El Ateneo es, sin duda, la única institución privada y pública de España que conserva la democracia en su expresión más original. Cada mes todos sus socios somos convocados a la Junta General donde, hasta ahora, la Junta de Gobierno, que pese a su nombre sólo es una Junta de Administración, rendía cuenta de su gestión durante ese mes. Los socios, durante doscientos años, en esas Juntas mensuales acordamos nuevos mandatos y apoyamos o no las iniciativas de la Junta de Gobierno. El Ateneo era, hasta hoy, la pura democracia ateniense; la que se reunía en el Ágora y decidía por democracia directa qué quería que hicieran los encargados del Gobierno.

Algunos dirán que esa forma de funcionamiento es poco eficiente; no lo será tanto si ha durado doscientos años. El Ateneo fue cerrado, amenazado, secuestrado y ahí sigue pese a esos atentados. Sin duda esta solución no es aplicable a ciertos niveles multitudinarios que impiden esa reunión tan frecuente. Dirigir un país o una empresa exige la democracia representativa o la democracia mediante votaciones por correo o telemática anuales.

Pero el control frecuente de que la Junta de Gobierno ejecuta lo que se le manda y no lo que le da la gana, es un procedimiento válido. Eso pretenden erradicar los recién electos, mayoría en la Junta de Gobierno. Su ansia totalitaria es tal que ya lo hacen violando el Reglamento, basados en votaciones nulas de pleno derecho.

El Reglamento del Ateneo parte del mandato del art. 7.1 CC: «Los derechos deberán ejercitarse conforme a las exigencias de la buena fe». Sobre su base estableció el siguiente silogismo: proposición mayor: «la gente que se hace socio del Ateneo ama la cultura»; proposición menor: «la gente que ama la cultura es decente y no comete fraudes»; conclusión: «los socios del Ateneo son gente decente que no cometen fraudes».

Porque así fue durante doscientos años se eliminó la exigencia de un aval específico de tres socios a la solicitud de cada candidato; hoy se mantiene la formalidad, pero se «avala de oficio» a todo el que lo solicita. Y aceptado, se le concede el derecho al voto con sólo tres meses de antigüedad. Eso ha permitido que gente que no ama la cultura, con las consecuencias que ello trae, sea socio del Ateneo con derecho a voto.

La actual Secretaria primera nos ha mostrado su nivel cultural al declarar que toda su vida, ya no es una niña, estuvo pasando por delante del Ateneo sin entrar jamás en él. ¿Qué la ha movido a hacerse socia, y un año después presentarse a las elecciones? Dice que renovar una institución cuya existencia ignoró toda su vida, en la que no participó en ningún acto cultural durante todo ese año. Y como ella el Presidente y demás recién llegados a los que hemos admitido con buena fe; sólo se nos puede reprochar haber sido ingenuos.

Pero eso es la buena fe; creer que nuestro interlocutor es, al menos, tan decente como nosotros. Eso es más que la presunción de inocencia; es la presunción de decencia. ¿Fue legal la invasión de candidatos a los que admitimos?, es cierto; ¿fue un fraude ético?, también; ¿hemos sido víctimas de nuestra buena fe?, no hay duda.

¿Qué solución tiene este Ateneo para poder conservar doscientos años siendo un dechado de cultura y decencia? Que todos los socios decentes, que somos mayoría, votemos en las elecciones. Pero para evitar eso la actual Junta de Gobierno violó el Reglamento y no ha enviado la convocatoria a todos los socios, una forma de manipulación electoral que espero que se declare delictiva.

La razón del fraude (art. 6.4 CC) es clara: sabe que la inmensa mayoría de los socios votarían en contra sus proyectos; además ha publicado una convocatoria que incumple objetivamente el Reglamento; y lo ha rematado una Junta Electoral antirreglamentariamente constituida, que ha declarado por unanimidad, que los lunes son jueves y que la convocatoria es correcta. Así es como es esta gente, socios pese a todo; así entienden la democracia; como cuando aprobaron ¿democráticamente? un acta donde constaban más de veinte falsedades objetivas y ostentosas.

