La octava edición de Flamenco on Fire ha sido un fiel reflejo de la diversidad implícita en su lema «¿Qué es flamenco?» Una pregunta que parece dirigida a la subjetividad de cada espectador, medios incluidos. La respuesta está no solo en la cuota de asistencia a los diversos espectáculos; también en el aforo de cada uno de ellos, Auditorio Baluarte, Ciudadela, Palacio de Ezpeleta, Civivox Condestable y balcón del ayuntamiento.
De mayor a menor, el Auditorio Baluarte, el espacio dedicado a los espectáculos estrella de cante con acompañamientos de lujo, más el ballet de Manuel Liñán; el espacio Ciudadela, al aire libre, dedicado a la heterodoxia más extrema si se piensa en flamenco o simplemente en otras músicas que nada tienen que ver con el flamenco, aunque en honor al lugar en que actuaban le hayan dedicado un guiño más o menos perceptible. Palacio Ezpeleta, Plaza del Ayuntamiento y Civivox Condestable. Generalmente, salvo excepciones, con entradas agotadas en ese cincuenta por ciento de reducción por medidas sanitarias.
El 29 de agosto, el festival cerró con la cantante Concha Buika, ecuatoguineana nacida en Mallorca de padres exiliados políticos. Buika estuvo acompañada por un equipo instrumental que añadió un plus de categoría al concierto. La guitarra de Josemi Carmona, el trombón de Santiago Cañada, -que hizo solos memorables- el bajo de José Ronkio y la percusión de Ramón Porrina. La definición de este concierto podría ser, «cómo se construye un gran espectáculo alrededor de una voz potente, grave y desgarrada, con un excelente diseño de efectos lumínicos y un grupo de músicos que le aportaron alma».
Ella es una cantante de flamenco jazz, jazz, pop y música latina. Disfruta de una merecida fama internacional, cuenta con un Grammy, ha pasado largas temporadas en Estados Unidos dando conciertos. En el Baluarte el guiño al flamenco se limitó a una copla muy antigua, La Salvaora. El resto fue por boleros muy conocidos y alguna ranchera, y mucha, muchísima comunicación con el público como parte del espectáculo.
Buika es una cantante que sin duda merece actuar en el Baluarte, pero la pregunta que quedará para siempre sin contestar es por qué desapareció la Orquesta Sinfónica de Navarra con actuación solista de algún artista flamenco de rango internacional en el cierre del festival, como ha sido habitual en las siete ediciones anteriores. Hay más preguntas, por ejemplo, porqué Buika no actuó cualquier otro día. En ausencia de la orquesta, por qué no cerraron el festival Pansequito, Antonio Reyes e Israel Fernández con sus guitarristas de fama internacional (con otro formato de concierto).
Los artistas que actuaron en el magnífico espacio escénico de la Ciudadela a partir de las 6.30 de la tarde y no las seis como decía el programa. Frank Maza como telonero del Niño de Elche y Big Lois como el de Juanito Makandé. La excepción, el Niño de Elche, quien a pesar de su heterodoxia, es un gran cantaor flamenco. Lo demostró tanto en la Ciudadela como en su actuación en el balcón del ayuntamiento en compañía de Raúl Cantizano.
Los demás se dedican claramente a otras músicas. Aquí hicieron sus guiños, incluso de cantes flamencos en el caso del coro de cantantes femeninas de Frank Maza, entre ellas Alana Sinkëy y Miriam Latrece, adaptados a sus músicas. ¿Qué nombre le damos a esto, flamenco fusión, nuevo flamenco, flamenco futuro, música urbana, mezclas musicales?
Big Lois acompañado de Piraña en percusión y de Frank Maza, estuvo unos escasos veinte minutos en escena. Larguísimo intervalo hasta que comenzó el concierto de Juanito Makandé acompañado por la guitarra de Fran Cortés, la trompeta de Enrique Rodriguez, el contrabajo de Antonio Cuenca y a los teclados Josep Pou. El público es sabio. Poca gente en los primeros conciertos -Frank Maza y Big Lois- y lleno total en los de El Niño de Elche y Juanito Makandé.
