Por fin La Lupi ha traído Épicus a la escena madrileña con todos los honores del Festival Flamenco Madrid, Sala Guirau de los Teatros Fernán Gómez, con cariñosa presentación del director del festival, Ángel Rojas.
Nunca un título estuvo más justificado. Épicus, que merecería ser Épica, es La Lupi en persona. Un espectáculo hecho a su medida, para su exclusivo lucimiento, en el que todos los artistas en escena están a su servicio, con mención especial a las bailaoras vestidas de cariátides en negro, su sobrina Sara Carnero y la joven Marina Perea, a quienes aquí se podría aplicar una famosa frase del medieval Poema de Mío Cid cambiando los términos: Que buenas bailaoras serían si las dejaran bailar.
Excelentes tanto como guitarristas como de responsables de la música, Curro de María y Óscar Lago, cantaores de la categoría de Alfredo Tejada y Miguel Ortega, más la percusión de David Galiano, por obra y gracia del diseño de iluminación permanecieron en la sombra a lo largo del espectáculo y solo por fin los vimos a plena luz en la despedida del evento.
Efectivamente, La Lupi estuvo épica en un homenaje a sí misma, desde la impresionante entrada en escena enmarcada por un círculo de luz que tuvo gran protagonismo a lo largo del evento, con un sombrero que por un momento hizo pensar en donde estaba su cabeza, fantástico efecto especial, maravilloso recurso escénico.
Y es que La Lupi no solo es una excelente y veterana bailaora, se supera como creadora de coreografías a mayor honor y gloria de Su Majestad la Lupi, malagueña de pro, sobresaliente desde los tiempos de estudio en el Conservatorio de Málaga, estrella mundial de la danza, creadora de espectáculos que han recorrido el mundo.
Ella dice que en Épicus hace introspección en su propia historia, en cómo nació y creció su solidez en el arte de Terpsícore, en sus luces y sombras. Hizo su entrada en escena vestida de solemne negro para ejecutar una portentosa caña, ella y sus guitarras, que la caña tiene indiscutible protagonismo en las seis cuerdas y en la voz de Alfredo de Tejada. Ya está. La sala Guirau en el bolsillo de La Lupi. Con merecimiento.
Pero donde La Lupi brilló en todos los sentidos fue rumbeando, por todas las rumbas que se han hecho en el mundo, vestida y calzada esplendorosamente de rosa, haciendo filigranas de punta y tacón, haciendo a su traje protagonista de su danza, poniendo al mundo por testigo de sus rumbas. ¡Ay La Lupi, eternamente joven a su más de medio siglo! Apabullaítos nos quedamos, pequeños ante su grandeza. No hay palabras.
Dónde se ha visto que las alegrías precedan a la seguiriya. Qué vestuario el de La Lupi. De blanco para las alegrías, de negro para la seguiriya. Ella, pura alegría gaditana en las primeras, pura solemnidad jerezana en las segundas. Puro arte en todo. Consciente de lo que hace, de cómo lo hace, consciente de sí misma, consciente de un ego que la ha hecho crecer como artista. Busca conscientemente la complicidad del público, entregado desde hace rato.
Pero se echa de menos más protagonismo de las otras bailaoras. Un espectáculo de danza, cuánto más coral, más espectáculo. Hay espacio para todas, sobre todo cuando se cuenta con mimbres como los de Sara y Marina. Lo poquito que bailaron fue de diez. El cante y la guitarra tuvieron su protagonismo obligado por cambios de vestuario, además del acompañamiento.
Pues lo dicho: Épica.
