobuses que nos recogerían y una ola de viento frio.
El niño había nacido una vez más, había llegado del fondo de la historia para recrear aquella escena bíblica, una extraña unión de emociones invadía el sacro recinto. El Salvador estaba entre nosotros, a través de los tiempos volvía, para traernos la paz y el amor.
Los villancicos cantados en todos los idiomas resonaban:
El niño ha nacido
Trae amor y paz
El niño ha nacido
Trae amor y pan
El niño ha nacido
En mi corazón
Trae amor y luz
Vivir el nacimiento de Jesús en Belén es una vivencia que te acompañará toda la vida, en la pandemia y la soledad, en el infortunio y en la dicha.
Los no cristianos o de otras religiones que se encontraban en la iglesia, también sentían esa radiante felicidad, esa fraternidad humana. Era la fortuna de agasajar la vida, porque un niño que nace es un privilegio y una bendición. Nacimiento es símbolo de vida y estábamos en Belén celebrando la vida.