El Ballet Nacional de España (BNE) se ha apuntado otro hito con la reposición en el Teatro de la Zarzuela de «El Loco», la tremenda historia de Félix Fernández, un humilde y extraordinario bailaor de flamenco, que una noche tras su actuación en el Café Cantante Novedades, fue invitado por Sergei Diaghilev a unirse a los Ballets Rusos como maestro de baile español, para el estreno de El sombrero de tres picos de Manuel de Falla en Londres. Lo que parecía una suerte caída del cielo resultó ser una pesadilla…
Nunca quedó claro si en algún momento se le ofreció bailar el papel del molinero, que no consta en el contrato que se conserva en los archivos de la biblioteca de la Universidad de Harvard, pero que pudo quizá ofrecérsele verbalmente, o no. Pero cuesta creer que el primer bailarín y coreógrafo Léonide Massine fuera a renunciar al papel protagonista.
El sombrero de tres picos se estrenó en el teatro Alhambra de Londres el 22 de julio de 1919. Félix desapareció y días más tarde fue detenido en la iglesia de St. Martin-in-the Fields, bailando como un poseso. Su destino fue el psiquiátrico de Epson Grove, donde fue diagnosticado de esquizofrenia catatónica. Allí pasó los últimos veintidós años de su vida, hasta que la muerte se apiadó de él en 1941.
El loco Félix se ha reencontrado con la fama que no consiguió en vida, en este ballet auténtica obra maestra, para lo que tiene todos los ingredientes. La historia, la música de Manuel de Falla, para El sombrero de tres picos, la de Mauricio Sotelo para ilustrar el proceso de locura del protagonista, y la de Juan Manuel Cañizares, quien recrea y actualiza los orígenes y las noches de café cantante; la coreografía de Javier Latorre, la actuación de unos bailarines solistas de excepción y de un cuerpo de baile con todos los reconocimientos. Y por encima de todos, la dirección sin fisuras, exquisita, de Rubén Olmo.
En un ballet que teatraliza una historia argumental centrada en la segunda década del siglo veinte, el vestuario es una de sus señas de identidad. El que ha creado Jesús Ruiz refleja minuciosamente cada momento de cada personaje. Hay énfasis en el vestuario del loco, fiel reflejo de la humildad y fragilidad del personaje. Nunca cambia de estilo como maestro de baile de los ballets rusos. Refuerza su actuación hasta provocar las lágrimas en los pasajes más dramáticos de la interpretación de José Manuel Benítez.
Quién sabe, si Félix nunca hubiera conocido a Diaghilev una noche cualquiera, quizá nunca hubiera desarrollado su locura. Se entienden muy bien sus problemas de integración en un ambiente elitista del que no forma parte y sus consecuencias. Se entiende la decisión de Diaghilev, de que su primer bailarín protagonice al molinero. Pero nadie entiende el proceso de locura inducida por una situación que le supera, que va apoderándose de Félix Fernández. Verlo en escena, va haciendo crecer la angustia en el espectador, sobre todo, durante esos terribles veintidós años encerrado en un psiquiátrico inglés, hasta las lágrimas. Hay un llanto por Félix Fernández que viene a poner fin, piadosamente, la Dama Blanca, la muerte.
Tan maravillosamente interpretado que hace vivir lo que ocurrió en la realidad.
Paco López, autor del libreto, empieza la historia por donde acaba. Con un pobre loco encerrado, rememorando sus fantasmas, Diaghilev, sus ballets, sus bailarines, el molinero que nunca pudo bailar, el regreso al paraíso perdido de sus años de bailes flamencos, los cafés cantantes, la fiesta, los jaleos, la celebración de la vida, en fin. Félix obsesionado por su única pasión, el baile, rota para siempre.
La noche de 1916 en la que cambió la vida del bailaor. El espectáculo del Novedades, la asistencia como espectadores del director de los Ballets Rusos y de sus primeros bailarines. La farruca que baila el joven Félix, ¿qué indujo a Diaghilev a fijarse en él como futuro profesor de baile español en su compañía? ¿Un destino imprevisible que le empujó a hacer una oferta al joven bailaor que no podía rechazar? Una oferta que acabaría en una tragedia larga y profunda, en la que la pobre víctima nunca pudo explicar hasta dónde pudo llegar su sufrimiento.
Todo ello bailado, teatralizado, musicado, vestido, interpretado para Óscar y sin duda para Premio Internacional de Ballet.
Luego los ensayos de El sombrero de tres picos, con Massine de protagonista y Félix interrumpiendo, metiéndose por medio, convencido en su locura de que el molinero es él. La noche del estreno, el éxito, pero Félix ya no está. Está perdido, no sabe dónde, rodeado de sus fantasmas, del recuerdo de la farruca, él mismo como el bailaor antiguo, la primera aparición de la Dama Blanca, el dolor de vivir, la locura, la oscuridad, el vacío… su detención en St. Martin in the Fields, el hombre roto para siempre, recluido durante veintidós larguísimos años en un psiquiátrico inglés.
La infinita soledad, hasta que por fin aparece la muy esperada y hermosa Dama Blanca que lo cubre amorosamente con su manto.
Y todo eso vivido interactivamente, como formando parte del drama, por el espectador. Cuánta belleza, cuánto dolor y angustia, presentes en esta historia actualizada a día de hoy.
Félix el loco merecía este homenaje. Estará feliz dondequiera que esté.
Ficha artística:
- El loco: José Manuel Benítez
- Karsavina: Miriam Mendoza
- Massine: Carlos Sánchez.
- Diaghilev: Rubén Olmo.
- Orquesta sinfónica de la Comunidad de Madrid (Orcam)
- Cante: Gabriel de la Tomasa y Juan José Amador El Perre
- Guitarras: Diego Losada, Enrique Bermúdez, Jonathan Bermúdez, Víctor Márquez.
- Percusión: Roberto Vozmediano.
- Del 9 al 22 de diciembre 2022 en el Teatro de la Zarzuela.