Nunci de León
Escrita como un western (personajes al límite en una tierra abandonada y yerma), se lee con la misma ansia con que ha sido escrita. Un ansia por descubrir la verdad, por levantar la tierra con que se han escondido las verdades sobre nuestros antepasados y sus servidumbres. Historias que a nadie importan pero que son las que más cuentan en un momento de la vida en que, por distintos avatares, nos planteamos averiguar quiénes somos.
Como perteneciente al mundo rural, acepto sus tesis y por eso me refiero a ellas en primera persona, si bien reconozco que no me duele la tierra tanto como a La forastera, lo que casi me da envidia.
Llega un momento en la vida en que la tierra se impone, llama, y eso es lo que le ha ocurrido a Angie, la protagonista, cuando decide regresar de Londres a esta sierra del sur de España para descansar. Por su carácter, ya se ve que el descanso no va a ser lo suyo.
Argumento: «Angie, quien en su juventud vivió la bohemia londinense posthatcheriana, sobrevive en un pueblo perdido del sur de España acompañada únicamente de su vieja Sarasqueta -el Winchester de la España vacía-, dos perros perjudicados, cuatro aperos de cultivar el huerto, la presencia arisca de un par de inmigrantes y el bisbiseo de los vecinos que la consideran la loca del lugar».
La novela está poseída de una gran potencia narrativa, pero por encima de ese afán por contar, existe una pasión por el lenguaje que desarma al lector. Un trabajo descarnado y fiero de querer llamar a las cosas con la palabra exacta cueste lo que cueste, cuando el lector está deseando, sobre todo en las cincuenta últimas páginas, saber lo que va a ocurrir y no quiere más zigzagueos: Angie se traslada sin cesar de Barcelona a Londres y de allí a la finca Los Hachuelos, la casa de su familia, y de su padre, que se suicidó ahorcándose, a su tía Emeteria y a los caciques locales que la desgraciaron, y cuya “sangre mala” Angie descubre que corre también por sus venas, invitándola…
Hay personajes muy bien trazados, como el cura, el herrero, el enterrador, el pellejero borrachín, que no merecen el título de secundarios porque serán vitales en el desenredarse de la trama. Por no hablar de los extranjeros Ibra y Vitali y ya no digamos los dos perros Capitana y Pluto, que son algo más que secreciones de su propia alma.
Todos están acorralados en el mismo cerco que ella y como ella tienen -o tenemos- «el sueño decapitado de las hormigas y el oído histérico de la polilla».
Ficha técnica
- La forastera
- Ed. Alfaguara
- 240 páginas
- 17, 90 euros