«La cocina», un lugar donde se fabrican sueños rotos

«Recuerda lo que te digo. El tiempo es inevitable»

«La cocina», un excelente drama actual inspirado libremente en la obra teatral «The Kitchen», del británico Arnold Wesker[1], escrita en 1956 en base a experiencias de migrantes de todo el mundo.

Presentado en la pasada edición de la Berlinale, dirigido por el mexicano Alonso RuizpalaciosGüeros», Mejor Opera Prima en 2014 y Premio del Público en San Sebastián; «Museo», Oso de Plata en 2018, «Una película de policías», Oso de Plata y Ariel de Oro al Mejor Documental) quien, a la vista del resultado electoral de hoy mismo en Estados Unidos, ha dado en el clavo acerca de la suerte que espera a «los mojados» en la que ahora es la democracia menos demócrata del mundo.

Está protagonizado por Rooney MaraSong to song», «Carol», «El callejón de las almas perdidas»), Raúl Briones («Una película de policías») y Oded Fehr (saga de «la momia»), junto a un grupo considerable de actores de distintas procedencias.

Sintetizando, todo ocurre en las cocinas de «The Grill», un restaurante situado en Times Square, en pleno corazón de Manhattan, en Nueva York. Un local de esos en los que, a la hora del almuerzo, lo mismo se puede comer pizza que pollo al curry, ensalada o langosta con salsa, todo con el pomposo apellido «de la casa», y que recoge a lo más «profesional» de la variopinta inmigración que llega diariamente a la Gran Manzana intentado hacerse con un pedazo, aunque sean las migajas, del sueño americano.

Unas cocinas en las que habitualmente reina un ambiente festivo de mezcla de etnias y colores pero en las que también se saldan cuentas pendientes causadas por el desconocimiento del idioma, la envidia, el rencor y, a veces, incluso el odio de «conflictos soterrados cocidos a fuego lento (…) Un equipo multicultural, multilingüe, que, entre bromas y compadreo, evidencia la precariedad y la lucha por medrar en el país del sueño americano, y se debate entre la solidaridad de clase, la insumisión y las rencillas no resueltas.» (https://elhype.com/,)

En ese contexto Pedro, es un cocinero mexicano y soñador al que responsabilizan, como al resto de sus compañeros migrantes, de la desaparición de ochocientos dólares de la caja. Está enamorado y tiene una relación informal con Julia, una camarera rubia «muy americana», lo que significa que está un peldaño por encima de los cocineros, que se ha quedado embarazada y necesita dinero para acudir a una clínica donde practican abortos.

En una crítica leída hacen notar que incluso la ropa es una seña de identidad de los distintos estratos profesionales que se mueven por la película, que «las camareras van vestidas como Jean Seberg en «À bout de soufflé», de Jean-Luc Godard (1960), para representar que un microcosmos puede revelar lo universal».

Rodada en ese blanco y negro reservado –en esta época del triunfo de los colores- para las mejores historias de crítica social, de deshumanización del trabajo y de las barreras culturales que no consigue salvar la rutina de las cadenas, el trabajo coral de «La cocina», una emocionante representación de las muchas y diferentes historias de la migración, es otro acierto más en la reconocida carrera de Alonso Ruizpalacios, también escritor, dramaturgo y director de la compañía de teatro «Todas las fiestas de mañana», quien en sus días de estudiante trabajó en una cocina de Londres, experiencia que le ha servido para dar forma a un tributo personal «trágico y cómico en partes iguales, a las personas invisibles en estos espacios» (https://www.seminci.com/)

En «La cocina[2]» hay un sistema de castas, ternura, cansancio, sueños permitidos, sueños inalcanzables y sueños rotos. Por algunos momentos, en «La cocina» parece que todo es posible, que el precio de soñar se puede pagar siempre a costa de olvidar quiénes somos y de dónde venimos para, sin solución de continuidad, caer en la decepción del fracaso, la imposibilidad de romper las barreras de «abajo y arriba», la pérdida de raíces y afectos, la inutilidad de pensar en subir peldaños profesionalmente.

«La Cocina» es un tributo trágico y cómico a las personas invisibles que mantienen nuestros restaurantes en funcionamiento y nuestros estómagos llenos, mientras persiguen una versión quizás inalcanzable del sueño americano» (https://issuu.com/).

En una entrevista en «El especialito», periódico de la colonia hispana de New Jersey, el director Ruizpalacios dice: «quería que lo contáramos como una especie de fábula, que fuera más allá del realismo. Entonces, el blanco y negro, cuya temporalidad no es clara, ayuda mucho. No sabemos si está ocurriendo hoy, o hace veinte o treinta años (…) Estuve trabajando en el guion durante doce años (…) Hice dos viajes a Nueva York, donde entrevisté a varios cocineros y cocineras indocumentados, muchos de ellos hablaban con humor de sus duras experiencias (…) Allí hay una experiencia común, la situación de precariedad, de no existir (…) Una cuarta parte de la población de Estados Unidos son latinos, que se siguen sintiendo excluidos (…) Antes de filmar trajimos a los actores durante un mes de la ciudad de México para que estudiaran cocina por la mañana, y por la tarde improvisábamos».

  • «The Kitchen» de Arnold Wesker –perteneciente a la generación de los jóvenes airados que denunciaban la amargura y la frustración de la clase trabajadora en los años cincuenta de la posguerra –, ya fue llevada al cine en 1961 por el realizador británico James Hill («The Man from Nowhere», «Belleza negra», «Nacida libre»), quien situó la trama en un café del West End londinense.
  • «La cocina» es una película muy recomendable que llegará a los cines madrileños el próximo viernes 8 de noviembre de 2024.
Mercedes Arancibia
Periodista, libertaria, atea y sentimental. Llevo más de medio siglo trabajando en prensa escrita, RNE y TVE; ahora en publicaciones digitales. He sido redactora, corresponsal, enviada especial, guionista, presentadora y hasta ahora, la única mujer que había dirigido un diario de ámbito nacional (Liberación). En lo que se está dando en llamar “los otros protagonistas de la transición” (que se materializará en un congreso en febrero de 2017), es un honor haber participado en el equipo de la revista B.I.C.I.C.L.E.T.A (Boletín informativo del colectivo internacionalista de comunicaciones libertarias y ecologistas de trabajadores anarcosindicalistas). Cenetista, Socia fundadora de la Unió de Periodistes del País Valencià, que presidí hasta 1984, y Socia Honoraria de Reporteros sin Fronteras.

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