Teresa Fernández[1]
¿Quién se resiste a ir a un concierto de Eliades Ochoa en el cierre de una gira mundial que acababa en Madrid? Estaba recién llegada de Jerez de la Frontera, de una semana de inmersión total en su Festival Flamenco, saturada de cantes, toques y bailes. Ir a un concierto de música cubana por un ilustre miembro del Buenavista Social Club, en la mítica Galileo Galilei, era además de gozoso, casi terapeútico.
Estaba presentando un nuevo álbum, Vamos a bailar un son, aunque, como suele suceder en estos casos y ya tenemos un poco de experiencia, se presentan un par de cosas de ese trabajo y el resto son sus canciones famosas, conocidas por un público, más que entregado, enardecido, bailando por los pasillos de la Galilei, coreando las letras, disfrutando a tope, con todos los problemas olvidados por una hora y media… ¿Quién se resiste?
Supo a poco. Eliades Ochoa es una de esas personas enormemente carismáticas – en Cuba hay muchas–, un septuagenario que no lo parece ni por asomo, y es que, como siempre digo muy convencida, la edad cronológica no es determinante de nada, sí lo es tener un espíritu positivo ante la vida en cualquier circunstancia. Eliades es uno de esos espíritus. No se le notaba para nada el cansancio de la gira. Por añadidura, en Madrid ofrecìa dos espectáculos: a las 7.30 y a las 10 pm.
No hay que preguntar por el ambiente –fue su primer saludo–. Siempre con ese sombrero que le ha valido el cariñoso apodo de el Johnny Cash cubano. No fue un aplauso, fue un rugido de bienvenida. Cuando se calmó, anunció la canción que da título al nuevo álbum, Vamos a bailar un son, y un momento más tarde, Madrid y la Galilei no existían, estábamos en La Habana, en la Vieja, en el Malecón, en Floridita, en la Bodeguita de en Medio, en el Parque Coppelia, en Tropicana, por supuesto en el Buenavista Social Club… y sin ganas de volver de allí.
Luego nos cuenta que en el disco hay dos intervenciones, de Argentina y del gran Pablito Milanés, – así le llama él– . Él sí sabe presentar un disco, interactuar con el público, no como otros que presentan un disco y no dicen ni una palabra durante todo el concierto, y estoy pensando en un flamenco, guitarrista excelente, que no sé y me gustaría saber qué idea tiene de presentar algo nuevo que el público no conoce, porque ni siquiera está aún editado. Eliades agotó todos los CDs que llevó a la cita, y no me extraña.
Este hombre es considerado como uno de los mejores soneros cubanos que se recuerdan, guitarrista y productor del Buenavista Social Club, al que Wim Wenders dedicó un excelente documental en 1999 que muchos recordarán. Ha ganado nada menos que cinco Grammys Latinos, más cuatro nominaciones a estos Grammys, una nominación al Grammy norteamericano, otra a los Óscar, un Latin Award canadiense, y muchos más en otros países por los que ha pasado y dejado huella, porque Eliades Ochoa se ha impuesto la misión de mantener viva la música cubana.
Siguió el concierto, acompañado por una excelente banda con teclado, maracas, contrabajo, bongós, trompeta y más percusiones. Él siempre de pie con su guitarra, tocando y cantando, derrochando energía, cercano al público en todo momento. La segunda canción estuvo dedicada a Santiago de Cuba, para luego seguir por una de las canciones cubanas eternas, el changüí Para ti, mangón, una canción de la provincia de Guantánamo que desató en el público la mejor de las locuras.
Un bolero para ti cantado por Argentina en el nuevo disco y después Al son de la Manigua. Luego anunció una canción que no hay nadie en el mundo que no sepa, la rumba María Cristina me quiere gobernar en versión personalísima de Eliades Ochoa, que la hace subir puntos. ¡Qué ritmos, madre mía, qué provocación para mover el esqueleto, liberarte de tensiones, guau, no hay palabras!
Y después, un tema de Agustín Lara, el bolero Cómo la nube se impone al sol, la que le ha cantado su amigo Pablo Milanés y la presenta hablando de su querido México, por donde empezó esta gira, que luego siguió por media Europa, y puedo imaginar a alemanes y belgas saliéndose de sus casillas con los ritmos antillanos de este artista genial y entrañable al mismo tiempo.
Ay papá que pasó, ¡que maravilla de ritmos, qué buenos son todos los de la banda, cómo se compenetran, cómo apoyan a Eliades, cómo comunican! Porque si hay una música que comunique y haga feliz a quien la escucha, es esta.
Y nos tenemos que ir –dijo Eliades Ochoa– porque en esa aparente horita libre entre concierto y concierto tenían que cenar. La despedida del público fue sonora. Hubiera querido quedarme al segundo concierto, seguir transportada a mi querida Cuba, pero no podía ser, por algo tan prosaico como que no había sitio disponible. Pero mi corazón salió de allí loco de gozo y, escribiendo esto, he vuelto a vivirlo.
- Teresa Fernández es colaboradora especializada en música en Periodistas en Español