«Envidia sana» (‘Le bonheur des uns…’), comedia francesa con muy poca gracia que llega a las pantallas españolas el próximo jueves 24 de junio de 2021, cuenta con un selecto elenco de buenos intérpretes como Vicent Cassel (‘Especiales’, ‘Cisne negro’), Bérénice Bejo (‘The Artist’, ‘De India a París en un armario de Ikea’), Florence Foresti (‘Barbacoa de amigos’) y François Damiens (‘Sácame de dudas’); dirigidos por Daniel Cohen (‘El chef, la receta de la felicidad’) quien, pese a la indudable calidad artística de todos ellos, no cumple las expectativas. El guión es una adaptación de la obra teatral inédita «L’île flottante», del propio Cohen.
En esta historia se cumple el dicho de que la felicidad de unos puede ser la desgracia de otros. Dos parejas de amigos de siempre -Léa, Marc, Karine y Francis- se reúnen con frecuencia en perfecta armonía hasta que un día Léa -vendedora en un negocio de modas de un centro comercial, que en los descansos se entretiene tomando notas acerca de lo que sucede en su entorno- confiesa estar escribiendo una novela que, a pesar de que ninguno de los otros tres personajes parece darle la menor importancia, poco después se convierte en un éxito de ventas.
Lejos de alegrarse, el triunfo de Léa despierta la incomprensión de su pareja y los celos de sus amigos, y en el cuarteto empiezan a aflorar inseguridades y envidias que incitan a Karine a intentar a su vez escribir un libro, al no ser capaz entrenarse para correr un maratón y a su marido, Francis, a pensar en dedicarse a componer música tecno, intentar la escultura, cultivar bonsáis y finalmente entregarse a la cocina creativa.
Excesivamente teatral –es posible que en un escenario funcione mejor que en la pantalla- «Envidia sana» (sorprende el título que han elegido para la distribución en España porque enseguida queda meridianamente claro que se trata de envidia bastante insana) quiere ser una fábula que demuestre cómo los celos pueden llegar a gangrenar las relaciones humanas.
En mi opinión, los autores se han pasado de rosca y los personajes acaban resultando cargantes, e incluso antipáticos, por acumulación de situaciones ridículas, previsibles y banales.