El 28 de abril de 2025 se recordará como el día en el que la península ibérica quedó a oscuras. Un apagón eléctrico sin precedentes interrumpió la vida de millones de personas desde las 12.33 horas, paralizando infraestructuras esenciales como hospitales, aeropuertos y redes de transporte público.
Pero más allá de lo logístico, este suceso dejó al descubierto una realidad menos visible aunque igualmente urgente, la fragilidad del sistema educativo ante este tipo de crisis.
Cuando la escuela se apaga
Las autoridades de distintas comunidades autónomas, en coordinación con el Ministerio de Educación, Formación Profesional y Deportes, tomaron la decisión de suspender las clases el martes 29 de abril debido a la posible continuación de cortes de luz y fallos de comunicación.
Plataformas digitales, aulas virtuales y sistemas educativos quedaron inservibles, dejando en evidencia nuestra profunda dependencia tecnológica para enseñar y aprender.
En un mundo altamente interconectado, formar a los estudiantes en habilidades como la resiliencia, la adaptabilidad y el pensamiento crítico ya no es una opción, sino una necesidad. Aprender a reaccionar ante lo inesperado debería formar parte del currículo tanto como otras asignaturas.
¿Qué tipo de educación queremos construir?
Asimismo, esta situación refuerza la urgencia de diversificar metodologías de enseñanza. No podemos basar todo el aprendizaje en herramientas digitales. Más allá de las pantallas y los cables, el conocimiento sigue fluyendo cuando hay curiosidad, acompañamiento y comunidad.
Fomentar la autonomía y el trabajo en equipo tal y como se plantea en aprender entre arte y naturaleza, transformará las aulas en espacios de aprendizaje auténtico.
En medio del silencio, la radio, alimentada por pilas, fue el único canal que siguió informando y conectando a las personas. Esto no solo confirma su relevancia social, sino también su valor pedagógico.
La radio escolar, además de ser una excelente herramienta para el desarrollo comunicativo, puede convertirse en un recurso esencial en momentos de emergencia, promoviendo una educación viva y conectada con la realidad.
Educar también es cuidar
El valor de la escuela como espacio seguro cobró una dimensión emocional muy clara durante el apagón.
En muchos centros, la incertidumbre provocó que decenas de familias acudieran de forma precipitada a recoger a sus hijos e hijas, provocando un ambiente de nerviosismo entre los infantes que se quedaban; al tiempo que muchos padres no fueron a recogerlos porque pensaban que el colegio era un lugar seguro en esos momentos.
Por ello, es crucial para el profesorado poseer una formación suficiente en gestión emocional y comunicación en situaciones críticas, además de establecer protocolos que refuercen la confianza entre la comunidad educativa.
Mantener la calma también se enseña y cuando se transmite desde los adultos, los niños y niñas pueden sentirse seguros incluso en medio de la contienda.