El periodista español Fernando Navarro publicó este Segundo Año de la Gran Pandemia el libro titulado Maneras de vivir. Sí, como la canción de Leño. Tiene sentido. En él, como explica la escritora Elvira Lindo en el epílogo que lo cierra, asistimos al «entusiasmo falto de vanidad» de un cronista pletórico de humildad narrativa, sin los inútiles sarcasmos alambicados del miracómoescribocolega. Algo muy de agradecer.
«Ojalá hubiese rutinas que jamás se esfumasen. Ojalá el puro presente, ese sonido feroz en el vacío, volviese algún día para quedarse».
Historias de esperanza y resistencia en tiempos difíciles, añaden los editores en la cubierta. Para que quede claro de qué va Maneras de vivir. Los editores, que, por cierto, escriben un preámbulo al que llaman ‘Pliego de descargo’ donde explican el qué del libro:
«Nos hace muy felices presentar la serie completa de artículos, más algunos escritos específicamente para el libro, que Fernando Navarro publicó en El País entre el otoño de 2020 y la primavera de 2021, consagrados a retratar ese otro Madrid que vive, palpita y resiste, habitualmente incómodo o incluso inexistente para la clase política».
Se trataba, lo dice el propio autor, de tomar el pulso a la cultura madrileña en tiempos del coronavirus, para lo cual acudió «a muchos lugares que nos habían hecho tan felices» para saber «cómo sobrevivían, qué hacían, qué necesitaban, qué deseaban».
“El valor del presente, y ese ruido que lo daña y lo violenta”.
Madrid, hoy, por Fernando Navarro:
«En las últimas décadas, el capitalismo ha moldeado el perfil de las grandes urbes en todo el planeta y Madrid no ha escapado a este proceso, aumentando la desigualdad social, la gentrificación, el urbanismo salvaje y el descontrol de los precios de venta y alquiler de las viviendas. Y, con todo, Madrid es una ciudad que ofrece magníficas posibilidades vitales. Al menos, yo lo siento así. Lo sentí de niño, de adolescente y también de adulto. Y creo que lo seguiré sintiendo durante bastante tiempo».
Un pueblo grande: eso es lo que no ha dejado de ser Madrid nunca, «o, al menos, un cruce de caminos donde siempre se han encontrado los pueblos de toda España y, desde hace ya lustros los de Latinoamérica, para, entre la ilusión y la supervivencia, asentarse de forma espontánea, desordenada, casi caótica… muy madrileña».
Pero, ¿y el contexto de aquellos meses? En octubre de 2020, el autor de Maneras de vivir escribía sobre la situación degradada de Madrid, habitada cada vez más por el dolor:
«Hombres y mujeres que no tienen nada por lo que brindar gratuitamente, los mismos que llenan las colas del hambre en los centros de ayuda de los barrios de la ciudad».
Porque «ese dolor, repleto de cruda realidad, es el que debería preocuparnos por encima de todo: el que no se debería despreciar». Porque hemos de evitar a toda costa, es lo que defiende Navarro una y otra vez en este libro, que la cultura siga perdiendo siempre «ante la especulación y otros tipos de negocios más agresivos, menos necesitados de tiempo, y educación».
Hablando de educación. El autor de Maneras de vivir mantiene que «educación es saber cuándo protestar para evitar la tragedia». Pero yo me pregunto, le pregunto a él: ¿no será que eso es lo que debería ser la educación, por encima del hecho de que hoy por hoy lo sea, que no lo es?
Maneras de vivir es, en definitiva, una crónica lugar a lugar, gente a gente, de cómo en Madrid, en sus garitos, pero también en sus ámbitos más culturales (donde se vende o se interpreta la música, donde se representa el teatro, donde se venden libros…) se sobrevivió a la maldición. Esta maldición de los (por ahora) Primer y Segundo Año de la Gran Pandemia.