Desde la infancia se nos repite la misma pregunta: ¿Qué quieres ser de mayor? Como si el futuro fuera una línea recta, un destino concreto al que debiéramos llegar cuanto antes y, en realidad, esta pregunta encierra una trampa.

Este interrogante nos hace creer que solo hay una respuesta correcta, una vocación ideal, un camino estable y cerrado que debemos recorrer para sentir que «lo estamos haciendo bien».

Sin embargo, no siempre queremos elegir solo una cosa porque quizá somos buenos en varias o porque, simplemente, no lo sabemos aún.

Un sistema que exige certezas demasiado pronto

A los catorce años te hacen decidir si prefieres Ciencias o Letras. A los dieciséis, qué bachillerato. A los dieciocho, qué carrera. Y cuando por fin terminas los estudios superiores, te plantas en el mundo laboral con veinticuatro, veintiséis o incluso treinta años, después de haber recorrido un itinerario formativo largo, rígido y poco flexible.

El sistema educativo y profesional actual recompensa la especialización, pero castiga la exploración. Y eso genera una enorme presión para quienes no encajan en el molde de «tenerlo claro» desde edades tempranas, lo que pone en duda si realmente los niños y niñas eligen libremente o se sienten forzados a decidir.

Polivalencia, talento múltiple y vidas no lineales

La idea de que cada persona tiene una única vocación responde a un modelo de sociedad ya antiguo. Hoy, la mayoría de los jóvenes desarrollan habilidades e intereses múltiples: puede que estudien filología y se dediquen al diseño, o que trabajen como educadores mientras exploran la fotografía o crean contenido digital.

Sin embargo, el sistema educativo rara vez lo permite, ya que te forma para una cosa concreta, y espera que te quedes ahí. Y si decides cambiar, a menudo se interpreta como inestabilidad o fracaso. Esta visión no solo limita el desarrollo personal, sino que desaprovecha talentos y bloquea la innovación.

Personas como Emilie Wapnick han hablado del concepto «multipotencial», refiriéndose a quienes disfrutan aprendiendo cosas nuevas constantemente, sin necesidad de especializarse para siempre. Estas personas no tienen un solo camino, sino muchos posibles y eso defiende en TEDx disponible en youtube. ¿Por qué no hacer sitio también a este perfil en nuestras aulas y espacios de orientación?

La supuesta «estabilidad» que no permite crecer

Durante décadas se nos vendió la idea de que lo deseable era un trabajo fijo, para toda la vida. Sin embargo, esa seguridad soñada hoy está llena de condiciones, oposiciones difíciles, contratos precarios, promoción escasa y escasa posibilidad de cambio.

Muchas personas descubren que, al conseguir esa plaza soñada, también se encierran en una estructura que apenas les deja margen para crecer, experimentar o emprender. El miedo a perder esa «estabilidad» impide moverse, reinventarse o incluso decidir que eso ya no te hace feliz.

Antiguamente, las trayectorias laborales eran más lineales, se estudiaba una profesión y se ejercía hasta la jubilación. Hoy, los tiempos han cambiado. Pero el discurso escolar y social no se ha actualizado al mismo ritmo. Necesitamos educar para la flexibilidad, la autoconfianza y la toma de decisiones consciente. Cambiar de rumbo no es fallar: es escuchar(se) y atreverse a empezar de nuevo.

Es hora de que reformulemos la pregunta. En lugar de ¿Qué quieres ser de mayor?, tal vez deberíamos preguntar ¿Qué te mueve ahora? o ¿Qué te gustaría explorar?

La educación no debe ser una carrera de obstáculos hacia un único destino, sino una red de caminos posibles. Y cada persona, con su ritmo, su historia y sus pasiones, debería tener el derecho a elegir, y a cambiar, tantas veces como necesite.

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