La caída del muro de Berlín en noviembre de 1989 cambió la historia, modificó las estructuras geopolíticas de Europa e influyó en los cambios que se registraron en la política internacional.

Cuando se cumple el 34 aniversario de la caída del muro, se abre en Madrid una extensa exposición (2500 metros cuadrados) en la que se puede ver desde un fragmento del muro de veinte metros hasta fotografías, videos, documentos y todo tipo de objetos de uso cotidiano de aquellos años en la República Democrática Alemana, muchos de los cuales se exponen por primera vez.

Se muestran fragmentos de un túnel de espionaje, parte de una torre de vigilancia, un carro de bebé utilizado para el contrabando, una canoa utilizada para huir a través del río Spree, notas personales que se intercambiaban a través del muro fronterizo, métodos que se utilizaron para escapar, documentos de identificación falsos que los ciudadanos occidentales utilizaron para ayudar a los refugiados del Este, pancartas de las manifestaciones pacíficas que tuvieron lugar en la década de 1980, martillos y cinceles utilizados el 9 de noviembre de 1989, revistas y discos que los ciudadanos de Berlín Este adquirían de manera ilegal.

Como testimonio de la situación internacional, también se muestran pertenencias personales de víctimas del bombardeo nuclear de Hiroshima.

Con el título «El muro de Berlín. Un mundo dividido», la exposición es una muestra para comprender, a través de una situación que a día de hoy nos parece insólita, la historia del siglo veinte y las luchas por la libertad, la democracia y los derechos humanos. Nos recuerda, además, la necesidad de proteger nuestras democracias de los totalitarismos.

Gran parte de los objetos que se muestran proceden de la Fundación Muro de Berlín, una institución que vela por el legado histórico y la memoria de las víctimas del régimen de la RDA. El objetivo de esta fundación es documentar y proporcionar información sobre la historia del muro de Berlín y la emigración masiva desde la RDA como parte y factor contribuyente a la división y al conflicto Este-Oeste. También pretende preservar lugares históricos y reliquias auténticas y conmemorar dignamente a las víctimas del totalitarismo comunista.

Además de esta fundación, hay otros sesenta prestadores.

Durante veintiocho años el muro fue el símbolo de la lucha ideológica y política entre los dos bloques de la guerra fría en el contexto de la Europa de la posguerra.

La exposición

La exposición se inicia con una visión de Alemania antes del muro, cuyas fronteras abiertas entre los dos sistemas hostiles crearon un estado de crisis permanente y una experiencia de inseguridad que desembocó en la construcción del muro en 1961, que causó un terrible sufrimiento a los habitantes de Berlín al destruir brutalmente los lazos sociales entre las dos mitades de la ciudad.

En otras cinco áreas temáticas se recogen historias íntimas, testimonios personales y se muestra el contexto en el que se desarrolló la Guerra Fría y la vida cotidiana de una ciudad dividida.

Las actitudes hacia la cultura y la política y el descontento popular acabaron por derribar las dictaduras socialistas cuando los ciudadanos de Berlín lucharon, escaparon y superaron la división de la Guerra Fría.

La exposición, que se inicia en Madrid, girará por varias ciudades europeas hasta 2029.

Una tragedia del siglo veinte

La medianoche del día 13 de agosto de 1961 anunciaba otro domingo caluroso de aquel verano berlinés. A la 01:05 horas de la mañana se apagaron las luces de la Puerta de Brandenburgo. La policía de frontera y varios de los llamados Grupos de Lucha, iluminados por los faros de los coches militares y protegidos por tanques, comenzaron a levantar alambradas y postes de hormigón al pie de aquel monumento y en otras zonas de Berlín. Había unos 10.500 efectivos a los que se fueron uniendo colaboradores de la Stasi (Policía Secreta), divisiones de defensa motorizada de la NVA (Armada Nacional Popular) y voluntarios del Partido.

La orden había sido dada directamente por el presidente de la RDA, Walter Ulbricht, para cerrar definitivamente los caminos por los que se habían fugado al Oeste más de 1.6 millones de ciudadanos. La operación estaba al mando de un funcionario del Partido Socialista Unificado, desconocido en el Oeste, llamado Erich Honecker, quien instaló su centro de operaciones en la jefatura de policía de Alexanderplatz (cuando cayó el muro de Berlín en 1989 Honecker acababa de ser relevado como presidente de la RDA por Egon Krenz).

