Este 7 de junio de 2021 nos ha dejado Alfonso Paredes García, el cantaor el Niño Alfonso de La Unión, a los 87 años, padre de mi buen amigo Paco Paredes Rubio, notable flamencólogo, poeta y maestro de la escuela trovera.
Lo conocí en 2016, cuando la dirección del Festival Internacional del Cante de las Minas le otorgó la primera Lámpara Minera Honorífica de su historia. Aún sin cerrar los ojos, puedo visualizar aquel momento en que el alcalde de La Unión y presidente del Festival, Pedro López Milàn, le entregó la Lámpara y él, visiblemente emocionado, como si quisiera disfrutar de ella mucho tiempo dijo, «no me quiero morir ahora». O tal vez, fue su manera de decir, «podría haber llegado antes y no de forma honorífica».
Tenía veintisiete años cuando se inició el festival en 1961. Se presentó varias veces a la Lámpara Minera, pero sólo una vez ganó un accesit por cartagenera. Por méritos podría haber ganado la Lámpara por lo menos una vez, o quizá más, cómo su paisano y coetáneo Pencho Cros, primo de la mujer del alcalde Esteban Bernal, iniciador del festival, quien la ganó tres veces.
Mucho se ha dicho y quizá mucho quede por decir de la historia de ingratitudes, ninguneos, injusticias y olvidos en la vida del Niño Alfonso, en los que seguramente mucho tuvieron que ver las maneras del régimen franquista de someter al más negro ostracismo a quien no fuese del régimen. Ni el Niño Alfonso, ni mucho menos su padre, quien había sido presidente de la CNT local y secretario del Frente Popular, lo eran. Su padre murió de pulmonía en 1938. Seguramente eso le libró de ser fusilado en 1939.
Pero no le libró al hijo, minero y cantaor, que era un niño cuando su padre se fue, de las represalias habituales de aquel régimen. Es cierto que con la democracia llegaron algunos reconocimientos tardíos y no suficientes. A ver si ahora, con la muerte que todo lo iguala y deja sin valor ni justificación algunas acciones humanas, podemos ver por fin pronto, un busto del Niño Alfonso en el Museo del Flamenco de la Casa del Piñón de La Unión. Hasta ahora su ausencia ha sido más sonora que algunas presencias.
Descansa en paz, Niño Alfonso.