Me gustaría preguntar al joven cantaor toledano Israel Fernández por su intención real al recrear la ópera flamenca para esta veterana Suma Flamenca, en esta edición dedicada «Al sur del sur». Dicho de otra forma, recrear un periodo que se desarrolló entre 1920 y 1955, conocido por razones de minimizar impuestos, como Ópera Flamenca. Y que al decir de algunos ni fue ópera ni fue flamenco.

Quizá fue una etapa necesaria para sacar al flamenco de los patios de vecinos, los cortijos, las ventas y los colmaos locales, sobre todo en la Baja Andalucía. Los cafés cantantes, plazas de toros y teatros se poblaron de espectáculos de varietés, entre los cuales se coló el flamenco más festero y la copla aflamencada. El mismísimo Silverio Franconetti abrió el primer café cantante de Sevilla. El cante jondo siempre estuvo desterrado de la ópera flamenca, salvo contadísimas excepciones.

Opera flamenca Granada 1915 cartel

Detrás de todo ello había un motivo: desterrar el hambre y la actuación amateur. Se abría la posibilidad de ejercer profesionalmente. Los gitanos lo explican muy bien: «Ya era hora de hacer lo que estaban haciendo los payos con nuestras músicas». Aunque solo fueran las festeras o aires populares.

De ahí que nos encontremos con ilustres jerezanos como Don Antonio Chacón o Manuel Torre, con los sevillanos Tomás Pavón, su hermana la Niña de los Peines y su marido Pepe Pinto. Incluso Valderrama y Marchena estuvieron por ahí. O guitarristas de la categoría de Don Ramón Montoya. Se trataba en muchos casos de trabajar con un caché, no por lo que quisieran darles. Y es triste, porque el flamenco, el cante grande estaba ahí, pero carecía de una categoría cultural que se ha ido construyendo al correr de los años, tras pasar por no pocos avatares.

Algo de esto quisieron reivindicar Falla y Lorca con su concurso de cante jondo de 1922 en Granada. No consiguieron de forma inmediata lo que se proponían, pero dejaron una semilla. El franquismo, en una primera etapa relegó el flamenco a lo más ínfimo, pero luego cambió de idea y lo promocionó, pero mal. 

Sin embargo, no es casual, que la ópera flamenca tuviera su fin en 1955, justo cuando empezaban a aparecer los tablaos flamencos, que dieron trabajo y categoría artística y profesional a grandes artistas. De los tablaos a su exportación a Europa y América, a los primeros festivales unos años después, y a la creación de instituciones tan importantes como la Cátedra de Flamencología de Jerez en 1958. 

Por eso me repregunto, ¿qué nos está queriendo decir Israel Fernández con esta resurrección de la Ópera Flamenca? ¿Es una reivindicación o una indagación de memoria histórica? Sucedió, fue consecuencia de un tipo de sociedad, y terminó porque estaba naciendo una conciencia flamenca con su merecida categoría. Desde ahí, hasta lograr ser Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad desde 2010. 

Israel Fernández volvió a demostrar su categoría como cantaor, tiene una voz de potencia envidiable y se nota que trabaja mucho su técnica vocal aplicada a los registros melódicos y armónicos flamencos. No podía estar mejor acompañado que por la guitarra jerezana y santiaguera de Diego del Morao, heredero de una saga de guitarristas, cuyo patriarca, Manuel del Morao aún sigue entre nosotros. Hizo guiños a la memoria de su padre Moraíto Chico. Tocó unas falsetas increíbles, creó pequeños conciertos entre tercio y tercio. Tuvo tanto protagonismo como el cantaor, para enriquecimiento del concierto. 

Israel, muy en clave de su espectáculo, se acompañó al piano un par de veces, aclarando que en esto es autodidacta. En una copla que hablaba de amores no correspondidos y en la Nana de Sevilla con letra lorquiana que acabó por los cuatro muleros, quizá como un guiño a Marchena.

Empezó por los fandangos más clásicos o naturales; alternó con copla por soleares y unos aires que venían directamente de Cuba. Tras su primer auto acompañamiento al piano, él y Morao clavaron unas seguiriyas en las que compartieron protagonismo al más alto nivel.

Pero donde realmente culminó el protagonismo del jerezano fue en las falsetas por guajiras. Parecía estar creando escuela, dentro de su escuela de Moraos. Después de la segunda interpretación al piano de Israel, llegó el remate de un extraordinario concierto con coplas por bulerías para a continuación poner la guinda por donde había empezado, por un recorrido por fandangos, en los que estuvieron acompañados por el compás de los hermanos Pirulo y Marcos Carpio, de traje y corbata. ¡Lo nunca visto! 

Quiero señalar algo que me pareció muy importante, porque el flamenco de hoy debe incluir gestos que van más allá del cante y toque, a utilizar recursos escénicos. Y esto lo tuvo muy en cuenta Israel Fernández. Siempre, al término de cada cante, se puso de pie e hizo el gesto de agradecimiento al público, tomándose su tiempo. Eso es también saber estar en escena.

Teresa Fernández Herrera
Algunas cosas que he aprendido a lo largo de mi vida. Soy Licenciada en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid, master en Psicología del Deporte por la UAM, diplomada en Empresas y Actividades Turísticas, conocedora de la Filosofía Védica. Responsable de Comunicación y Medios en Madrid de la ONG Internacional con base en India, Abrazando al Mundo. Miembro de la British Association of Freelance Writers. Certificada en Diseño de Permacultura. Trainer de Dragon Dreaming, metodología holística para el crecimiento personal, grupal y comunitario en el amor a la Tierra. Colaboradora en Periodistas-es y en las revistas Natural, Verdemente, The Ecologist para España y América Latina. Profesora de inglés avanzado.

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