Como veterano periodista que ha ejercido muchos años con el bolígrafo en ristre o tecleando en las máquinas de escribir, ya fuesen Underwood u Olivetti, hasta la llegada de los ordenadores, a estas alturas de la vida tanto amigos como familiares suelen encuadrarme en lo que ahora se dice ser un tipo analógico. Es decir, casi del paleolítico inferior, informáticamente hablando.
Aceptando el hecho en sí, soy consciente sin embargo del inmenso poder actual de las llamadas redes sociales en este mundo globalizado en que nos ha tocado vivir, donde los mensajes surcan el espacio y pueden estar en cuestión de segundos siendo vistos por millones de personas en cualquier parte del mundo, las cuales pueden opinar sobre cualquier tema como les venga en gana.
Si de este hecho, del citado poder de las citadas redes sociales, era consciente desde hace tiempo, a finales del pasado año 2021 he tenido la ocasión de comprobarlo en carne propia. Creo haber dicho en alguna ocasión que combino la profesión de periodista con la de actor, y que esta última la ejerzo actualmente.
Pues estando en estas la casualidad ha querido que en un trabajo llevado a cabo en esta última, mi imagen y careto, junto al grupo de actores y actrices que trabajábamos en el metraje, empezara a aparecer en las redes sociales unos días antes de acabar el año. Es decir, que el anuncio en cuestión, y según me han comentado los entendidos en la materia, comenzó a viralizarse en España y en América Latina. Y todo ello sin comerlo ni beberlo por mi parte, sin haber intentado nada de nada.
A tanto ha llegado la cosa que la actriz que hace de hija mía en el anuncio me comentó que lo había recibido desde Chile enviado por un amigo, y otros amigos me comentaron que lo habían recibido a su vez como felicitación desde Argentina. Tengo que decir por mi parte que, de entre las muchas felicitaciones que recibí, una fue la de mi médico del ambulatorio, el doctor que lleva cuidando mis huesos desde hace treinta años. Al recibir su mensaje me preocupé un poco, porque pensé que quería comentarme el resultado de alguna radiografía…
Examinando el tema con detenimiento, creo que el éxito del anuncio ha consistido en que en él, y huyendo de tanta frase empalagosa propia de las fechas, se ha utilizado una palabra, una sola palabra que ha llegado al alma, al corazón de millones de personas en un momento en que es lo que más necesitamos: ¡Salud! Una palabra a la que durante años y años no le hemos dado importancia, pero que a día de hoy se ha convertido en el mayor de los sueños, porque es lo que todos ansiamos tener. Algo al parecer tan sencillo, pero al mismo tiempo tan difícil.
El mensaje implícito en el anuncio, que parece que ha removido cientos de miles o millones de conciencias tanto en España como en América Latina dice lo siguiente:
«A veces las cosas más importantes pasan inadvertidas. Nos acompañan sin que nos demos cuenta. Fíjate, llevamos siglos brindando y acompañando este gesto con una misma palabra, a la que nunca le dimos demasiada importancia. Pero en cada pequeña o gran celebración, en cada brindis formal o improvisado, siempre estaba ahí. Este año entendimos mejor que todo lo bueno que soñamos al brindar solo es posible con ella. Aprendimos nuevas maneras de cuidarla, la llenamos de esfuerzos y emociones. Cuando volvamos a pronunciarla escuchémosla bien, y a quienes tengas cerca, míralos bien a los ojos, y díselo en voz alta: ¡Salud!».
A lo largo de los años, uno llega a preguntarse en esta profesión, como imagino que le sucede a otros muchos colegas: ¿quién soy yo? Porque lo importante es vivir el personaje que te ha tocado interpretar, sentirlo, darle vida. En esta ocasión, la suerte ha querido que al final del mensaje pronunciara una palabra en la pantalla que, dicen los entendidos, se ha hecho viral, creo que para bien. Y ello porque la salud es lo más valioso que todos estamos deseando tener en este tiempo de confinamiento que esperamos acabe un día. Va por ustedes.