Durante la presentación de un libro de Francisco Umbral en el restaurante Lhardy de Madrid, a mi lado se sentaban el poeta José Hierro y el dramaturgo Francisco Nieva. Cuando terminó la comida, ambos cogieron una servilleta de tela y sobre ella comenzaron a pintar con restos de salsas, vino, café y otros sobrantes, un retrato de Umbral. No sé quién se quedó con él ni qué fue de aquella obra que me dejó absolutamente anonadado.

En aquel momento descubrí una faceta de José Hierro que desconocía, la de pintor. Ahora, en una exposición en la Biblioteca Nacional (hasta el 22 de enero), se pueden ver algunas de las obras de este poeta que también era artista.

El propio Umbral había escrito mucho antes (El País 6-2-1981) que José Hierro hizo «la crónica lírica de un tiempo de miseria con las palabras pobres de la poesía social».

Con el título «Cuanto sé de mí. José Hierro en su centenario», la Biblioteca Nacional conmemora estos días los cien años del poeta José Hierro, que se cumplieron el pasado 3 de abril, y los veinte de su muerte el 21 de diciembre de 2002. Aquí se pueden ver no sólo ejemplares de primeras ediciones de los libros que Hierro publicó a lo largo de su vida sino algunas de sus pinturas, dibujos y autorretratos, fotografías de todas las etapas de su vida, medallas, premios y galardones, carteles, manuscritos de poemas y obras de teatro, objetos y documentos personales, guiones de los programas que hizo en Radio Nacional de España, retratos que le hicieron artistas como Rafael Cidoncha y Ricardo Zamora, folletos de muchas de sus actividades, videos…

El título se inspira en el poema de Calderón de la Barca extraído de «El médico de su honra» («Tuve amor y tengo honor/Esto es cuanto sé de mí»), que es también el de uno de los poemarios de Hierro.

José Hierro autorretrato
José Hierro autorretrato

Las más de cien piezas que se exponen proceden fundamentalmente de la propia Biblioteca Nacional y de la Fundación Centro de Poesía José Hierro de Getafe.

A lo largo de los pasillos de la instalación (siete apartados precedidos de un «Prólogo» y rematados por un «Epílogo») se recorren los mundos de José Hierro a través de los escenarios de su vida: Cantabria, Valencia y Madrid, fundamentalmente. Está aquí su prehistoria poética en Santander, la posguerra, la cárcel y los premios, desde el Adonais de Poesía de 1947 y el Nacional de Literatura, al Príncipe de Asturias del 81 y el Cervantes del 98. Entre los materiales que se exponen hay un diario inédito escrito en la cárcel entre 1941 y 1942 y una novela, «La vida es el fin», que tampoco llegó a publicar.

El hombre y el poeta

En 1953, la época que en España triunfaba la llamada poesía social, se publicó un libro de poemas titulado «Quinta del 42» que introducía nuevos ritmos poéticos y registraba importantes novedades a través de procedimientos que fundían tiempos y espacios, realidades y ensueños, mediante efectos sensoriales.

Este libro ya contenía algunos de los poemas que marcan toda la obra de José Hierro («Reportaje», «Segovia», «Una tarde cualquiera») en los dos aspectos básicos de su poesía: la realidad y la imaginación, elementos también presentes en «Estatuas yacentes», de 1955.

Hablando de su propia obra, José Hierro escribió en el prólogo a la primera edición de sus «Poesías completas» (1962) que sigue dos caminos: «a un lado lo que podemos calificar de reportajes, al otro, las alucinaciones», aludiendo a los elementos reales e imaginarios, racionales e irracionales, de su mundo poético. «Para algunos –decía Hierro- mi poesía era demasiado lírica para ser social, y demasiado social para ser lírica».

Estos mismos elementos los encontramos en dos de sus obras posteriores: «Cuanto sé de mí» (1957) y «Libro de las alucinaciones» (1964).

Tras un largo silencio sólo interrumpido por la publicación por Seix Barral de sus «Obras completas» en 1974, en 1981 José Hierro publicó «Agenda», una serie de poemas incluidos en una antología de Visor que, según el propio Hierro, aunque inéditos pertenecen a una etapa anterior. Su siguiente obra volvió a hacerse esperar, pero valió la pena: «Cuaderno de Nueva York» (1998) es uno de los poemarios más importantes de la poesía española contemporánea.

Aunque nació en Madrid, la infancia de José Hierro transcurrió en Santander, donde comenzó sus estudios, donde le sorprendió la guerra civil (y la cárcel entre 1939 y 1944, acusado de pertenecer a una red clandestina de ayuda a los presos) y donde se casó y tuvo tres hijos.

En Santander participó en la fundación de la revista «Proel», que acogía a los miembros de un grupo poético de la posguerra con este mismo nombre (Hierro, José Luis Hidalgo, Carlos Salomón, Julio Maruri) y aquí publicó sus primeros libros, «Tierra sin nosotros» (1947), «Alegría», con el que consiguió el Premio Adonais, y «Con las piedras, con el viento» (1950). Después, tras una estancia en Valencia, Hierro volvió a Santander y más tarde se instaló en Madrid.

Una de las facetas que, según dijo en alguna ocasión, le resultaban más gratificantes, fue la de su actividad como director y conductor de programas culturales en Radio Nacional de España.

Francisco R. Pastoriza
Profesor de la Universidad Complutense de Madrid. Periodista cultural Asignaturas: Información Cultural, Comunicación e Información Audiovisual y Fotografía informativa. Autor de "Qué es la fotografía" (Lunwerg), Periodismo Cultural (Síntesis. Madrid 2006), Cultura y TV. Una relación de conflicto (Gedisa. Barcelona, 2003) La mirada en el cristal. La información en TV (Fragua. Madrid, 2003) Perversiones televisivas (IORTV. Madrid, 1997). Investigación “La presencia de la cultura en los telediarios de la televisión pública de ámbito nacional durante el año 2006” (revista Sistema, enero 2008).

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