No sé cómo empezar a describir el dolor tan grande que tengo en el corazón.
Todo comenzó un 17 de marzo empezaste con unas décimas pero nosotros no quisimos esperar y llamamos al teléfono que nos facilitaron de la COVID-19, su respuesta «paracetamol y aislarse en casa».
Cada día que pasaba, la fiebre iba subiendo cada vez más y nosotros seguíamos llamando y no nos hacían caso y eso que les dijimos que «mi padre era paciente de riesgo», y nos dijeron que «mientras no se ahogue, que se quedase. Mejor en casa».
Pero llegó el 22 de marzo y cada vez estabas peor, por lo que decidimos llevarte al hospital y ese fue el último día que te vi.
En cuanto llegaron le dejaron ingresado con una pequeña neumonía bilateral, todos los días esperábamos con ansia la llamada del médico en la que siempre nos decía lo mismo: «está estable y parece que va remontando».
El jueves 26 de marzo nos llamaron por la noche porque le subían a planta y nosotras ilusas nos pusimos súper contentas porque pensamos que ya estabas mejor y te tendríamos pronto en casa, pero toda esa alegría se desvaneció el viernes 27 de marzo a las dos de la tarde, cuando recibí la llamada del médico en la que me comunica que «le han tenido que poner morfina» y que «le quedan horas de vida».
No me lo podía creer, cómo puede ser de ir remontando subirle a planta y en cuestión de horas desahuciarle.
Lo único que me deja tranquila es que le rogué al médico que por favor nos dejasen estar con él para que no se fuese solo y dejaron a mi madre y mi hermana.
El panorama que se encontraron fue dantesco, mi padre en dodotis atado a la cama sin una sabana tapándole, y ahogándose. Gracias a Dios que llegaron ellas y le pidieron al médico que por favor le sedasen para que no sufriese, eso fue a las cinco de la tarde del día 27 y mi padre lucho casi veinticuatro horas más, pero llego el maldito 28 de marzo a las 15:40 cuando mi hermana nos indica que acababa de dar su último respiro. No he sentido dolor tan grande en el mundo.
Pero no quiero que mi padre quede como un número, por eso desde el primer día he querido dar a conocer su historia, ya que para mí era un padre maravilloso además de un abuelo ejemplar. Por eso desde aquí, mirando hacia el cielo, le quiero hacer este homenaje para la persona que más quiero y querré toda la vida descanse tranquilo, que nosotras cuidaremos a su mujer, «que esa era tu preocupación».
Bueno papi no es una despedida, es un hasta pronto, espero que cuando nos volvamos a ver darte un súper abrazo y un súper beso. Te amo papi.
Tu hija Elena Retamosa