En junio de 1972, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente Humano, celebrada en Estocolmo, marcó un antes y un después en la conciencia global sobre la crisis ambiental.

Fue la primera gran cita internacional que situó la protección del medio ambiente al mismo nivel que la paz y el desarrollo económico.

Su documento final, la «Declaración de Estocolmo», proclamó que vivir en un entorno saludable es un derecho humano fundamental y estableció veintiséis principios que, medio siglo después, siguen siendo una guía esencial para las políticas ambientales.

Estocolmo 1972: el nacimiento de la política ambiental internacional

La Declaración de Estocolmo sobre el Medio Ambiente Humano nació de la constatación de que los problemas ecológicos traspasan fronteras y requieren cooperación internacional. Participaron 113 Estados, así como organismos internacionales y representantes de la sociedad civil.

El texto reconocía que «el hombre es a la vez obra y artífice del medio ambiente que lo rodea» y advertía que, utilizado sin prudencia, el poder de la ciencia y la tecnología podía provocar daños irreparables.

También señalaba causas diferenciadas para la crisis ambiental: en los países industrializados, la industrialización y el consumo intensivo; en los países en desarrollo, el subdesarrollo y la pobreza estructural.

Lo que proclamaba la Declaración de Estocolmo

La Declaración afirmaba que proteger y mejorar el medio ambiente era «una cuestión fundamental que afecta al bienestar de los pueblos y al desarrollo económico del mundo entero».

Para lograrlo, instaba a gobiernos, empresas, comunidades y ciudadanos a asumir responsabilidades, y reclamaba una amplia cooperación internacional para apoyar a los países en desarrollo.

Los veintiséis principios que cambiaron la visión del planeta

Entre los veintiséis principios acordados, destacan:

  • Derecho humano a un medio ambiente saludable (Principio 1): vivir en un entorno de calidad es un derecho y una obligación colectiva.
  • Preservación de los recursos naturales (Principios 2 a 5): uso racional y equitativo de recursos renovables y no renovables.
  • Control de la contaminación (Principios 6 y 7): medidas contra la descarga de tóxicos y la contaminación marina.
  • Vinculación entre desarrollo y sostenibilidad (Principios 8 a 15): integración de la protección ambiental en la planificación económica y urbana.
  • Educación, ciencia y tecnología (Principios 18 a 20): la investigación y la formación ambiental son claves para la acción global.
  • Responsabilidad internacional (Principios 21 a 26): obligación de no dañar el medio ambiente de otros Estados y cooperación para eliminar armas de destrucción masiva.

Medio siglo después: logros y carencias

Tras Estocolmo, la ONU creó el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), con sede en Nairobi, para coordinar esfuerzos globales. Sin embargo, la Declaración no era jurídicamente vinculante, lo que dejó su aplicación a la voluntad política de cada Estado.

El propio PNUMA reconoce que «la falta de mecanismos coercitivos y de financiación estable ha limitado el cumplimiento de los compromisos». Además, la brecha tecnológica y financiera entre países ricos y pobres ha frenado avances esenciales.

Las advertencias de 1972 se han hecho realidad

Las amenazas señaladas hace cincuenta años se han agravado:

  • El cambio climático avanza a un ritmo más rápido de lo previsto.
  • La pérdida de biodiversidad alcanza niveles críticos.
  • La contaminación plástica afecta a todos los océanos del planeta.
  • La crisis hídrica se intensifica en todas las regiones.

Como subraya Inger Andersen, directora ejecutiva del PNUMA, «la ciencia nos dice que aún podemos cambiar el rumbo, pero para ello necesitamos una transformación profunda de nuestras economías, de nuestras formas de producir y consumir».

En España, las advertencias se reflejan en problemas concretos como la contaminación del aire en las ciudades, la desertificación o la pérdida de recursos hídricos.

Retos ambientales que exige afrontar el siglo veintiuno

  1. Cambio climático: cumplir y reforzar los compromisos del Acuerdo de París.
  2. Protección de la biodiversidad: detener la destrucción de hábitats y cumplir el Marco Global de Biodiversidad de Kunming-Montreal.
  3. Transición energética justa: abandonar progresivamente los combustibles fósiles y garantizar energías limpias para todos.
  4. Gestión sostenible del agua: acceso equitativo y protección de las fuentes hídricas.
  5. Economía circular: reducir residuos y fomentar la reutilización y el reciclaje.
  6. Justicia ambiental: proteger a las comunidades más vulnerables frente a los impactos climáticos.
  7. Educación ambiental: formar a nuevas generaciones en sostenibilidad y responsabilidad ecológica.
  8. Fortalecimiento de la gobernanza internacional: que los acuerdos sean de obligado cumplimiento.

Un mensaje vigente para España y el mundo

En España, la lucha contra el cambio climático y la defensa de los recursos naturales deben abordarse con la urgencia que reclamaba Estocolmo. La experiencia internacional demuestra que sin leyes vinculantes y sin financiación suficiente, los compromisos se quedan en declaraciones.

La Declaración de Estocolmo sigue recordándonos que no hay bienestar humano posible sin un planeta sano. Lo que está en juego no es solo el medio ambiente, sino el derecho de las generaciones presentes y futuras a vivir en condiciones dignas.

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