Ulbricht y Honecker eran los únicos dirigentes que conocían los planes para cerrar la frontera y sólo se lo comunicaron a otros altos cargos la víspera, durante una comida en la residencia de verano de Ulbricht.

Poco después de la 01:00 horas se incorporó a su turno, en la sede de la policía del Oeste en Tempelhofer, el comisario general Hermann Beck. En torno a las 02:00 horas recibió algunos comunicados que no supo interpretar. En varios se decía que los trenes de las estaciones de Staaken y Gesundbrunnen habían sido detenidos y devueltos a la zona controlada por los soviéticos. Después llegaría la misma noticia relacionada con las estaciones de Schönzold, Wansee, Stahnsdorf. También se le informó de que se había interrumpido la línea del suburbano entre las dos zonas de la ciudad.

Otros comunicados señalaban que camiones militares con policías y carros blindados estaban maniobrando en varias calles de la línea que dividía el Este de Berlín del Oeste. Recordó que había preparado un plan militar de emergencia por si las tropas de Berlín Este trataban de invadir el Oeste de la ciudad, pero no parecía ser el caso. Aún así, Beck dio a las autoridades de Berlín Oeste la orden de poner en estado de alerta a los 13.000 policías acantonados en la ciudad.

A las 02:00 horas Allan Lightner, delegado del Gobierno norteamericano en Berlín, recibió la noticia de que varios sectores fronterizos habían sido cerrados pero no le dio importancia y se fue a la cama. A las 05:00 horas se despertó a John Ausland, del departamento encargado de Berlín en el Ministerio de Exteriores en Washington, pero tampoco hizo caso. A las 09:00, después de desayunar, recibió un telegrama de la CIA de Berlín para que informase de aquellos movimientos al presidente Kennedy. Antes consultó una carpeta con la etiqueta «Border closure» (cierre de frontera) pero estaba vacía.

Durante la madrugada oficiales de servicio americanos habían apreciado en el Este movimientos de coches militares y camiones cargados con alambradas de pinchos y postes de hormigón, protegidos por tanques, aunque observaron que ninguno era soviético.

El alcalde de Berlín Oeste, Willy Brandt, candidato a canciller por el SPD en las elecciones de septiembre, estaba en campaña electoral en Nurenberg y volvió apresuradamente en avión. Desde el mismo aeropuerto de Tempelhof se dirigió a Potsdamer Platz y a la Puerta de Brandenburgo, para comprobar in situ aquellos trabajos de levantamiento de alambradas y postes de cemento. De inmediato envió al presidente Kennedy un comunicado para que se tomasen medidas.

A las 12:30 horas Kennedy recibía la noticia a bordo de su yate Hyannis Port. Junto con el ministro de Exteriores, Dean Rusk, prepararon una declaración para la prensa en la que se afirmaba que el bloqueo de Berlín Oeste representaba la derrota del sistema comunista. Para Kennedy el cierre significaba además que la RDA no quería ocupar la ciudad, pues de ser así no levantaría un muro.

En los días siguientes ordenó que se desplazaran a Berlín 1500 soldados americanos y envió al vicepresidente Lyndon B. Johnson a la ciudad bloqueada para dar su apoyo. El 19 de agosto Johnson fue recibido en el aeropuerto por una multitud que lo aclamaba y cientos de miles de personas escoltaron el recorrido de las calles por las que circulaba el coche.

El muro llegó a ocupar 155 kilómetros. Mientras los berlineses del Oeste se manifestaban y protestaban contra el bloqueo, en el Este la prensa elogiaba la iniciativa de levantar el muro al que llamaban «de protección antifascista».

A pesar de la represión ejercida sobre la población, algunos ciudadanos se atrevían a protestar en público. La policía comenzó a arrestar a los críticos. A finales de agosto había 2192 personas detenidas. Muchos pensaron que tenían que huir de aquel sector de la ciudad antes de que fuera demasiado tarde. Saltaban las alambradas, se arrastraban por debajo de las barreras, rompían el cerco con sus coches a toda velocidad o cruzaban a nado el río Spree y el canal de Teltow. Otros saltaban por las ventanas de los edificios pegados al muro hasta que las autoridades decidieron desalojar las viviendas fronterizas, tapiar las puertas y las ventanas de las casas y hasta demoler los edificios.

Muchos perdieron la vida en el intento. El 15 de agosto varios periodistas fueron testigos de la huida espectacular de uno de los policías fronterizos que saltó por encima de la alambrada y fue recogido por un camión de la policía del Oeste. Se llamaba Conrad Schumann, de diecinueve años, y la fotografía que tomó Peter Leibing en el momento del salto dio la vuelta al mundo y se convirtió en uno de los iconos más representativos de la lucha contra el muro.

