
Era un clamor que recorría Bilbao, encogiendo el alma de los miles de bilbaínos que veinticuatro horas antes habían salido a la calle en la mayor manifestación que se recuerda reclamando a la banda terrorista ETA la liberación del joven concejal de Ermua.
«Han matado a Miguel Angel». Luego se hacía un silencio ante la impotencia de no tener respuesta a una esperanza truncada .
Yo iba en esa manifestación en compañía de la familia Zarraonandía. En la plaza de Moyúa se nos unió mi querido y añorado amigo José Luis López de la Calle. Desolado le dió un abrazo a Zarra: «Querido Telmo. Qué día más triste para un encuentro tan grato. Enhorabuena, estaré en el partido». Faltaba apenas un mes para que recibiera después de una espera de 42 años, el homenaje de su club del alma, el Athletic de Bilbao.
Llegamos al Ayuntamiento lleno de manos blancas que pedían a ETA la liberación de Miguel Ángel y nos despedimos de José Luis, quedando en vernos un día para contarnos cosas
Hablamos por teléfono, pero no volvimos a vernos hasta 1999. Nos encontramos haciendo el Camino de Santiago en la subida a O Cebreiro. Los dos llevábamos muchos kilómetros de cansancio y nos sentamos junto al albergue de Pereje. «Por aquí anda Cándido», dijo. Se refería el entonces secretario general de UGT, Cándido Méndez, quien también es un peregrino notable. Fue un rato largo en el que estuvimos distendidos.
José Luis hacía planes para un proyecto suyo de llevar el Camino de Santiago a la universidad del País Vasco durante los cursos de verano y charlamos un buen rato sobre lo que habíamos ido dejando atrás: Estábamos en la gloria, es lo que tiene el Camino, que te aísla del resto del mundo, sin hacer ningún esfuerzo.
En la conversación nos centramos en San Juan de Ortega, un punto del camino en el que dos veces al año se produce lo que llaman el milagro de la luz, que no es otra cosa que un rayo de luz equinoccial que aparece entre el 21 de marzo y el 21 de septiembre, y entra por la ventana del pequeño templo, alumbrando el magnífico baldaquino gótico y los hermosos capitales románicos
Nos despedimos esa tarde y volvimos a encontrarnos al llegar a Melide, justo en el punto en el que sobre una piedra alguien escribió un mensaje en memoria de Miguel Angel Blanco, ante el cual se detienen los peregrinos recordando a un joven al que sinnrazón de unos asesinos arrebató la vida, y no conformes con ello, profanaron sistemáticamente el panteón de Ermua, hasta que los padres decidieron trasladar sus restos mortales hasta el concello de A Meca, en Orense, de donde habían partido para el País Vasco, buscando una vida mejor. En la tierra que les vió nacer, fallecieron invadidos por la pena Miguel y Consuelo, quienes ahora descansan eternamente junto a su hijo
En la pequeña aldea tiene muy presente a Miguel Angel Blanco, y nunca faltan flores en la tumba del joven edil de Ermua