¿Qué otra solución tiene el Ateneo? Que la gente de nuestra hipótesis, la que ama la cultura y es decente, o viceversa, se haga socio del Ateneo y colaboren en que el Ateneo ofrezca cada año gratis a todo el mundo más de quinientas conferencias dadas por personas de la máxima cualificación personal: embajadores, académicos de las RR. AA., investigadores del CSIC y de otras instituciones de investigación, profesores de las diversas universidades e institutos públicos, profesionales de empresas privadas de alta cualificación, etc.

Hay también sesiones de cine club que son una joya dentro de la oferta de cultura de Madrid; y conciertos de música de profesionales cualificados, única actividad que tenía un coste de entrada simbólico, donde sólo los socios entraban gratis, pues nosotros soportamos el Ateneo. Eso se ha acabado, víctima del ansia mercantilista de la cultura de la mayoría de la Junta de Gobierno. También el derecho a hablar en las Juntas, el derecho a ser informados, el derecho a seguir siendo lo que siempre fuimos: «la Holanda de España», el paradigma del respeto a la democracia y a la libre expresión.

Goebbels dijo, y el actual presidente siendo un profesional de la difusión conoce bien la frase: «no hay mentira que dicha bastante número de veces no llegue a pasar por verdad». En el Ateneo la mayoría de los socios recordamos aquella otra frase de Churchill: «se pude engañar un millón de veces a una persona, una vez a un millón de personas, pero no se puede engañar un millón de veces a un millón de personas». Cada uno elige la frase por la que rige su vida.

Hoy esperamos que el tiempo necesario para que la frase de Churchill se cumpla, sea breve y los engañados se desengañen. Y si a Vd., amable lector, la palabra Ateneo le provoca una asociación de ideas con la democracia, la decencia y la cultura, que fueron su razón de ser durante estos doscientos años y nosotros estamos empeñados en que lo siga siendo …. ¡por favor!, pásese pronto por el Ateneo y asóciese; el Ateneo le necesita; pero también la democracia, la decencia y la cultura.

Alfonso J. Vázquez Vaamonde, socio 32808

3 COMMENTS

  1. Estimado Alfonso:

    Gracias por compartir en esta tribuna de Aquí Madrid tus pensamientos y conclusiones acerca de la situación actual del Ateneo de Madrid. Se podrán compartir todas o ninguna de tus expresiones, pero la esencia del Ateneo de Madrid es el debate, el intercambio de opiniones, la palabra y la defensa de la esencia de la misma institución. El Ateneo no puede ser más que de sus socios.

    El próximo martes día 26 es una buena oportunidad para que los socios puedan expresar su voluntad.

    Gracias a Aquí Madrid por hacerse eco de este artículo.

    Saludos cordiales,

    Pedro

  2. Llevo 34 años de socia en el Ateneo y tengo la misma edad que el actual presidente. Pero para los criterios de la actual junta de gobierno ( me niego a ponerlo en mayúsculas, no tienen categoría para ello) soy una «socia vieja» a la que hay que eliminar. El motivo de llevar tanto tiempo en el Ateneo es que soy vecina del barrio y sí entré siento una adolescente a ver los actos y su majestuosa biblioteca. El Ateneo de mi época de estudiante estaba lleno de jóvenes del barrio que venían a estudiar sus carreras ya que en este barrio no había bibliotecas públicas. Esa es la diferencia entre estudiar de verdad y que tus papás te paguen tus estudios. En todos estos años he visto algunos intentos de mercantilizar el Ateneo, pero siempre ha salido mal, los socios son gente muy dura y al ser conscientes de ser condueños del edificio, lo protegen con uñas y dientes. Pero en todos estos años, por muy malas que fuesen las juntas, no he visto otra junta con tamaña ordinariez, tan soez, tan vulgar, tan dictadora y machista. Esta junta además, es un claro ejemplo de la cultura postmoderna de postureo y barateo. Producto de colegios privados donde se paga por la educación ahora lo llevan al Ateneo. El presidente Macho Alfa cincuentón con novia jovencita, ha decidido que la cultura del Ateneo sea ver a Tchaikovsky con una bailarina que no se puede mover porque se lo impiden una cantidad ingente de velas led, que por lo visto, las velas son más importantes que la música. Nuestro presidente, que trae a sus alumnos a votar, menciona continuamente que hay quince, treinta socios que destruyen el Ateneo y tiene razón, pero se le olvida decir que son ellos los quince socios que están perjudicando el Ateneo

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