Noche grande en el Auditorio Nissan, que en 1992 fue uno de los pabellones de la Exposición Universal de Sevilla, en la Isla Cartuja.

Estreno absoluto de este Estudio sobre los cantes de Lebrija. Un estreno que merece un largo recorrido para llevar el alma lebrijana por esos mundos de Dios.

Fiesta de cantes, toque y compás gitano, a compás sobre mesa. Una auténtica reunión de gitanos, solemne y festera, con esa particularidad de los cantes de Lebrija que los otorga identidad única.

Son de la familia de los cantes del Barrio de Santiago de Jerez, de donde fueron y son muchos parientes, antiguos trabajadores de gañanía en cortijos tan grandes que abarcaban las dos ciudades, en mitad del límite de las provincias de Sevilla y Cádiz.

Historia grande, más allá de historia local. Gitanos del triángulo mágico: Lebrija, Utrera y Jerez de la Frontera. Gitanos privilegiados, nunca perseguidos. Un oasis de tranquilidad, entre la maltratada gitanería española y europea.

Por eso son diferentes, únicos. En Lebrija se canta más al golpe que en Santiago. Y el soniquete es diferente. Pero son primos hermanos.

Señores, pasen y vean, quienes estuvieron el jueves 26 de septiembre 2024, noche de Bienal, en el amplio escenario del auditorio con José Valencia. Las guitarras de Juan Requena y Pedro María Peña; a las palmas, la más genuina percusión del mundo, Manuel y Juan Diego Valencia, Tarote y Alonso Carrasco. Y como cantaora invitada, para un cante muy especial, que ya comentaremos unas líneas más abajo, Anabel Valencia.

Pero Lebrija no empezaba y terminaba sobre el escenario. Media Lebrija y quizá me quedo corta, estaba en las gradas del auditorio, lleno hasta la bandera. En familia, haciendo piña, como es natural entre gitanos para envidia de payos. José Valencia, en su segundo papel de comunicador, hablaba todo el rato con la grada, como en casa de vecinos. Hizo subir al escenario al veterano cantaor lebrijano Manuel de Paula. Aquello era Lebrija y así lo transmitieron de principio a fin.

Para escucharlos y saludarlos después y quizá para unirse a la fiesta posterior a la puesta en escena, un exdirector del Festival Flamenco de Nimes y una directora del Festival Flamenco de Amsterdam. A ver, ¿tiene fronteras el flamenco?

Cantó por lo antiguo, una debla para entrar en ambiente. Al compás sobre la mesa, que ya lo relaciona con algo familiar, de encuentro entre amigos. Por soleá, cante y al toque las dos guitarras. Para los tientos, de nuevo todos. Luego, por seguiriya, ¡y cómo sonó esa seguiriya al cante y toque de las dos guitarras!.

José Valencia se levanta, se acerca al borde del estrado para recordar por primera vez al guitarrista Pedro Peña, padre del artista más universal de Lebrija, David Peña Dorantes, del que nos hemos ocupado en otra crónica, titulada Scarlattianas, diciendo por derecho: «Lebrija, vida y arte, es lo que yo quiero y lo que yo hago, cante y toque». Por tientos-tangos a Pedro Peña, para siempre en la memoria lebrijana.

Como puede imaginarse aplausos a rabiar. Y la emoción a ciento ochenta grados.

Y luego cantan y tocan por galeras, cante creado por otro ilustre de la familia, Juan Peña El Lebrijano. Qué poco se escucha, pero este es un concierto muy especial, uno de los hitos, sin duda, de esta veintitrés Bienal flamenca sevillana.

Las galeras son precursoras de lo más especial de la noche, para lo que hay movimiento en la escena. Cantaor y guitarras en un espacio a la izquierda, a la derecha la mesa de compás, ocupando todo el espacio escénico. ¿Porqué?

Pues para interpretar el Romance de las Caracolas, de autoría de Don Pedro Peña, para darle una presencia que no podía faltar en esta noche lebrijana.

Empieza la gran fiesta por bulerías, todos en escena, ya alguno de los palmeros se suelta a bailar, luego seguirán otros. Pero antes de la bulería final, queda otro cante, especial, para la joven e ilustre lebrijana invitada, Anabel Valencia. «Matriarcas». Dedicada a María la Perrata, la abuela del triángulo mágico, de Lebrija, Utrera y Jerez, y a todas las matriarcas del cante, con voz y sin voto. Fueron como las «sin sombrero» del sur. ¡Qué bien canta Anabel! Se la echa de menos en tantos lugares en los que podría y debería estar…

Y ya sí. La bulería final, la que pone en pie al auditorio, la que ha hecho historia, la más al golpe, la histórica bulería lebrijana, que tiene primas hermanas, pero es única.

Teresa Fernández Herrera
Algunas cosas que he aprendido a lo largo de mi vida. Soy Licenciada en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid, master en Psicología del Deporte por la UAM, diplomada en Empresas y Actividades Turísticas, conocedora de la Filosofía Védica. Responsable de Comunicación y Medios en Madrid de la ONG Internacional con base en India, Abrazando al Mundo. Miembro de la British Association of Freelance Writers. Certificada en Diseño de Permacultura. Trainer de Dragon Dreaming, metodología holística para el crecimiento personal, grupal y comunitario en el amor a la Tierra. Colaboradora en Periodistas-es y en las revistas Natural, Verdemente, The Ecologist para España y América Latina. Profesora de inglés avanzado.

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