Macron y la derecha francesa han descubierto con estupor en la actual legislatura la democracia parlamentaria, pues a diferencia del precedente mandato presidencial, el jefe del Estado no dispone de mayoría absoluta en la Asamblea Nacional. Los diputados LREM «godillots», también llamados «play móbil» que aprobaban sin discusión las decisiones del presidente monarca están ahora muy desorientados.
La sesión parlamentaria terminó el pasado 7 de agosto y reanudará sus trabajos el 3 de octubre, ya que la sesión extraordinaria prevista para septiembre ha sido anulada, según anunció el ministro encargado de relaciones con el parlamento.
La izquierda parlamentaria agrupada en la Nupes (Francia insumisa, socialistas, comunistas, ecologistas y alter mundialistas) se ha revelado como la única oposición al gobierno minoritario de Emmanuel Macron y su primera ministra Elisabeth Borne. La Nupes ha probado con sus 151 diputados lo que significa ser una oposición que se opone. La izquierda parlamentaria ha mostrado su peso y su energía, aun cuando sus propuestas han sido rechazadas por la tácita alianza de la derecha y los neofascistas.
Sin embargo, una clarificación política muy saludable ha tenido lugar.
Primero: por fin existe una izquierda parlamentaria con un peso considerable, con un programa preciso de ruptura con el neoliberalismo y sus políticas de austeridad y de injusticia social.
Segundo: Con sus múltiples iniciativas, mociones e intervenciones en el parlamento han probado que el minoritario Macron ha logrado votar sus proyectos de ley gracias al apoyo de la derecha y de los neofascistas. Los mismos que pretendía combatir en la pasada elección presidencial. Una vez más el rey está desnudo.
La alianza de Macron con los neofascistas se ha confirmado en el parlamento. El presidente juega a aprendiz de brujo al abrir las puertas de la «normalización política» a un partido fascista, que le sirve hoy de seguro de vida. Cabe preguntarse si esa alianza tácita entre Macron, la derecha LR y la ultraderecha se mantendrá en los próximos cuatro años de legislatura, o si en un momento u otro se producirá un retorno a las urnas.
El neoliberalismo y los neofascistas convergen en la defensa de los privilegios de la élite en el poder. Juntos han votado contra el aumento del salario mínimo a 1500 euros, contra todo aumento salarial, contra el bloqueo de precios para controlar la inflación y la especulación, contra un aumento digno de las pensiones de los jubilados. Juntos han votado también por la supresión de la «redevance», impuesto que permite en Francia la financiación del servicio público audiovisual y que era hasta la fecha un símbolo de su independencia editorial.
La denominada ley «pouvoir d’achat» (poder de compra) aprobada con el apoyo de la ultraderecha, es en realidad una farsa que esconde una política de limosnas a los más necesitados, sin control alguno, y excluyendo todo aumento salarial. Las medidas gubernamentales no compensan el alza de la inflación que era en julio del 6’1 por ciento. La baja del salario mensual de base es del tres por ciento con respecto al incontrolado aumento de precios. El «alza» anunciada de las pensiones es inferior al actual nivel de inflación. El poder de compra de los franceses se ha reducido. La ceguera neoliberal de Macron y sus amigos del CAC 40 conducirá inevitablemente a una explosión social.
La oposición de izquierdas y la excelente actividad de sus diputados ha permitido en todo caso denunciar la hipocresía gubernamental y clarificar quién en la Asamblea nacional lucha por un generoso reparto de la riqueza y quien defiende los privilegios de una casta en el poder, que desprecia al pueblo francés y afirma cada día: Haced lo que digo y no lo que hago.
Es evidente no obstante, que la muy necesaria lucha de la izquierda en el parlamento para ser eficaz deberá ir acompañada desde el mes de septiembre por una consecuente y masiva movilización sindical y social, para impedir la nefasta política antisocial de Macron y de sus aliados. Solo una gran movilización social puede hacer retroceder a las multinacionales y la patronal que dictan su política al presidente.
En plena canícula estival y cuando los incendios destruyen los bosques en Francia, la política ecológica del gobierno Macron consiste en dar buenos consejos a la población, para hacer economías de energía, mientras los jets privados y los yates de sus amigos millonarios contaminan el planeta, y el presidente monarca venido a menos pasa sus vacaciones practicando el jet ski.
Los bomberos que combaten los incendios a los que el gobierno y su policía apalearon meses atrás cuando reclamaban mayores medios y aumentos salariales, son ahora calificados de «héroes de la nación». La misma y cínica mentira que Macron utilizó con el personal sanitario durante la pandemia y que ahora ignora prosiguiendo su deliberada política de destrucción del hospital público.
La inconsistencia política de LREM (aconsejados por McKinsey) y de los micro partidos que le rodean, el desconcierto del LR (el muy debilitado partido de la derecha tradicional, antaño gaullista) y la patética presencia de los neofascistas del RN en el parlamento, es sin embargo compensada por la febril actividad del que aparece como el más activo defensor del actual sistema neoliberal: esa prensa dominante en manos de un grupo de oligarcas, cuyos «editócratas» defienden cada día con uñas y dientes los privilegios de la corte frente a toda idea crítica o disidente.
Desinformación y difamación son hoy moneda corriente en las mal llamadas cadenas de información continua, en las televisiones y radios privadas que descalifican toda voz crítica contra el gobierno. La telebasura se ha extendido al mundo de la «información», y nunca antes en esta Francia democrática hemos asistido a un nivel tan elevado de mentirosa propaganda y de desinformación.
El sector público audiovisual no escapa tampoco a esa tendencia y la actual supresión de la «redevence» anuncia por desgracia tiempos aún peores.
El olor nauseabundo del revisionismo histórico fascista se extiende en el seno de la prensa y la televisión francesa. Valeurs actuels, Le Figaro, CNews…. Todos los que animaron la farsa de la campaña electoral del ultraderechista Eric Zemmour prosiguen su trabajo ideológico de revisionismo histórico y de difamación.
Recientemente el diario Le Figaro ha abierto sus páginas a una «periodista» que, ignorando la realidad histórica, expone las teorías revisionistas de los fascistas sobre el origen de la guerra civil española. Vergonzosa prensa la que insulta la memoria de los republicanos españoles (republicanos, católicos vascos, catalanistas, socialistas, comunistas, anarquistas o trotskistas) que lucharon contra el fascismo y contra Franco en España y que siguieron su lucha en Francia contra la ocupación nazi alemana. Alguien debería explicarle a esa señora la historia de la Nueve.
Hasta hace poco las declaraciones de esa «periodista» estaban consideradas en Francia como una «apología de crímenes fascistas», espero que siga siendo el caso, si estamos todavía en un Estado de derecho.
La responsabilidad de los periodistas honestos en esta crisis mundial de la democracia, con proliferación de dictaduras y regímenes autoritarios, es enorme para definir bien las ideas y los conceptos. Sin prensa libre no hay democracia posible. ¡Libertad para Julian Asange!