Como escribano que soy en esta Villa y Corte de Madrid, deseo aportar una opinión más acerca de las elecciones autonómicas celebradas el pasado cuatro de mayo en esta nuestra Comunidad Autonómica. A modo de introito, hay que decir que han sido unas elecciones broncas, faltas de respeto en algunos casos, donde los contrincantes no han hablado de lo que realmente nos interesaba a los madrileños, como son la sanidad, la educación, el futuro de esta Comunidad Autónoma, los impuestos, las clases más necesitadas, etcétera. En su lugar ha habido enfrentamientos verbales de baja estopa, más propios de una taberna de puerto que de políticos en ejercicio.
En primer lugar, hay que dejar meridianamente claro que la candidata del Partido Popular, Isabel Díaz Ayuso, no ha ganado estas elecciones, sino que ha arrasado en las urnas, con todo lo que ello conlleva para el presente y futuro de esta Comunidad. Blandiendo la palabra libertad como si de un término exclusivo de su propiedad se tratara, ha lanzado a los cuatro vientos unas frases filosóficas que ya las quisieran para sí los filósofos del ágora ateniense.
Porque, según sus palabras, «Madrid es España, y España es Madrid», por si alguien no se había enterado. Y además, el resto de los habitantes de la península ibérica nos tienen envidia porque aquí, en base a la libertad de la que gozamos, podemos tomar unas cervezas en una terraza, cosa impensable para foráneos. Y ya en el culmen de la felicidad, si nos divorciamos o separamos en Madrid es posible que no volvamos a ver a nuestro ex en el resto de nuestras vidas. Después de estas grandezas, y henchidos de gozo por vivir donde vivimos, bien podremos decir los madrileños aquello de «Ayuso, y cierra España», emulando tiempos pretéritos del apóstol Santiago.
El resto de los partidos políticos probablemente estén repasando a estas alturas los resultados habidos, pero deberían tener en cuenta que no hay más ciego que el que no quiere ver. Bien es cierto que han sido unas elecciones autonómicas, por mucho que el Partido Popular intente hacerlas pasar por nacionales. Miente la derecha, una vez más, siguiendo la estrategia del que fuera ministro de propaganda del Tercer Reich, Joseph Goebbels, según el cual una mentira, a base de ser repetida, acaba siendo aceptada como verdad.
En cuanto al resto de partidos se refiere, hay que decir que el Partido Socialista ha tenido en estas elecciones autonómicas el peor resultado de su historia, sin paliativos. Pensaban poder gobernar con el resto de los partidos de izquierda, y no solamente no han ganado, sino que han quedado en tercer lugar, algo nunca visto por estos pagos. El candidato Ángel Gabilondo, un hombre serio, educado, respetuoso, no ha conseguido colocar sus mensajes políticos entre la algarabía creada, y a estas alturas ha renunciado a su acta de diputado.
Más Madrid, por su parte, comandado por Mónica García, ha obtenido un resultado extraordinario, con veinticuatro diputados, al igual que el PSOE, pero aventajándolo en número de votos. La candidata, una mujer médica, madre, madrileña, ha sabido llegar a una parte del electorado de izquierda como nadie, y durante toda la campaña ha demostrado saber estar, discrepar llegado el caso, pero dentro de cauces democráticos.
Vox era y sigue siendo ese partido de ultraderecha, que ya conocemos, rayano en el neofascismo, a tenor de sus proclamas. La voz de Rocío Monasterio, su candidata, ha sido el alma, el altavoz y reflejo de lo que el partido lleva dentro: homofobia, racismo, irrespetuoso hacia los demás, blandiendo una y otra vez el comunismo como el peor de los males que asolará a España en un próximo futuro. Entre otras lindezas ha tachado a los partidos de izquierda de ser el Frente Popular actual, como si estuviésemos en un ambiente prebélico.
Unidas Podemos, con Pablo Iglesias como candidato, ha mejorado sus anteriores resultados, pero lo cierto es que estas elecciones se han llevado por delante al que fuera uno de los fundadores del partido, y hasta hace unas semanas vicepresidente del Gobierno. Consciente del rechazo que su persona y forma de ser suscita en una parte importante de la sociedad, Iglesias ha renunciado a todos sus cargos, apartándose de la política. Hay que decir, en su descargo, que en ocasiones ha sido maltratado, vapuleado, e incluso amenazado de muerte tanto a él como a su familia. Con sus aciertos y errores lo cierto es que no se merecía este destino final, políticamente hablando.
En cuanto a Ciudadanos, se refiere, no es que haya perdido los veintiséis diputados que hasta ahora tenía en la Asamblea de Madrid, sino que incluso ha desaparecido del mapa autonómico de esta Comunidad. Su candidato, Edmundo Bal, ha tenido verbo en la contienda, saber estar, pero lo que no ha tenido en realidad ha sido un partido, al haber sido éste fagotizado por un PP, al que le ha salido la jugada redonda. A estas alturas Ciudadanos ha dado tantos bandazos que ha acabado engullido por la foto de Colón…