A veces caen en manos del lector libros que llegan, recomendados o por casualidad, para descubrir a escritores cuya existencia era hasta entonces absolutamente desconocida. Es el caso de Franziska zu Reventlow (1871-1918), una novelista alemana de la que la editorial Firmamento acaba de publicar «Apuntes del señor Dama».
Reventlow, cuyo nombre completo era Fanny Liane Wilhelmine Sophie Auguste Adrienne, adoptó el apellido literario Reventlow por ser hija de los condes del territorio que lleva este nombre. Sin embargo no estaba de acuerdo con el modo de vida elitista de su familia de aristócratas prusianos ni con su deriva ideológica.
Creció en el castillo de Husum, en el mar del Norte, pero cuando se hizo mayor de edad en 1893 abandonó la familia y rechazó todos sus privilegios.
Era feminista, partidaria de la libertad sexual y crítica con la institución del matrimonio. Se casó, sin embargo, con el escritor Walter Lübke (sólo duró tres años) y se instalaron en Munich, donde frecuentó los círculos literarios de la bohemia muniquesa y conoció al poeta Rainer María Rilke, quien le escribía versos.
Después de divorciarse se trasladó a Suiza para librar a su hijo Rudolf del servicio militar. Lo hizo remando en un bote con el que cruzó clandestinamente el lago Constanza. Rudolf tuvo que ir finalmente a la guerra (sobrevivió a la carnicería del Somme) y también participó en la guerra civil española como integrante de las Brigadas Internacionales.
En Suiza Franziska se volvió a casar, esta vez con el barón ruso Alexander von Rechenberg-Linten, para solucionar su precario estado económico, pues estaba al borde de la miseria: sus escritos no se vendían y sus padres, el conde Ludwig zu Reventlow y la condesa Emilie zu Rantzau la habían desheredado. Había llegado a prostituirse en un burdel de lujo. El nuevo matrimonio le salió mal porque su marido la abandonó al saber que se había liado con su padre, un antiguo embajador del zar en Madrid.
Franziska lo hizo con la esperanza de que a su muerte le dejase su fortuna, pero resultó que estaba arruinado. Después de escribir para varias revistas y periódicos («Simplicissimus», «Frankfurter Zeitung») publicó su primera novela en 1903, «El largo adiós», y luego otras tres, todas sin mucho éxito.
Murió en 1918 en Locarno a causa de un accidente de bicicleta. Sobre ella se escribieron algunas biografías, la más reciente (2018) la de Kerstin Decker.
Un texto inclasificable
En España se publicaron hace años dos de sus novelas, «El largo adiós» y «El complejo del dinero», y ahora llega «Apuntes del Señor Dama», un texto inclasificable que es una agria crítica a la sociedad alemana del periodo de entreguerras, desde el ámbito bohemio del barrio literario de Schwabing, donde había vivido la autora.
La estructura es muy original: el joven señor Dama (se avergüenza de su nombre cada vez que tiene que presentarse), de buena familia y de educación exquisita, entrega a dos personas, a las que conoce durante una travesía por mar, un manuscrito deslavazado con sus impresiones sobre las experiencias vividas en Europa con los integrantes de una extraña comunidad.
Los escribió con la esperanza de hacer con ellos una novela de éxito, pero al fin concluye que en realidad no tienen mucho valor. Los receptores pueden hacer con ellos lo que quieran: destruirlos, regalarlos o publicarlos. Cuando llegan a puerto el joven embarca en un tren que descarrila y muere en el accidente.
Los receptores del texto lo entregan tal cual a un editor para que valore su contenido, añadiendo algunas notas de su autoría.
El distrito en el que se había instalado Dama era el de Wahnmoching (en realidad el barrio bohemio muniqués de Schwabing, donde vivió la escritora), donde están proscritas la razón y la claridad, por ser nocivas, y se prefiere la oscuridad mística.
En un Círculo bohemio al que acude con frecuencia conoce a una serie de personajes a cuál más extravangante: el Dr. Sendt, el profesor Hofmann, el filósofo Delius, el rabino y la judía proselitista Jadwiga y otras dos mujeres, la poeta Susanna y María, una novelista en ciernes. Practican rituales enigmáticos a través de los que pretenden adivinar el carácter de las personas palpando algunos de sus objetos, interpretando los sueños y anunciando la próxima llegada de lo que llaman una luminaria de sangre (en eso no iban descaminados). Su objetivo final es llegar a hacer magia real.
Durante el carnaval viven en una permanente actividad, participando diariamente en bailes de disfraces, bacanales, orgías y «fiestas cósmicas», que ocupan toda la noche y llegan hasta el amanecer, a las que acude mucha gente y hay una mezcla caótica de disfraces, músicas, ruidos, alegres desfiles y altercados que desembocan en turbulencias dionisiacas y enfrentamientos, causados sobre todo por celos.
Cuando el carnaval termina, después de los intensos frenesíes báquicos, la vida se paraliza, todo Wahnmoching se sume en un profundo letargo parecido a la muerte y poco a poco todos los personajes, desconcertados, van abandonando el lugar y desapareciendo, a pesar de lo cual quienes deciden quedarse anuncian la llegada de grandes señales y prodigios.
Entre quienes le aconsejan que se marche de Wahnmoching y los que le piden que forme parte de un nuevo Círculo, el señor Dama decide abandonar el distrito y volver a su patria en el barco que hace la travesía con la que comienza el relato.
Metáfora de la situación y de los enfrentamientos y diferencias entre la intelectualidad alemana del barrio de Schwabing, sede de poetas, pintores, escritores, músicos y artistas durante los primeros años del siglo veinte (un Montmartre alemán), los nombres ficticios de la novela ocultan los verdaderos de personalidades, como el mago esotérico Alfred Schuler, el filósofo Ludwig Klages (fue amante de Franziska), el poeta Stefan George (también fue su amante), el ilustrador Alfred Kubin, María Römermann o los escritores Franz Hessel y Friedrich Huch.