«El pueblo que te vio nacer, no te olvida»

Es el mensaje que va a perdurar en la placa colocada este 25 de septiembre 2021 en la pared de una casa sencilla, de una familia de campesinos, en la que el 22 de septiembre de 1966 llegó al mundo Joaquín Beltrán, en la calle La Calzada de El Burgo, un pueblo, de apenas dos mil habitantes, en la provincia de Málaga. 

Este bellísimo paraje, enclavado en el Parque Natural Sierra de las Nieves, declarado Reserva de la Biosfera por la UNESCO, lo llevó de por vida en su retina y en su corazón, aquel niño que a los ocho años partió de su pueblo natal, con sus padres Carmen y Francisco. Iban buscando una vida mejor, que esta familia numerosa de ocho hijos encontró en el País Vasco, donde tristemente, Joaquín, también encontró la muerte de forma trágica en el derrumbe del vertedero de Zaldivar.

«Venía mucho a El Burgo; sobre todo no faltó a una Fiesta de San Agustín en agosto. Tenía siempre el recuerdo de sus compañeros del colegio de San Agustín», me dice Manuel, un primo de Joaquín, con el corazón encogido: «quien le iba a decir de jamás volvería a su querido pueblo».

Terrible, pero cierto, al quedar atrapado para siempre bajo el alud. Todos hablan de la generosidad de Joaquín Beltrán, puesta de manifiesto aquel fatídico seis de febrero de 2020, cuando en lugar de salir corriendo, al percatarse del desplome, fue avisando a los trabajadores para que abandonasen la zona. 

Ahora, El Burgo, su querido pueblo en el que fue tan feliz en su infancia, le rinde un sentido homenaje que le va a perpetuar con una emotiva placa de cerámica hecha desde el dolor y el sentimiento, a iniciativa de un familiar de Joaquín, residente en El Burgo.

Vecinos de El Burgo en el homenaje a Joaquín Beltrán
Vecinos de El Burgo en el homenaje a Joaquín Beltrán
Vecinos de El Burgo en el homenaje a Joaquín Beltrán

En medio de un silencio doliente, la mujer de Joaquín, Elena, ha pronunciado unas palabras de agradecimiento, acompañada por sus tres hijos Fran, Laura y Pablo. Junto al número 10 de La Calzada de El Burgo, en la vivienda familiar, Txisco, el hermano pequeño de Joaquín ha descubierto la placa, un puzzle cerámico de catorce piezas, hecho a mano por el artesano Pascual Cozar, vecino de Alozaina, un pueblo de la comarca.

El emotivo texto de la placa está arropado por un olivo: «es un arbol que le gustaba mucho a Joaquín y se llevó uno de El Burgo, lo plantó en su casa de Zalla». Así me lo comentan desde el ayuntamiento, que, en un gesto de humanidad que les honra, se han volcado con la familia de Joaquín Beltrán.

La propuesta, recibida por la corporación municipal, IU y PSOE, tuvo como respuesta unanimidad absoluta. Querer, es poder.

Desde Zalla Bai, encomiaron este gesto humano del ayuntamiento de El Burgo, tan distinto a la respuesta negativa de la corporación municipal de Zalla, PNV, PSOE y abstención de EH Bildu, ante la petición de Zalla Bai, de poner el nombre de Joaquín Beltrán a la plaza del pueblo que, durante quince meses de incertidumbre, fue encuentro de vecinos apoyando a la familia de Joaquín.

Luego, han querido arreglarlo, poniendo en la Plaza de Euskadi una placa conmemorativa. Pero no es lo mismo; no lo es, por eso el pueblo de Zalla ha expresado su malestar en redes sociales con frases como: «cero humanidad y cero respeto», dedicadas a esos políticos nada empáticos con el dolor ajeno, que, además, son tan miserables que pretenden escudarse en palabras huecas justificando lo injustificalbe; por eso recogemos esta frase de los vecinos de Zalla que son los que les pagan el sueldo a los políticos municipales: «sobran las palabras y faltan argumentos».

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