En las seis primeras semanas después del cierre otros 85 policías fronterizos huyeron a la RFA. Las huidas de ciudadanos del Este hacia el Oeste eran calificadas por las autoridades comunistas como «rupturas de la frontera» y cada vez, efectivamente, se fueron haciendo más difíciles.

Como elemento simbólico, la Puerta de Brandenburgo se convirtió en un monumento inaccesible, en tierra de nadie, en un símbolo de la ciudad dividida. Las dos aceras de algunas calles habían quedado divididas por el muro. Al principio los berlineses aún podían saludarse desde ambos lados pero pronto la policía fronteriza de la RDA instaló paneles y alambre de espino para evitarlo.

Desde ambos sectores se inició desde muy pronto una actividad propagandística con carteles de gran tamaño, pancartas y altavoces, dirigida a informar a la población del otro lado. Desde Berlín Oeste se publicaban noticias sobre el desarrollo económico y social de los países occidentales y desde la parte oriental se enviaban discursos desafiantes y se justificaba la construcción del muro como un baluarte de protección antifascista y de defensa contra el imperialismo occidental.

La ciudad estuvo dividida durante veintiocho años.

La caída

Desde la llegada de Mijail Gorbachov al poder en la URSS se intensificaron las manifestaciones de oposición al régimen en todos los países de la órbita soviética y en agosto de 1989 numerosos ciudadanos de la RDA ocuparon las embajadas de la República Federal en Varsovia y Praga. En Hungría se permeabilizó la frontera con Austria, por donde huían decenas de personas, y en Berlín miles de manifestantes se congregaban diariamente en Alexanderplatz y otros centros neurálgicos para exigir cambios en la RDA.

El 9 de noviembre de 1989 Günther Schabowski, secretario de Información del Gobierno de la RDA, leía ante la prensa un papel que le había entregado el mismísimo presidente de la RDA Egon Krenz. Allí se anunciaba que se acababa de establecer una nueva ley de tránsito por la cual se podrían solicitar viajes privados al extranjero sin necesidad de los requisitos exigidos hasta entonces y que serían autorizadas las salidas en todos los pasos fronterizos entre la RDA y la RFA. Cuando el periodista italiano Riccardo Ehrman le preguntó cuándo entraba en vigor la medida, Schabowski contestó: inmediatamente. En pocas horas, ante el pasmo y la incredulidad de los vigilantes de los puestos fronterizos, multitudes de ciudadanos del Berlín oriental comenzaron a pasar a la otra parte de la ciudad, cientos de berlineses celebraban el reencuentro entre abrazos y lágrimas y muchos se subían a lo alto del muro y comenzaban a golpearlo simbólicamente con martillos.

Poco después de la caída comenzaron a demolerse los 155 kilómetros del muro, conservándose únicamente pequeños fragmentos en seis lugares de Berlín como testimonios de un periodo aciago y para que nunca se olvide lo que el excanciller Willy Brandt calificó de monstruosidad histórica.

Exposición:

  • «El Muro de Berlín. Un Mundo Dividido»
  • Fundación Canal – Sala Castellana 214
  • Paseo de la Castellana 214,
  • Madrid, España 28046
  • De lunes a domingo
  • De 10:00-20:00h (cierre de la sala a las 22:00h)
  • Martes cerrado
  • Duración: De 120 a 150 minutos
  • Accesible para personas de movilidad reducida
  • Todas las entradas incluyen audioguía en español e inglés
  • Desde 12.60€
  • Precio mínimo todos los lunes por Día del visitante
Francisco R. Pastoriza
Profesor de la Universidad Complutense de Madrid. Periodista cultural Asignaturas: Información Cultural, Comunicación e Información Audiovisual y Fotografía informativa. Autor de "Qué es la fotografía" (Lunwerg), Periodismo Cultural (Síntesis. Madrid 2006), Cultura y TV. Una relación de conflicto (Gedisa. Barcelona, 2003) La mirada en el cristal. La información en TV (Fragua. Madrid, 2003) Perversiones televisivas (IORTV. Madrid, 1997). Investigación “La presencia de la cultura en los telediarios de la televisión pública de ámbito nacional durante el año 2006” (revista Sistema, enero 2008).

DEJA UNA RESPUESTA

Escribe un comentario
Escribe aquí tu nombre