La ceguera antidemocrática de Macron

El 2022 que acaba de pasar su última página hubiese podido llamarse aquí el 2493, si tenemos en cuenta que, durante diez veces consecutivas hasta la fecha, el gobierno minoritario de Emmanuel Macron y su primera ministra Elisabeth Borne han recurrido al 49,3 (posibilidad de gobernar con decretos con el más absoluto desprecio del poder legislativo).

Se trata de ese dispositivo «constitucional» de la quinta república que François Mitterrand calificó en su día de posibilidad de «golpe de estado permanente», antes de traicionar su propio análisis una vez que llegó al poder.

La primera conclusión pues de este 2022, es evidentemente la obstinada ceguera antidemocrática del presidente monarca Emmanuel Macron, elegido en su segundo mandato una vez más gracias al voto del miedo «anti Le Pen», y que por cinismo, incompetencia o ceguera sigue convencido que los electores votaron para que continuase su política ultraliberal cual Robin de los bosques al servicio del CAC 40, mientras que las clases medias se empobrecen.

Yo me inclino a pensar en su ceguera voluntaria, ya que su política ultraliberal responde a las exigencias de su aliado norteamericano, como lo prueba su recurso contante a los consejos de Mc Kinsey, esa entidad privada que nos cuesta un montón de pasta (poignon de dingue) por usar los propios términos del jefe del Estado, y cuya tarea esencial consiste en preparar por etapas la liquidación del Estado Nación: drástica reducción de funcionarios, destrucción de los servicios públicos, transportes, sanitarios, energéticos, privatizaciones a ultranza de autopistas y de sectores claves de la economía francesa.

Pero lejos de mi la resignación, les diré que el 2022 tuvo un momento formidable: la clarificación política en el seno del parlamento francés, con el nacimiento de la NUPES (Nueva Unión Popular Ecológica y Social) sobre la base de un programa de izquierdas en ruptura con ese ultraliberalismo que es hoy el denominador común entre la derecha de Macron y la extrema derecha neofascista.

Llevando al Parlamento 133 diputados, ese movimiento impulsado por France Insumise, con el apoyo de ecologistas, socialistas, comunistas y alter mundialistas, ha devuelto la esperanza a los que como este cronista creen todavía en la necesidad de una lucha paralela en el Parlamento y en la calle, para imponer las reivindicaciones de los trabajadores.

Observarán que no utilizo el termino asalariados, dado que el neolenguaje ultraliberal considera al mismo nivel al que cobra un salario millonario y al trabajador que cobra el salario mínimo. Por cierto, que esta victoria histórica de la NUPES ha permitido algo muy importante en esta profesión periodística: recuperar en parte el lenguaje y redefinir en este país lo que es la izquierda parlamentaria.

Los admiradores de Hollande, Valls o Strauss Kahn en los medios informativos siguen afirmando sin gran convicción que son gentes de «izquierdas», pero la realidad ha demostrado que esa socialdemocracia derechista, escondida tras las siglas históricas del partido socialista, ha evolucionado de manera indigna hacia posiciones políticas y económicas idénticas a las de la derecha ultraliberal, representada hoy en su punto culminante por Macron.

Aviso pues a mis colegas periodistas y analistas: la izquierda parlamentaria en Francia es hoy la NUPES, les guste o no. Y no es casualidad si la derecha y la extrema derecha intentan desestabilizarla por todos los medios. En cuanto a la extrema izquierda que también existe aquí, insisto siempre fue extraparlamentaria.

Utilizando abusivamente el 49,3, Macron y su minoría gubernamental siguen aliándose con la extrema derecha para hacer pasar su política antisocial: impidiendo todo aumento global del salario mínimo, lo que ha provocado numerosas huelgas en las más diversas empresas y servicios; reduciendo en cuarenta por ciento los subsidios de desempleo incrementando así la precariedad y la miseria; destruyendo cada vez más el servicio público sanitario; privatizando por etapas el correo, los transportes y las grandes empresas claves de la economía nacional.

La próxima batalla será sin más tardar este mes de enero 2023. Macron ha anunciado que el 10 de enero dará a conocer su «contra reforma» para llevar a 65 años la edad de la jubilación. El frente sindical unánime se opone a esa propuesta y una manifestación nacional ha sido ya convocada para el 21 de enero. Por su parte los «gilets jaunes» anuncian su propia movilización para este sábado 7 de enero, lo que permitirá tomar la temperatura social del país.

Macron perdió en 2022 la batalla política con su fantasmagórico movimiento LREM, cambiado de nombre por «Renaissance», pero, aunque la mona se vista de seda mona se queda. Solo una movilización masiva de los trabajadores y de las clases medias permitirá ahora hacerle perder la batalla económica, apoyando la acción de la izquierda en el parlamento.

Se trata hoy pues de defender todo lo que los franceses han adquirido desde 1945, gracias al Consejo Nacional de la Resistencia que impuso su programa a las empresas que habían colaborado con el nazismo.

Para cerrar esta crónica les invito a leer ese cartel sobre esas personas que a menudo se quejan de tantas huelgas. El texto les invita a renunciar a todo lo que esas huelgas les permitieron obtener en el pasado: las vacaciones pagadas, la seguridad social, la jubilación, los subsidios de desempleo, el salario mínimo, el pago de las horas suplementarias, el descanso compensatorio por maternidad etc. etc.

Recuerden los olvidadizos que todo lo que se obtuvo fue el resultado de las huelgas y de la acción de parados, trabajadores, viejos y jóvenes, que corrieron riesgos y a veces perdieron su vida. Lo dicho: ¡Optimismo, resistencia y feliz 2023!

Julio Feo Zarandieta
Periodista profesional en Francia desde 1976. He trabajado durante 35 años como periodista (Responsable de edición y critico de cine) en el servicio en castellano de Radio Francia Internacional. Pero también como corresponsal en París de diversos diarios y semanarios españoles y critico en Cine Classics (canal plus). Jubilado desde el 2013, escribo ahora en Periodistas en español y en Aquí Madrid. Miembro del Sindicato Francés de la critica de cine y de Fipresci, he cubierto numerosos festivales de cine internacionales, muy especialmente Cannes y San Sebastián. Militante antifranquista en los años sesenta, resido en Francia desde 1974, fecha en que me acordaron el asilo político. Hoy en día tengo la doble nacionalidad hispano francesa.

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