«Habría querido decirle que me consideraba un hombre decente, pero era demasiado tarde». Estas son las últimas palabras de Nat, el último personaje creado por John le Carré, sin duda el maestro de maestros de las novelas de espionaje. Espía en la vida real, y por lo tanto conocedor del sórdido mundo que entraña el inescrutable oficio a escala universal, Le Carré, personaje público bajo nombre secreto, se llamaba en realidad David Cornwell, y moría el 12 de diciembre de 2020 en la localidad británica de Cornualles a la edad de 89 años, víctima de una neumonía.
Un hombre decente puede considerarse su último testimonio, un a modo de testamento sobre el mundo del espionaje, si bien escribió novelas consideradas obras maestras del género, de las que se han vendido millones de ejemplares, algunas llevadas al cine. Obras como Llamada para el muerto, Un espía perfecto, El topo, El espía que surgió del frío, El honorable colegial o La gente de Smiley son algunas de sus obras.
Aunque pueda parecer extraño debido tanto al oficio como a los personajes a los que dio vida con la escritura, tipos sin escrúpulos unas veces, canallas a cual más en otras, Le Carré se consideraba a sí mismo como un hombre decente, aunque cueste creerlo. «La opción decente es algo que marca mi propia vida», llegó a decir en una ocasión. Posiblemente el título de su último libro tenga mucho que decir acerca de este aserto.
A través de sus 367 páginas, Un hombre decente nos introduce en un mundo de espías, espías dobles (los que trabajan secretamente para dos potencias, a las que han vendido sus servicios), personajes convencidos unas veces por las ideas políticas, o cabreados otras con las cosas que pasan, a veces en su propio país. Hombres, mujeres con un a modo de vida, con una apariencia ficticia que llevarán adosada a su cuerpo como una lapa, ya que le va en ello su propia vida, existencia. Muchos de ellos circulan por sus páginas, tipos que a veces serán rusos, otras norteamericanos, británicos o alemanes que, curiosamente, casi todos conocerán el idioma alemán, eso sí, en secreto, seguramente reminiscencias de sus tiempos de aprendiz del idioma de Goethe en Suiza…
Los tiempos de la llamada Guerra Fría harán acto de presencia en la obra, época de la que el autor tenía una gran experiencia, ya que sería reclutado en el año 1958 por el M15, los famosos servicios secretos británicos… Sin pretender destripar la obra que nos atañe, porque los libros se han escrito para ser leídos, y por lo tanto comprados, tengan cerca un bloc de notas para ir apuntando los personajes que aparecen en la misma para no perderse, al tiempo que los nombres de los tugurios o tapaderas que emplean para el ejercicio de su profesión…
En la vida real, Le Carré era un británico que tenía las cosas muy claras. Por ejemplo que, en su opinión, lo del Brexit ha sido una de las mayores animaladas que ha cometido su país. Le produjo tal indignación la salida del Reino Unido de la Unión Europea tras el referéndum de 2016, que le llevó precisamente a escribir esta su última novela. En su opinión, el llamado Brexit «Es sin duda alguna la mayor idiotez que ha perpetrado el Reino Unido desde la invasión de Suez en 1956», según explicaba hace un par de años en una entrevista.
Otra de las cosas que rechazaba el autor en la vida real fue la conocida como invasión angloestadounidense de Irak siendo a la sazón Presidente norteamericano George W. Bush, quien contaría con el apoyo del entonces Gobierno del Partido Popular siendo su presidente José María Aznar, y del entonces también primer ministro británico Tony Blair. Los tres políticos llegarían a ser conocidos como el Trío de las Azores, por su famosa foto en la isla portuguesa. Aquella guerra convertiría a Le Carré en un activo militante, llegando a entrevistarse con un preso en Guantánamo.
Se fue hace un par de meses el maestro del espionaje, de las novelas del suspense, pero su obra y vida quedan para el recuerdo. Será muy difícil saber dónde comenzaban las andanzas de sus personajes, que acababan en ocasiones mezclándose en la propia realidad. A decir verdad, después de sumergirse en sus vericuetos, uno cree que debe resultar muy difícil vivir con la «máscara» de un nombre ficticio, como diría su biógrafo, Adam Sisman. Algunos, como el maestro Le Carré, llegaron a conseguirlo…