Los conciertos en el jardín del palacio de Ezpeleta eran de ocho a nueve de la tarde con temperaturas de doce grados, es decir, frío. Nosotros, en los tres últimos días que estuvimos en Pamplona, tuvimos el privilegio de ver y disfrutar de la guitarra flamenquísima y mestiza de Rycardo Moreno con Ané Carrasco en la percusión, (ver crónica anterior) al cantaor jerezano David Carpio acompañado de la guitarra de Francisco Vinuesa; y al gran Diego del Morao acompañado por el cajón de Piraña, quien llegó corriendo y tarde desde su actuación con Big Lois en la Ciudadela, sin cambiar la vestimenta de vaqueros rotos y camisa amarillo fosforito. Desentonó y cómo en el concierto de Diego del Morao. ¿Se tarda tanto en cambiarse un pantalón y una camisa? Al siempre elegante Diego, vestido de impecable traje gris, se le notó algo incómodo. El concierto estuvo a la altura del jerezano, que deleitó con hermosos recuerdos para su saga, Moraíto y Moraíto Chico .
Tres conciertos, en los que como siempre los artistas del triángulo Jerez, Lebrija y Utrera, brillaron con luz propia, con flamenco actual, pero auténtico flamenco. Una delicia a pesar del frío.
Los conciertos de Civivox Condestable se han hecho eco de la diversidad de esta edición. La gran novedad fue la presencia de Juanjo Navas y Enrique el Vaca, cantaor y guitarrista vascos. Enrique es de guitarra española, bien adaptada aquí al acompañamiento –muy discreto- del cantaor, vasco por los cuatro costados.
Su cante es muy técnico, muy bien aprendido, sin duende, porque el duende no habita tan al norte; falta el contagio ambiental del sur, donde todos son familia, vecinos, amigos, piña, que han mamado el flamenco desde la cuna. Se agradece el esfuerzo y la vocación que supone para un vasco ser cantaor. Juanjo Navas, de Bilbao, está considerado como el mejor cantaor actual del norte de España.
Cerró el ciclo del Condestable el joven tocaor alicantino Yerai Cortés, quien empezó a tocar la guitarra en casa, guiado por su padre guitarrista no profesional y su madre una entusiasta del flamenco. Se ha hecho en los tablaos de Madrid y acompañando por el mundo a artistas de fama internacional.
Y después no ha parado de crecer en el toque y en la composición, en espectáculos como Flamenklórica de Vanesa Coloma. Estuvo muy bien en su concierto solista en el Condestable, donde hubo composiciones suyas de gran jondura. Le vemos en unos años, -ahora tiene veintiséis,- como gran maestro de la guitarra flamenca.
También pasó por el Palacio de Ezpeleta la víspera de mi llegada a Pamplona, la cantaora de ilustre saga jerezana Dolores Agujetas acompañada por la guitarra de otro jerezano de pedigrí histórico, Domingo Rubichi. La crítica los ha mimado una vez más. Ambos despiertan pasiones dondequiera que van.
El 25 de agosto se presentó en el Teatro Gaztambide de Tudela el cantante Rafael Ojeda Falete en un concierto titulado Prefiero ser así. Derrochó personalidad y carisma y entendió perfectamente cómo hay que actuar en un gran festival flamenco. Él mismo lo dijo: «No es una cuestión de peñas o de circuitos minoritarios». Y qué voz, al cantar y al hablar.
El 26, abrió los conciertos del Auditorio Baluarte de Pamplona, Niña Pastori con su Gira 25 años. Agotó entradas, pero por lo que he oído, no cameló.
El 31 de agosto, en rueda de prensa de los directores del festival, autoridades y colaboradores como Gaz Kalò –Federación de Asociaciones Gitanas de Navarra- mostraron su satisfacción por la acogida del público y resultados económicos, -teniendo en cuenta la reducción de aforos– de la octava edición de Flamenco on Fire.