El título de esta crónica es algo así como la formulación de uno de esos deseos que, según la tradición, cada ser humano pronuncia en estos momentos tan simbólicos en que pasamos de un año al otro. El subtítulo es el resumen del propio mandato presidencial.

La presidencia de Emmanuel Macron llega a su fin y su reino habrá estado marcado por una gestión desastrosa y liberticida de la pandemia del covid, pero también y sobre todo por una política económica antisocial en beneficio de la finanza internacional, así como por una brutal represión policial y jurídica de toda protesta social y sindical.
 
En su patético discurso de fin de año, boicoteado por numerosos franceses, el rey desnudo trazó un idílico balance de su acción presidencial que no corresponde en absoluto a la realidad que vivimos. Sus cortesanos en el Elíseo y en ciertos medios de comunicación se han esforzado por convencernos de que iba bien vestido, aunque como en el célebre cuento la repetición de la mentira no se transforma en verdad.
 
En el discurso electoral de un presidente en ejercicio que no tuvo ni siquiera la honestidad de anunciar la candidatura a su propia sucesión, Macron se encerró en la «negación» de sus errores y falsas promesas, desconectado o vacunado contra la más evidente realidad.
 
Pero cuando empezaba a escribir esta crónica, la gota de agua que ha desbordado el vaso del desprecio y la arrogancia presidencial ha llegado este martes 4 de enero, con una entrevista de Macron al diario Le Parisien. 
 
Mientras en la Asamblea Nacional los diputados de izquierdas (Francia Insumisa) se oponen a la aprobación del liberticida «pasaporte de vacunación», el jefe del Estado ha declarado que tiene la intención de «joder» (emmerder) a los franceses no vacunados y que está dispuesto a hacerles la vida imposible.
 
La sesión parlamentaria ha sido interrumpida a raíz de esa declaración indigna de un presidente de la República, que debe ser «el presidente de todos los franceses», y que con sus palabras echa leña al fuego de la fractura social, y pone en tela de juicio las libertades democráticas del Estado de derecho. El primer ministro Jean Castex ha sido convocado por los parlamentarios para que explique esa declaración presidencial.
 
Las reacciones de condena de la declaración presidencial no se han hecho esperar desde la izquierda a la derecha, a excepción evidentemente de los vasallos del rey desnudo.  
 
El objetivo de Macron cada vez más minoritario y acorralado frente a la opinión pública, es el de gobernar mediante la amenaza y el miedo, tomando como pretexto la pandemia del covid.  
 
Macron ha optado por la estrategia del enfrentamiento, la provocación, la división y la violencia, que no conducirá sino a engendrar violencia. Un texto de ley que se propone «joder» a los no vacunados, no es digno ni de un presidente, ni de un parlamento democrático. 
 
La «neo lengua» oficial que Orwell describía con talento en «1984», se ha convertido en estos cinco años de poder macronista en una regla general a todos los niveles del poder ejecutivo y de su mayoría parlamentaria LREM. 

Los escándalos y conflictos de interés se han multiplicado en total impunidad (de Bayrou a Benalla, Agnes Bouzyn y un largo etc.), sin provocar nunca la sanción ni la dimisión de los interesados. Algo nunca visto hasta la fecha con tal intensidad en esta Quinta república francesa, cuyas instituciones han probado de forma flagrante sus límites antidemocráticos.
 
De la aplicación constante del articulo 49/3 en el Parlamento, muy practicado también por gobiernos anteriores, que bloquea el debate parlamentario, Macron y su mayoría de «godillots», han dado un paso cualitativo muy peligroso para la democracia francesa: la instauración de un Estado de urgencia sanitario, y de un Consejo de Defensa que ha otorgado plenos poderes a una sola persona: el presidente monarca Emmanuel Macron.
 
Habíamos asistido ya con Sarkozy y Hollande y sobre todo con la «ley trabajo» a la negación de los necesarios contrapoderes sindicales en toda democracia. La criminalización de la acción sindical y la violenta represión iniciada por Valls como primer ministro, fue conducida hasta el final por Macron presidente, tanto contra los sindicatos como contra el movimiento espontáneo de los «chalecos amarillos».
 
