Algo ha pasado en el mundo, en nuestra ciudad, a la vuelta de nuestra esquina o en el piso de arriba cuando un libro de poemas tiene que hablar de la cotidianeidad reservada a los titulares de prensa, cuando son los versos los que vienen a recitarnos las amarguras que, habitualmente, leemos en lo que antes eran paginas de papel y ahora pantallas brillantes de paginas webs.
Y claro que ha pasado. Ha pasado que, ante nuestros ojos, el mundo que habíamos creído construir se ha derrumbado. La realidad vivida por culpa de un virus de origen lejano se ha metido hasta debajo de nuestra piel y, para los que han querido verlo, que no han sido todos, el hambre y la miseria han resultado estar ahí, más cerca de lo que nunca hubiéramos imaginado, de lo que hubiéramos querido.
El libro de María de la Vega, séptimo poemario de la escritora afincada desde hace cuatro décadas en Leganés y segundo editado por Isla de Delos, parte de la experiencia propia de la autora trabajando en primera línea con la Red de Ayuda Mutua de Leganés durante la pandemia.
La Red ha sido y es un grupo de personas que comenzó planteándose ayudar a los ancianos a hacer la compra durante los primeros días de aislamiento por la pandemia y han acabado siendo quienes proporcionaban esos alimentos y otros bienes imprescindibles a los más perjudicados por la catástrofe económica que ha supuesto la COVID-19, a los que solo les ha quedado la calle ante las dimensiones del naufragio.
Y la calle literalmente. Una multitud de familias que, además de no tener nada que llevarse a la boca, se han visto sin posibilidades de pagar el alquiler del pequeño cuarto en el que se habían amontonado una pareja y varios hijos. El esquema descubierto durante estos meses es muy claro. Alguien, frecuentemente otro naufrago de la pandemia, alquila un piso que realquila por habitaciones para comer y pagar su propio alquiler. Así de claro. Así de antiguo. Cosas que solo recuerdan en España quienes tienen más de cincuenta años. Náufragos a quienes la red asistencial del Estado, en todas sus formas, ha fallado integralmente. Desde los ayuntamientos pasando por las autonomías hasta un estado central que han llegado tarde y mal, o nunca, con unas ayudas cuyos destinatarios muchas veces han sido incapaces de conseguir por las farragosas condiciones burocráticas impuestas.
Convertir esta situación, más propia de un ensayo o de las crónicas periodísticas de cada día, en un libro de poemas ha sido el desafío de María Jesús de la Vega, quien ha conseguido narrar desde los sentimientos, utilizando autenticas fotos literarias y con un lenguaje acerado y quirúrgico pero de un alto voltaje poético, la situación de unos personajes que se han visto de la noche a la mañana en las colas del hambre y sin poder pensar más que en la siguiente comida, echándole agua a la leche, enrollándose en mantas muy temprano para burlar al frio, dejando a deber la habitación. Gente que, cuando llamaban al teléfono de la Red, que atendía María, empezaban diciendo: «Yo es que no he pedido nunca».
Theodor Adorno afirmó que escribir poesía después de Auschwitz era imposible. Lo recordaba recientemente el maestro Juan Massana. ¿Es posible escribir poesía después de un desastre? ¿Sobre un desastre?
«La calle, si naufragas» lo intenta con muchos argumentos. Se presenta el próximo día 17 a las 19:00 horas en el Centro José Saramago, de Leganés.