«Green Border», de Agnieszka Holland, una voz de la conciencia polaca

«Agnieszka Holland cuenta, en blanco y negro, el martirio de los migrantes, la generosidad de algunos desconocidos que intentan ayudarles, el inmundo cinismo del sistema. Se sale de la prueba sacudido, desencajado (…) El cine, en este caso, es el arma de la rebelión» (L’Obs)

Siguiendo con su trayectoria de buenas películas militantes y humanistas, la veterana cineasta polaca Agnieszka Holland («Europa, Europa», «Amarga cosecha», «In Darkness») ofrece una realista mirada en blanco y negro de la crisis de las migraciones de Europa del este, las discriminaciones y las barbaries que asolan el mundo.

Nacida en Varsovia en 1948, Agnieszka Holland plantea siempre cuestiones existenciales, especialmente sobre el futuro de esta Europa que cada vez se atrinchera más.

En el caso que nos ocupa, «Green Border[1]», película que hace el número dieciocho de su trayectoria profesional, Premio del Jurado en el Festival de Venecia, es una película que retrata, de manera tan excelente como sofocante, la época que nos ha tocado vivir.

«Green Border nos abre los ojos, habla al corazón y nos desafía a reflexionar sobre las decisiones morales que recaen todos los días en la gente común y corriente». Es una película muy dura, a imagen y semejanza de lo que sucede cada día en la Green Border, la frontera entre Polonia y Bielorrusia.

En el bosque entre Polonia y Bielorrusia, uno de los últimos bosques primitivos de Europa a la vez que monumental y traicionero, los refugiados de Oriente Medio y África que intentan llegar a la Unión Europea (UE) acaban atrapados en una crisis geopolítica, cínicamente diseñada por el dictador bielorruso Alexander Loukachenko. En un intento de provocar a Europa, los refugiados son atraídos a la frontera mediante una propaganda que promete un paso fácil a la UE.

Marionetas en esta guerra oculta, se cruzan las vidas de Julia, una activista recién reclutada que ha renunciado a su confortable vida, el joven guardia fronterizo Jan y una familia siria, emigrante clandestina que pretende reunirse con un pariente en Suecia.

Las autoridades aislaron a los medios de comunicación y a toda la ayuda humanitaria y médica. Muchos polacos estuvieron de acuerdo con estos métodos, y la Unión Europea tampoco protestó, satisfecha de que el problema se estuviera solucionando sin su implicación.

La película de Agnieszka Holland alerta sobre la suerte de los migrantes atrapados «en una barbarie que recuerda la lógica concentracionaria nazi» (Critikat) Pero, ante el sufrimiento y el miedo de personas inocentes, una gran parte de la población local y de los jóvenes activistas reaccionaron con humanidad, decidiendo que había que ayudar a esas personas.

«Green Border» –que habla de injusticia pero también de solidaridad- es la historia de esos sucesos, una obra de ficción que no inventa nada y que comienza en octubre de 2021, en el momento álgido de la crisis, cuando miles de migrantes, procedentes de Africa y Oriente Medio, afluían diariamente a la frontera polaco-bielorrusa.

«Green Border» es un fresco coral sobre un sistema podrido desde lo más alto, en el que el dictador Loukachenko, inamovible en Bielorrusia desde 1994, instrumentaliza la migración enviando a niños, mujeres y hombres a penetrar en Polonia, o lo que es igual en la Unión Europea y en el espacio Schengen; y los militares polacos ven a los migrantes que atraviesan su frontera como provocaciones que les envía su vecino y enemigo.

Un vecino que también se dedica a mostrar los efectos de su llegada sobre el terreno: personas desplazadas continuamente de una frontera a otra, abandonadas en los bosques hostiles y pantanosos de Podlaquia, una tierra de nadie entre dos muros de alambres de espino que vigilan guardias fronterizos y militares armados de perro y porras…

Una situación terrorífica que destina al anonimato a las personas que llegan hasta allí arrastrando una historia que no parece interesar a nadie, rehenes de importantes retos políticos que no tienen nada que ver con ellos.

En su estreno en Polonia «Green Border» ha levantado ampollas. A los dirigentes polacos, que se encuentran desde hace años entre los más reaccionarios, cuando no ultraderechistas de toda Europa, les ha escocido el retrato que la directora hace uno de los aspectos más sangrantes de la realidad del país: «Un panfleto vergonzoso y de mal gusto», según el cabeza de lista del partido nacionalista Derecho y Justicia, Jaroslaw Kaczynski. Equiparable a la propaganda nazi, para el ministro de Justicia, Zbigniew Ziobro.

No es la primera vez que Agnieszka Holland desafía el conservadurismo de su país y se convierte en el blanco de las quejas y los ataques del staff político: «A la deshumanización de los refugiados, (Agnieszka Holland) opone la cuestión de la complejidad de la acogida, el ‘delito de solidaridad’ –en Francia se han pronunciado condenas en su nombre- y la diferencia entre legalidad y equidad. Humanizar para no banalizar la violencia y los incesantes rechazos en la frontera» (L’Humanité)

  1. «Green Border» estará en la cartelera madrileña a partir del próximo viernes, 14 de junio de 2024.
Mercedes Arancibia
Periodista, libertaria, atea y sentimental. Llevo más de medio siglo trabajando en prensa escrita, RNE y TVE; ahora en publicaciones digitales. He sido redactora, corresponsal, enviada especial, guionista, presentadora y hasta ahora, la única mujer que había dirigido un diario de ámbito nacional (Liberación). En lo que se está dando en llamar “los otros protagonistas de la transición” (que se materializará en un congreso en febrero de 2017), es un honor haber participado en el equipo de la revista B.I.C.I.C.L.E.T.A (Boletín informativo del colectivo internacionalista de comunicaciones libertarias y ecologistas de trabajadores anarcosindicalistas). Cenetista, Socia fundadora de la Unió de Periodistes del País Valencià, que presidí hasta 1984, y Socia Honoraria de Reporteros sin Fronteras.

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