En Cataluña: menos votos, menos apoyo, que no nos engañen

Las fuerzas que apoyan el procés, y sus élites, han sufrido un nuevo retroceso, han perdido votos, muchos votos y, de nuevo, han perdido apoyo social, y, por tanto, hoy están más débiles. Esto no es una «opinión», son hechos contundentes. Es la verdad que muestran los datos.

En cuanto al número de votos, los partidos independentistas han obtenido los peores resultados en unas elecciones autonómicas. Desde que se abrió el «procés» en 2012 nunca les habían votado menos catalanes. Han obtenido 617 mil votos menos que en 2017, y hasta cien mil menos que en 2010, en la era «pre procés». No son más, son menos. No avanzan, retroceden. Y su peso en la sociedad catalana está en su cota más baja.

Si las fuerzas independentistas han obtenido el 51,4 por ciento de los votos -superando por la mínima a las fuerzas no independentistas- es porque, ante la evidencia de un retroceso del procés, muchos catalanes opuestos a fraccionar España, que sí se movilizaron en 2017, no han votado en 2021. Pero aun así este porcentaje está por debajo del obtenido por Convergencia en 1992 -un máximo del 54,2 por ciento de los votos- antes de su conversión al independentismo.

Pero si lo medimos respecto al censo electoral -todas las personas con derecho a voto- aparece el auténtico grado de apoyo al independentismo en la sociedad catalana. Los votos de los partidos del procés representan el 27,7 por ciento del censo electoral. Es decir, sólo uno de cada cuatro catalanes. El 1-O movilizaron al 38,4 por ciento del censo, en 2017 les votó el 37,1 por ciento. Ahora sólo el 27,7 por ciento, más de diez puntos menos.

Se puede argumentar que ese descenso de los votos independentistas está causado por la pandemia, que ha dado como resultado una reducción de 25,5 puntos en la participación, la más baja en unas elecciones autonómicas. Esta es sólo una parte de la verdad, y no la principal. El voto independentista se ha caracterizado por su movilización, independientemente de las condiciones. Si las fuerzas del procés han perdido votos, es porque mucha gente les ha abandonado. Por el rechazo a una ruptura unilateral de consecuencias nefastas para Cataluña. Y por el desacuerdo con una gestión de la crisis sanitaria y económica por el gobierno de la Generalitat -que ha ejecutado los mayores recortes, especialmente en sanidad, de toda España- con graves consecuencias sociales.

Derrota en Waterloo

El gran perdedor de estas elecciones catalanas es Carles Puigdemont. ERC ha superado en votos a JuntsxCatalunya, lo que quiere decir que, aunque tenga presencia en el govern, Waterloo ya no tendrá la presidencia de la Generalitat. Este es un cambio crucial. En un régimen como el catalán, un poder burocrático que utiliza el poder de la Generalitat para imponerse, este es un hecho clave. Las caras de derrota de Puigdemont y Laura Borràs en la noche electoral lo decían todo. Es el resultado de un retroceso que ahora se expresa en toda su dimensión. JuntsxCataluña se queda con menos de la mitad de votos de los que la Convergencia de Mas cosechó en 2010. Han perdido más de 600 mil votos gracias al procés.

Y han descuartizado el partido de Pujol, que fue durante décadas su principal brazo político. Junts era en 2015 la primera fuerza política, en 2017 descendió al segundo lugar, y ahora ha vuelto a bajar, al tercer puesto. Las fuerzas que, como Junts, defendían reeditar la DUI, han sido penalizadas, y las que –como ERC o incluso la CUP- admiten la necesidad de «realismo», es decir la imposibilidad de aplicar una secesión unilateral con una mayoría social en contra, llevan ahora la batuta en el campo independentista. Los hechos -los datos, los votos- demuestran que el independentismo ha perdido fuerzas y apoyos, y que se agudiza en los sectores más reaccionarios y abiertamente rupturistas.

El pueblo trabajador catalán resiste

En estas complicadas elecciones autonómicas la mayoría social catalana que rechaza la ruptura ha resistido en condiciones difíciles. Se sabía que no se iba a volver a repetir la movilización histórica de 2017 -pocas semanas después del 1-O y la DUI-, y también la abstención ha sido mayor donde se concentra el pueblo trabajador. Pero precisamente en esas zonas donde se concentra la población trabajadora, la hegemonía del voto por la unidad es total. De las quince ciudades más pobladas de Cataluña, los votos de las fuerzas no independentistas han ganado en once de ellas, con porcentajes que superan, por ejemplo, el 70 por ciento en Hospitalet, Santa Coloma y Cornellà, ciudades del corazón del cinturón rojo y obrero.

Gana el gobierno de coalición de izquierdas

El veredicto de las urnas en Cataluña iba a tener repercusiones en el conjunto de España. Muchos habían afilado los cuchillos para utilizar los resultados del 14-F como arma contra el gobierno en Madrid, el más a la izquierda de toda Europa… Y han debido envainar sus espadas. El mapa político catalán que surge del 14-F fortalece al gobierno de coalición de izquierdas en toda España.

La arriesgada maniobra que suponía el «efecto Illa» ha sido un éxito completo. Por primera vez, el PSC gana unas autonómicas en Cataluña tanto en votos como en escaños. Illa ha hecho campaña con el lema de que «se puede acabar con el procés», planteando la necesidad de «pasar página» y decir «basta». Y se ha convertido en la fuerza más votada en Cataluña. Afianzando su hegemonía en las zonas urbanas, especialmente en el cinturón metropolitano de Barcelona. Además, el hecho de que el ministro de sanidad durante la pandemia haya conseguido duplicar los escaños del PSC es un espaldarazo a la línea del gobierno en la actual crisis sanitaria.

Los resultados del otro miembro del gobierno de coalición -En Comú Podem- son mejores de lo esperado, manteniendo, a pesar de haber perdido 132 mil votos, sus ocho diputados en el Parlament. En Comú Podem no ha seguido esta vez la estela de Pablo Iglesias –cuando equiparaba a Puigdemont con el exilio republicano o consideraba a Junts parte de la «mayoría progresista»-, sino que, por el contrario, ha agudizado su perfil de izquierdas, concentrando sus críticas en «la derecha de Junts».

En el otro extremo se encuentra el PP. No solo ha retrocedido, perdiendo uno de los cuatro diputados que tenía, sino que, y esa es la peor noticia, ha sido vapuleado por Vox, aunque Vox realmente ha perdido veintiséis mil votos en Cataluña respecto a hace poco más de un año en las elecciones generales de noviembre de 2019. La «línea Casado» ha recibido un más que severo golpe, que tendrá consecuencias en el futuro. La debilidad del PP afecta a la posibilidad de articular un «gobierno de los recortes» en España. Los poderosos sectores oligárquicos que buscan acabar a cualquier precio con el gobierno de coalición de izquierdas -y miran con envidia a una Italia donde se ha impuesto un gobierno tecnocrático-, y suspiran por un «gobierno de concentración nacional», se han encontrado, de momento, con que Mario Draghi no está en la política española ni se le espera.

Así que nada de engañarnos con que las fuerzas del procés han superado por primera vez el cincuenta por ciento de los votos, y que su mayoría en el Parlament ha aumentado -de 70 a 74 escaños-, y sentenciar que «nunca ha habido tantos independentistas». A lo que se han añadido algunos grandes medios de Madrid -curiosa coincidencia- que en sus editoriales afirman al unísono que «ahora el independentismo está más fuerte que nunca». Sólo intentan ganar en la propaganda lo que han perdido en las urnas.

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