
«Sólo a través del arte podemos salir de nosotros mismos y saber lo que ve otra persona». Esta es una de las muchas frases que sobre el arte dejó escritas Marcel Proust en su obra literaria. Porque Proust vivió toda su vida en contacto con artistas y había pocas cosas que le interesasen más que los museos, las exposiciones y los monumentos.
Estos días puede verse en el Museo Thyssen de Madrid una exposición distribuida en nueve salas dedicada enteramente a las relaciones del escritor francés con las artes en todas sus expresiones.
Marcel Proust expuso en su literatura las teorías estéticas con las que contemplaba las obras de arte a su alcance, en París y en localidades del norte de Francia sobre todo, pero también en Venecia y en los espacios en los que desarrolló parte de su vida y compuso su obra, a los que dio nombres ficticios: Swann, Guermantes, Balbec.
La capital francesa era en los primeros años del siglo veinte un lugar donde confluían las grandes transformaciones urbanísticas que la convirtieron en un espacio de modernidad, con los coches que iban sustituyendo a los carruajes, la electricidad a la iluminación con antorchas y los cafés donde se reunían creadores de todos ámbitos, desde la bohemia a la burguesía, a los salones de la aristocracia.
Por supuesto que es a lo largo de su magna obra «En busca del tiempo perdido» donde esta relación con el arte y los artistas se hace más explícita, pero ya desde su primer libro «Los placeres y los días» mostró Proust su atracción por la música, el teatro o la pintura que contemplaba en sus visitas al museo del Louvre y en las escenas de los Campos Elíseos y el Bois de Boulogne que los pintores impresionistas recogían en sus cuadros.
La exposición
Una fotografía de un joven Proust hecha por Paul Nadar recibe a los visitantes junto al retrato más conocido del escritor, pintado por Jacques-Émile Blanche.
Esta primera sala se centra en «Los placeres y los días», donde Proust manifiesta su predilección por el Renacimiento, la pintura holandesa del siglo diecisiete y la francesa del diecinueve. Hay aquí cuadros de Anton van Dyck, Jean-Antoine Wateau, del español Raimundo de Madrazo, quien fue amigo del escritor, junto a una ilustración que Madeleine Lemaire hizo para la primera edición de este libro.
París es el escenario en el que se desarrolla gran parte de «En busca del tiempo perdido», por lo que la sala dedicada a la ciudad recoge las relaciones de Proust con la alta burguesía y la aristocracia, representadas aquí por obras de Georges Stein, de Pissarro, de Pierre-Auguste Renoir, junto a retratos de personajes como la actriz Sarah Bernhardt y el compositor Reynaldo Hahn, que representan el interés de Proust por la música y el teatro.
El primer libro de «En busca del tiempo perdido» es «Por la parte de Swann», el ámbito rural donde tenía su mansión Charles Swann, para cuyo personaje Proust se inspiró a partes iguales en el crítico de arte Charles Haas y en el periodista Charles Ephrussi.
Sus retratos están aquí en «El círculo de la Rue Royale» de James Tissot y en una obra de León Bonnat. Se puede ver en esta sección el que Madrazo hizo de Laure Hayman, una escultora argentina amante del padre de Proust que inspiró al escritor el personaje de Odette. Aquí está también una de las pocas esculturas de la muestra, un busto de Anatole France esculpido por Bourdelle. También se expone en esta sala la obra de Vermeer «Diana y sus ninfas», que Proust cita en su novela.
El mundo de Guermantes es otro de los espacios de «En busca del tiempo perdido», protagonizado por los personajes de la duquesa Oriane de Guermantes y el barón de Charlus, poeta homosexual para cuyo modelo Proust se sirvió del también aristócrata Robert de Montesquiou, de quien hay aquí retratos firmados por Antonio de la Gándara y Lucien Doucet. De Zuloaga se muestra un retrato de la condesa Mathieu de Noailles.
Un mundo en el que fiestas, amores, arte y literatura se mezclan con la política y la guerra. De Élisabeth Greffulhel, que inspiró a Proust en parte el personaje de la duquesa, hay aquí prendas de abrigo expuestas junto a otras piezas textiles como una túnica de Proust y un vestido de Delphos.
Venecia merece toda una sala, como homenaje a esta ciudad que tanto significó para Proust. Se expone «Venecia» de Joseph M.W. Turner junto a cinco aguafuertes de Whistler y seis de Mariano Fortuny.
Otro espacio de la exposición está dedicado a las catedrales góticas de Francia, que Proust visitaba con frecuencia. Hay cuadros de Eugène Boudin, Alfred Sisley, Corot y otros, con imágenes de las catedrales de Reims, Notre-Dame, Amiens y Ruán.
Como decíamos al principio, la modernidad irrumpió con toda su fuerza en el París en el que vivió Proust sus mejores años. Para los lectores de Proust, el personaje de Albertine es fundamental y explica muchos aspectos de la obra del escritor. Proust se basó en Alfred Agostinelli, quien murió en un accidente de aviación en 1914, para crear esta figura femenina, centro neurálgico de los celos, el amor y las sospechas de infidelidad.
El avión es un elemento de modernidad que representa el progreso pero también la destrucción, y aquí están las xilografías del «París bombardeado» durante la Gran Guerra, de Maurice Bussetel, junto a una fotografía de Agostinelli en su coche, otro elemento de modernidad.
Los veranos en Balbec, que el personaje central de «En busca del tiempo perdido» pasa desde la infancia con su madre y con su abuela y más tarde solo, están representados por cuadros de Moreau, Whistler, Monet y Turner.
La última novela de «En busca del tiempo perdido», «El tiempo recobrado», es una profunda reflexión sobre el paso de los años y la proximidad de la muerte, reflejada en muchos de los personajes que habían venido apareciendo a lo largo de la obra.
Son ahora viejos, con achaques de salud y ni las mujeres más bellas pueden evitar la decrepitud que el tiempo arroja sobre sus rostros y su anatomía. Este espíritu se recoge en la sala que cierra la exposición, presidida por dos autorretratos de Rembrandt de épocas diferentes y dos imágenes de Proust en su lecho de muerte: una fotografía de Emmanuel Sougez y un dibujo de Helleu.
- TÍTULO. «Proust y las Artes»
- LUGAR. Museo Thyssen Bornemisza. Madrid
- FECHAS. Hasta el 8 de Junio