El presidente de los ricos, cuya primera acción simbólica fue suprimir el ISF, impuesto sobre la fortuna que pesaba sobre la difícil existencia de los pobres multimillonarios, no ha cesado un instante – a pesar de haber dicho todo lo contrario al comienzo de la pandemia- de aplicar una política antisocial.
 
De la ley trabajo a su tentativa fracasada de jubilación por puntos, su penalización y disminución de la remuneración del seguro de desempleo, su política contra la inmigración y el asilo político, su voluntad de destruir y privatizar los servicios públicos, o sus medidas «sanitarias» liberticidas, destinadas a mejor controlar y dividir entre sí a los franceses. Tal fue la política de Macron.
 
El uso diario de la neo lengua, que consiste en decir cada día lo contrario de lo afirmado el día anterior, se ha extendido como método de gobierno dictado por el monarca presidente, sin posibilidad de acción de los contrapoderes democráticos.
 
En el espinoso tema de la sanidad pública destruida poco a poco por las sucesivas políticas neoliberales, Macron ignoró primero las incesantes huelgas del personal sanitario y afirmo «no disponer de dinero mágico». A continuación, atrapado por la pandemia, aplaudió con hipocresía a ese mismo personal y aceptó conceder algunas limosnas, perdón le llaman primas, lo que no significa aumento salarial general. A renglón seguido, con su política liberticida impuso el pase sanitario y una disfrazada vacunación obligatoria, atacó y vilipendió a ese mismo personal sanitario.
 
Mas le valdría a Macron en vez de «joder» a los no vacunados, «joder» a todos sus amigos que alimentan con sus millones los paraísos fiscales, escapando a Hacienda y contribuyendo a la destrucción de los servicios públicos en este país.
 
Tras haber prometido cambiar su política industrial dependiente de la mundialización, como se vio en el caso de las mascarillas o de material sanitario en Francia, Macron ha proseguido su política de destrucción del hospital público, sin contratación de personal ni desarrollo masivo del sector público sanitario. Los cierres de servicios y del número de camas disponibles en los hospitales públicos muestran la realidad de esa ciega ideología neoliberal.
 
En este 2022 que empieza, se juega el futuro democrático de Francia, a cien días de la elección presidencial del mes de abril, la campaña electoral ha empezado ya bajo la amenaza de medidas liberticidas con pretexto de pandemia.
 
La tentación totalitaria recorre Francia, como Europa y las grandes potencias del planeta, esperemos que aquí logremos hacer respetar el sufragio universal y que una amplia participación electoral nos permita salir del ciego neoliberalismo económico autoritario que se encuentra cada vez más cerca del totalitarismo político.
 
Otro mundo es posible, aunque no será tarea fácil. En Francia la izquierda ha sido debilitada por la política de derechas de la socialdemocracia que ha conducido a la explosión del Partido socialista. La candidatura de Jean Luc Melenchón con la Unión Popular es la única que puede todavía crear una dinámica electoral de izquierdas en la primera vuelta. Pero este será el objeto de otra crónica.  Feliz 2022 a todos.

Julio Feo Zarandieta
Periodista profesional en Francia desde 1976. He trabajado durante 35 años como periodista (Responsable de edición y critico de cine) en el servicio en castellano de Radio Francia Internacional. Pero también como corresponsal en París de diversos diarios y semanarios españoles y critico en Cine Classics (canal plus). Jubilado desde el 2013, escribo ahora en Periodistas en español y en Aquí Madrid. Miembro del Sindicato Francés de la critica de cine y de Fipresci, he cubierto numerosos festivales de cine internacionales, muy especialmente Cannes y San Sebastián. Militante antifranquista en los años sesenta, resido en Francia desde 1974, fecha en que me acordaron el asilo político. Hoy en día tengo la doble nacionalidad hispano francesa.

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