Hace un siglo se publicó en Florencia la novela corta que enlaza ajedrez y realismo mágico ‘El tablero de ajedrez frente al espejo’, La scacchiera davanti allo specchio en su original italiano, a cargo del escritor Massimo Bontempelli (1878-1960).
Una novela infantil escrita para niños pero también para adultos, definida como un «cuento muy extraño y casi increíble». La trama: encerrado en una habitación, un niño de diez años, que hace de narrador, hace un viaje dentro de un espejo. Se encuentra con el Rey Blanco del Ajedrez que lo conduce a un llano sin día ni noche, sin inclemencias del tiempo, ni cosas naturales que observar; un espacio infinito donde están las imágenes de todos aquellos que se han mirado aunque sea una vez en un espejo.
En esta historia hay toda una serie de destacadas frases ajedrecísticas de Bontempelli, cuando el Rey Blanco en el capítulo undécimo afirma: «Las piezas de ajedrez son mucho, mucho más antiguas que los hombres; cuando el ajedrez tenía siglos de existencia, nacieron los hombres, que son, poco más o menos, una especie de peones, con sus alfiles, reyes y reinas; y también los caballos, a imitación de los del ajedrez. Entonces los hombres construyeron torres».
Posteriormente sostiene: «Y cuanto sucede entre los hombres, especialmente las cosas más importantes que luego se estudian en la historia, no son más que imitaciones confusas y variaciones toscas de grandes partidas de ajedrez. Somos los modelos (…) somos verdaderamente eternos (…) somos los únicos que tenemos una razón de ser».
En el capítulo diecisiete titulado ‘Partida’ se refleja una fantástica partida de ajedrez, «las 32 piezas, incluidos los dos reyes, fueron a colocarse cada cual en su sitio, primero el uno y luego el otro ordenaban un movimiento a esta o aquella pieza» y que acaba en tablas: «habían quedado solamente el rey y el caballo negro, el rey y caballo blanco». Pero aclara, «lo habíamos acordado así de antemano».
Entonces el niño pregunta qué pasa cuando dos hombres juegan al ajedrez: «es una caricatura, de nada vale. (..) las que juegan los hombres son una falsificación».
El escritor aprendió los movimientos y reglas del ajedrez en los años de su estancia en París, en 1921-1922, cuando muchos amigos intentaron enseñarle, pero nunca se interesó. De hecho, el inicio del libro, contiene en la primera frase del primer capítulo una afirmación contundente: «Nunca he sido capaz de aprender a jugar al ajedrez».
Luego lo explica: «entre los ajedrecistas apasionados hay alguno que me tiene cariño. Y entonces les resulta imposible concebir que yo no sepa jugar al ajedrez y trata de enseñarme. Pero como yo no aprendo, se apena y me dice: -No puedo entender que tú, que en el fondo eres una persona razonable, que sabes salir de apuros, que no eres un hombre insignificante, no sepas jugar al ajedrez. Parece que el ajedrez te intimida», concluyendo posteriormente, «Yo no le respondo pero sé que sin querer ha dado en el clavo, el ajedrez me intimida».
El ajedrez, sin embargo, le fascinaba desde un punto de vista filosófico, y esto le llevó a escribir algunas frases especialmente llamativas como las citadas.
En España, el libro bajo el incompleto título ‘El tablero ante el espejo’, fue publicado por Siruela en 1993, traducido por César Palma y con ilustraciones de Javier Aguilar. Contaba con apenas cien páginas en sus veinticuatro capítulos. Hoy se encuentra descatalogado.
En un artículo para el quincenal ‘La tercera página’, Bontempelli escribió sobre la actuación en unas simultáneas ‘a ciegas’ (sin ver el tablero) del que luego fuera campeón mundial Alexander Alekhine (1892-1946), en Milán el 26 de marzo de 1923 ante diez oponentes, que definió como «prueba satánica de ajedrez».
En ese texto se encuentra una de las frases más relevantes sobre el juego-ciencia: «El juego de ajedrez probablemente existió antes de la aparición del hombre y quizás incluso de la creación del mundo. Y si el mundo vuelve a sumergirse en el caos y el caos se disuelve en la nada, el juego de ajedrez seguirá siendo, fuera del espacio y del tiempo, partícipe de la eternidad de las ideas».
Bontempelli escribió un total de 71 artículos para la revista quincenal ‘La tercera página’, que luego fueron recogidos en un pequeño volumen publicado en 1924 en Roma, primero con el título Cronache della quindicina y luego con el título definitivo La donna del Nadir.
Biografía
Massimo Bontempelli era hijo de un ingeniero de los Ferrocarriles del Estado que se trasladaba frecuentemente con su familia de una ciudad a otra por motivos de trabajo. Asistió a la escuela secundaria (clásica) en Milán, se graduó en Alessandria (1897), luego a la facultad de Literatura y Filosofía de la Universidad de Turín, graduándose en 1902.
Participó en la Primera Guerra Mundial como oficial de artillería obteniendo dos medallas al valor y tres cruces de guerra.
En 1921 y 1922 vivió en París como periodista. Luego se trasladó a Milán, donde permaneció hasta 1924, cuando se fue a vivir a Roma.
Tras un breve acercamiento al futurismo, fundó, en colaboración con Curzio Malaparte (1898-1957) la revista Novecento en 1926, donde colaboró el español Ramón Gómez de la Serna (1888-1963). Su obra está próxima al realismo mágico, coincidiendo con el surrealismo, siendo sus principales títulos El tablero de ajedrez ante el espejo (1922), El hijo de dos madres (1929) y Vida y muerte de Adria y de sus hijos (1930).
Publicó obras narrativas y teatrales, ensayos y estudios sobre los poetas líricos del Cuatrocientos, así como Una vida de San Bernardino en Siena, además de lecturas comentadas de unos cantos de La divina comedia, L’avventura novecentista y Estado de gracia.
Tuvo amistad con Luigi Pirandello (1867-1936) quien, por su colaboración para el teatro del arte, le animó a escribir obras de teatro. Fue nombrado académico en 1930.
Pasó del fascismo, del que fue expulsado en 1939 con prohibición de escribir durante un año, siendo confinado en Venecia, para luego hacerse del Partido Comunista Italiano en 1945, siendo elegido senador en Siena por las listas del Frente Popular en 1948, pero su nombramiento fue invalidado en 1950 por su pasado fascista.
En 1953 obtiene el premio Strega por su último libro, El amante fiel (L’amante fedele), colección de relatos de realismo mágico escritos en la posguerra. Antes, en 1951 publicó su último cuento, Idoli.
Mantuvo una historia de amor con Paola Masino (1908-1989) a la que conoció en 1927 y desde entonces vivieron juntos. En la vía Liego, 6 de Roma, la casa donde vivieron, hay una placa que recuerda su relación «compartiendo pasión y cultura», según se refleja. Su relación motivó que la efímera República de Saló (1943-45) los condenara a muerte.
En España, se publicó su obra desde 1926 con la inicial ‘El buen viento’. Un año antes se representó en Madrid su obra teatral ‘Nuestra diosa’ a cargo de la actriz Margarita Xirgu (1888-1969).
Actualmente solo se pueden encontrar ‘La mujer de mis sueños y otras historias actuales’ (1991, Editorial Sirmio) y ‘Vida y muerte de Adra y sus hijos’ (2015, editorial José Janés editor).
El escritor gallego Wenceslao Fernández Flores (1885-1964) señaló que Bontempelli «crea personajes que viven aventuras extrañas con gesto absolutamente lógico y cotidiano».
En noviembre de 2021 se creó el centro de Estudios Massimo Bontempelli.