Un tema de creciente preocupación es la salud mental de los maestros y maestras. Debido a los desafíos laborales a los que se enfrentan en la actualidad, su bienestar se ve afectado significativamente disminuyendo la satisfacción laboral y la productividad del aula.
La OMS subraya «el vínculo que existe entre la salud mental y el ámbito laboral», destacando que las condiciones deficientes pueden tener un impacto directo en la salud y, en este contexto, el personal educativo está especialmente expuesto a factores de riesgo.
¿Sabías que el treinta por ciento del profesorado en España sufre problemas de salud mental, según la Unesco? La crisis silenciosa del bienestar docente es un desafío que afecta a toda la comunidad educativa.
Entre las condiciones más comunes, destacan el síndrome del estrés, alteraciones psicosomáticas y síntomas depresivos, los cuales se ven agravados por la falta de apoyo institucional.
Factores de riesgo en el entorno docente
La sobrecarga de tareas, la falta de recursos y la naturaleza emocional exigente de la función propia del educador, son factores que participan en la vida sacrificada y amenazada por riesgos para su salud. Esto, acaba provocando daños físicos y psicológicos a menudo crónicos o duraderos.
Dichas circunstancias, unidas a una remuneración baja y pocas oportunidades de crecimiento profesional, contribuyen a la desmotivación y al agotamiento. Su trabajo, además, no termina cuando suena la campana, fuera del horario lectivo se planifican clases, se corrigen tareas y se preparan materiales alargando, de forma considerable, la jornada laboral.
El profesor está al servicio de entre 25-125 alumnos/as al día y padece algo que se llama fatiga por compasión, debido a la absorción de traumas que los alumnos comparten y que no pueden ser omitidos ni tratados con indiferencia.
El maestro está en estado de alerta y vigilancia constante, produciendo un exceso de cortisol elevado para el cuerpo. En su ambiente laboral, a menudo hostil, lidia con conflictos interpersonales, comentarios críticos de progenitores y estudiantes, comportamientos retadores, altas cargas de trabajo, horarios extendidos y escasez de personal de apoyo.
Además, la falta de formación en nuevas tecnologías, la irrupción de la inteligencia artificial o el manejo creciente de la diversidad en el aula aumenta la sensación de descontrol.
Los problemas de salud mental generan en el maestro fallos de atención, escasa actividad motora, desequilibrio psíquico, ideas obsesivas, etc., con un elevado coste individual precedido por trastornos del sueño, problemas digestivos, cardiovasculares…
Estas condiciones, no sólo afectan a todo personal relativo a la enseñanza educativa, sino que también tiene un impacto organizacional y social significativo.
La acumulación de factores desfavorables provocan el síndrome de desgaste o desmotivación derivado en el abuso de fármacos o incluso, de drogas, así como el consumo de tranquilizantes autoadministrados para sobrellevar el proceso de enseñanza. Por ello, esta categoría socioprofesional siempre será una actividad de riesgo, juzgada y criticada desde el exterior.
¿Qué soluciones se proponen?
Para abordar el problema de la salud mental en las aulas, tanto la OMS como la Unesco recomiendan políticas integrales que promuevan el bienestar mental del profesorado asegurando, principalmente, que cuenten con los recursos suficientes.
Es fundamental que las instituciones educativas y los gobiernos actúen, estableciendo planes de emergencia, asesores, terapéutas y psicólogos en los centros escolares. Figuras profesionales accesibles para todos los maestros, con el fin de que el apoyo psicológico reduzca el desgaste emocional, la apatía y la desmotivación en el trabajo.
Es importante visibilizar sus problemas y atender su bienestar emocional garantizando un entorno educativo saludable. Así, no sólo mejorará su calidad de vida sino también el rendimiento y clima escolar, beneficiando a toda la comunidad.