«Gladiator II» : cuando todos los caminos llevaban al Coliseo

No soy muy amiga de las películas épicas pero en «Gladiator II» he visto una superproducción muy cuidada, una historia un poco farragosa pero que en realidad no importa, una descripción convincente de un sistema en ruinas que hace aguas por cada uno de sus poros, que se agota sin necesidad de que le empujen, y una interpretación que no siempre está a la altura del proyecto (por ejemplo, en el caso de la mujer).

Realizada -como el primer Gladiator de hace veinticuatro años ganador de cinco Oscar- por el británico Ridley Scott (legendario autor de éxitos planetarios como «Alien», «Blade Runner», «Napoleón» o «Todo el dinero del mundo»), en esta segunda, y probablemente no última entrega de la saga, continúa la epopeya de poder, intriga y venganza ambientada en el sugestivo escenario de la Antigua Roma.

Entre fidelidad y libertad histórica, y fantasía digital en la creación de detalles (ejércitos, ambiente, vestuario…), Lucio, años después de presenciar como su tío asesinaba a su padre, el admirado general Máximo, fiel apoyo del emperador Marco Aurelio en cuyo nombre ha ganado batalla tras batalla-, quien siendo niño escapó de la destrucción de su familia, ha sido capturado en el antiguo reino africano de Numidia por un traficante de esclavos que lo lleva a Roma, donde su talento guerrero le vale para engrosar el núcleo de gladiadores del Coliseo: toda una delicia para los emperadores Geta y Caracalla, pareja de histriónicos hermanos tiranos, y un entretenimiento para el pueblo romano habituado a los tratamientos a base de «pan y circo».

Impulsado por una furia que tiene mucho de venganza, Lucio rememora su pasado y las glorias familiares para encontrar la fuerza que necesita para devolver al pueblo la gloria perdida de Roma.

Fábula épica de corte shakespiriano sobre la esperanza y la nimiedad del poder en un régimen decadente, última por el momento representante del género «de romanos» -casi tan hoolywoodiano como el western-, con 86 años cumplidos el director Ridley Scott ha elegido para este «Gladiator II» al actor irlandés Paul Mescal (revelación en la serie «Normal People», «Aftersun») como el gladiador estrella que da la réplica a Pedro Pascal («Extraña forma de vida, Freaky Tales»), Denzel Washington (espléndido como Marcinus, un maquiavelo con péplum, jefe de los gladiadores del Coliseo), Joseph Quinn («Stranger Things», «Juego de Tronos»), Fred Hechinger («La mujer en la ventana», serie «Fear Street»), Lior Raz («Operación Final»), Derek Jacobi («Hamlet», «Enriue IV») y Connie Nielsen, de nuevo en el papel de Lucila, la viuda del general Máximo y madre del gladiador.

Fascinante en su espectacularidad, con un presupuesto que –según distintos medios-ha superado los 310 millones de dólares, «Gladiator II[1]» ofrece casi todo lo que puede dar de sí una pantalla gigante: batalla naval, decorados grandiosos, combates dantescos y una reflexión política sobre una época a la que no cuesta nada encontrar parecidos actuales: aquel Imperio rmano puede tan bien encarnar la Alemania de los nazis como la URSS totalitaria e incluso lo que muchos pensamos que van a ser los próximos Estados Unidos bajo la sombra del negacionismo, el machismo y el imperio de la banda del rifle.

Prácticamente lo mismo que explicaba el realizador Francis Ford Coppola ante la prensa que en el último Festival de Cannes asistía a la presentación de «Megalópolis», su última película sobre un Nueva York futurista. «Hoy Estados Unidos es Roma. Está a punto de vivir la misma experiencia por las mismas razones que Roma perdió su República y se encontró con un Emperador».

Hace casi veinticinco años, el consagrado cineasta Ridley Scott revitalizó y reinventó un género cinematográfico con «Gladiator», una epopeya histórica que recaudó más de 465 millones de dólares en todo el mundo, convirtiéndose en la segunda película más taquillera del año 2000, que además catapultó a la fama a su protagonista, Russell Crowe.

Candidata a doce Oscar, ganó cinco incluido el de mejor película. Dos décadas después, Gladiator II vuelve a mostrarnos a un heroico guerrero que se enfrenta al poderío del Imperio Romano en nombre de la fuerza y el honor.

«Al hacer una película de esta envergadura se desatan muchas emociones», dice Scott Ridley: «Se vive con mucho estrés».

El viaje que la película original recorrió hasta llegar a la gran pantalla comenzó hace más de veinte años, cuando el productor Douglas Wick recibió una fascinante investigación que describía cómo todos los caminos de la antigua Roma conducían al Coliseo. «Emperadores y esclavos, políticos y plebeyos vitoreaban el sangriento espectáculo con una entrega que podía cambiar literalmente el curso del imperio», explica Wick.

Wick se puso en contacto con la productora DreamWorks, a quien le encantó la perspectiva de reinventar los péplum para una nueva generación, y el estudio compró la idea argumental, no desarrollada por escrito, del guionista David Franzoni. Wick desarrolló un borrador con DreamWorks y a continuación presentaron la idea a Scott. Y el resto es historia.

«Gladiator II» puede verse en los cines de Madrid a partir del viernes 15 de noviembre de 2024.

Mercedes Arancibia
Periodista, libertaria, atea y sentimental. Llevo más de medio siglo trabajando en prensa escrita, RNE y TVE; ahora en publicaciones digitales. He sido redactora, corresponsal, enviada especial, guionista, presentadora y hasta ahora, la única mujer que había dirigido un diario de ámbito nacional (Liberación). En lo que se está dando en llamar “los otros protagonistas de la transición” (que se materializará en un congreso en febrero de 2017), es un honor haber participado en el equipo de la revista B.I.C.I.C.L.E.T.A (Boletín informativo del colectivo internacionalista de comunicaciones libertarias y ecologistas de trabajadores anarcosindicalistas). Cenetista, Socia fundadora de la Unió de Periodistes del País Valencià, que presidí hasta 1984, y Socia Honoraria de Reporteros sin Fronteras.

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