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El escritor Julien Gracq y su pasión por el ajedrez

Julien Gracq y el ajedrez

El novelista, poeta, ensayista y dramaturgo francés nacido como Louis Poirier, pasó al mundo de la literatura como Julien Gracq (1910-2007). La editorial madrileña Nocturna Ediciones, dedicada especialmente a la narrativa, había publicado en 2016 su obra ‘Las tierras del ocaso’, escrita en 1956, una metáfora de un reino asediado que se compara con la ocupación alemana, y que se publicó, tras ser encontrada en una maleta, de forma póstuma.

Ahora, de nuevo un libro, escrito por el profesor Jean-Louis Leutrat (1941-2011) publicado en España por Shangrila ediciones, durante la pandemia, rescata la figura del escritor francés y sirve para recordar su trayectoria literaria.

Al igual que otros muchos conocidos escritores, tuvo una gran pasión que le acompañó toda su vida, el ajedrez. Gracq declaró en su día sobre los 64 escaques: «el juego del ajedrez se inclina más, cuando se trata de grandes jugadores, hacia el arte que hacia la ciencia».

Se inició en el ajedrez a los catorce años en el liceo Georges Clemenceau de Nantes, sus primeras partidas fueron ante su hermana Suzanne, quien le enseñó el juego, entonces tenía diez años más que él. Se conservan diferentes partidas que disputó ante ella y que anotó de su puño y letra, con notación descriptiva.

Posteriormente se sumergió en libros de temática ajedrecística y en su biblioteca figuraban además de francés, en inglés y ruso. En total, contaba con más de un centenar de obras, algunas de ellas contenían anotaciones al margen que había escrito a mano. El presidente de la federación francesa de ajedrez (FFE) e impulsor de la FIDE, Pierre Vincent (1878-1956), le envió un escrito recomendándole un tratado general de ajedrez.

Gracq citaba también a ajedrecistas como Aron Nimzowitsch (1886-1935), «nunca refuerces los puntos débiles sino los fuertes» y entre los que seguía se encontraban Wilhelm Steinitz (1836-1900), Paul Morphy (1837-1884), Emanuel Lasker (1868-1941), Alexandre Alekhine (1892-1946) y Mijail Chigorin (1850-1908).

Conoció al pintor y ajedrecista Marcel Duchamp (1887-1968), así como jugó por correspondencia con el pintor belga René Magritte (1898-1967) con el que coincidió en separar su actividad artística o literaria con la ajedrecística.

En su etapa de profesor de historia en Quimper, en la Bretaña francesa, además de impulsar el club local de ajedrez, recibió al escritor, crítico literario y ajedrecista Eugene Znosko-Borovsky (1884-1954), jugador francés de origen ruso conocido por haber ganado en 1913 una partida a José Raúl Capablanca (1888-1942). En su biblioteca tenía varios de sus libros.

También conoció al ajedrecista húngaro-australiano Lajos Steiner (1903-1975) en Budapest en 1931.

Por otra parte, jugaba con su editor, José Corti -en realidad su apellido era Corticchiatto (1895-1984)- con quien mantenía una intensa relación desde que le publicó su primer libro.

«Se lo debo todo a los libros y casi nada al juego que practique de forma intermitente», señalaba Gracq, añadiendo que era un «lector de partidas» y lo relacionaba con «el placer de descubrir obras de estrategia» ya que se consideraba un «estratega de café».

En el libro ‘Un bello tenebroso’ (Un beau tenébreux, en su original francés, 1945), no traducido al español, el juego del ajedrez se sitúa de forma simbólica en el corazón de la relación de los principales protagonistas de la novela.

«Podemos sentir el mundo (…) como un problema de ajedrez. (…) Solo tienes que poner la pieza en cada cuadrado para que todo cambie. Visto desde cierto ángulo es una operación absolutamente mágica» escribe, y es el ajedrez con sus «relaciones secretas que, de un escaque a otro, dormitan sobre el tablero».

Asimismo en A lo largo del camino (Carnets du grand chemin, en su original francés, 1992) –traducido en España por Acantilado- entre otros, hace un retrato muy singular del ajedrecista Alexandre Deschapalles (1780-1847) quien tomó el relevo a Philidor (1726-1795) en el mítico café de la Régence de París. Por cierto, en esta obra también hay referencias a paisajes de España.

Al final de su vida recibió una invitación para acudir al club ‘Círculo de Ajedrez’ de la localidad de Cholet, donde tras agradecer la invitación, contestó que era un «jugador modesto» pero que el ajedrez lo había acompañado toda su vida.

Trayectoria literaria

Gracq, quien ejerció como profesor de geografía e historia, es conocido por haber rechazado el premio Gouncourt por su libro más destacado, ‘El mar de las Sirtes’ en 1951, porque apreciaba su existencia como escritor discreto ajeno a las modas y a la atención mediática, algo que mantuvo siempre.

Todo ello en coherencia con lo que denunció un año antes el ensayo ‘La literatura como bluff’ (La littérature à l’estomac, en su original francés) editado en 1950, sobre la situación de la literatura y los premios literarios.

Perteneció en su juventud al Partido Comunista de Francia – militancia que abandonó con motivo del pacto germano-soviético en 1939-, y fue miembro del sindicato CGT.

Entre sus novelas además de las citadas ‘El mar de las Sirtes’ (1951), ‘Un bello tenebroso’ (1945), ‘A lo largo del camino’ (1992), hay que mencionar las traducidas al español ‘En el castillo de Argol’ (1938), ‘Los ojos del bosque’ (1958), El rey Cophetua (1970), ‘La península’ (1970) -publicado también en Nocturna- y ‘Aguas estrechas’ (1976).

Nació en un pueblo, Saint-Florent-le-Viel cercano a Nantes, ciudad que reflejó con carácter autobiográfico en ‘La forma de una ciudad’ (1985) al igual que recorre la capital italiana con ‘Roma. En torno a las siete colinas’ (1985).

También se publica en 2011, ‘Manuscritos de guerra’ (Manuscrits de guerre, en su original francés) donde recrea su experiencia en la guerra en 1940 cuando estuvo movilizado y acabó prisionero de los nazis hasta 1941 donde salió por motivos de salud.

El escritor español Enrique Vila-Matas lo definió como el “último clásico de la literatura francesa”.


Periodista. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona, rama Periodismo con cursos de doctorado, estudios sobre Marruecos contemporáneo y el Sáhara Occidental. Más de 35 años de periodismo, la mayoría en prensa escrita, ha trabajado a ambas orillas del Estrecho de Gibraltar, casi 13 años en el extinto diario El Faro Información, en Algeciras, donde empezó de redactor y del que fue su último director y en Tánger dos años en un diario digital. Además ha participado en la mayoría de los Congresos de Periodistas del Estrecho desde el inicial en 1993 hasta 2019. Titulado en ajedrez por la UAH y UNED. Amante de Portugal. Ha publicado un libro, ‘Artículos periodísticos. Apuntes para la historia de la prensa de Algeciras’.

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