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El ajedrez en la obra ‘Las doce sillas’ de Ilf y Petrov

Ostap Bénder sosteniendo un caballo en Elistá

La obra ya convertida en clásico de la literatura rusa del siglo veinte, ‘Las 12 sillas’ de Ilf y Petrov (que corresponden a Iliá Ilf (1897-1937) y Yevgueni Petrov (1903-1942)) cuenta con un episodio de los más destacados referidos al ajedrez y su expansión entonces por el nuevo régimen soviético.

En la actualidad, este libro se encuentra en España descatalogado por lo que habrá que esperar que alguna editorial apueste por su reedición.

La novela fue escrita en 1928 en 37 capítulos en una revista soviética aunque la versión definitiva tiene cuarenta. Es una historia satírica y divertida y que tuvo una continuación con El becerro de oro en 1931. Se dejó de publicar en la Unión Soviética de 1939 a 1956.

La trama gira en torno a dos oportunistas, Ippolit Matvéevich y Ostap Bénder, quienes tratan de recuperar las doce sillas donde en una se escondieron unos diamantes. También el padre Fiódor descubre el secreto y se lanza asimismo en su búsqueda. Así se suceden aventuras y esfuerzos por la Unión Soviética, muchas de ellas con un carácter de comedia divertida. Como curiosidad tiene un capítulo, el veinte, titulado ‘De Sevilla a Granada’.

En su tercera parte, el capítulo 34 titulado ‘El Congreso interplatenario de ajedrez’, cuenta como el personaje de Bénder, quien pretende la conversión de un pueblecito en la capital interplanetaria del ajedrez. Vale la pena recordar este episodio de la obra.

La acción ocurre en la imaginaria ciudad de Vasiukí (autores la identifican con Vetluga). Los amantes del ajedrez sueñan con encontrarse con los grandes campeones del mundo (antes de que la Unión Soviética tuviera el primer campeón mundial, Mijaíl Botvinnik (1911-1995) y comenzara el dominio total de la escuela soviética de ajedrez).

El astuto Bénder cautivó a los lugareños con un proyecto para celebrar un súper torneo internacional en Vasiukí, haciéndose pasar por un gran maestro, con un razonamiento bien documentado por periódicos y revistas, citando que Emanuel Lasker (1868-1941) fumaba ante sus oponentes «con cigarros puros».

Así, menciona: «Saben ustedes, Lasker se comporta con total vulgaridad, se ha vuelto imposible jugar con él». Añadiendo: «fuma cigarros puros y echa humo a sus contrincantes. Y fuma de los baratos, a propósito, para que el humo sea más desagradable. El mundo del ajedrez está en crisis».

Entre los fabulosos cuadros que Bénder, definido como ‘el gran estratega’, pintó para los aficionados, era muy interesante el encuentro del ‘gran filósofo del ajedrez’ Emanuel Lasker y José Raúl Capablanca (1888-1942), quienes mantuvieron tensas relaciones. En Moscú en 1925, se vengó de su sucesor, tras derrotarlo en una partida de torneo, y lo dejó en el tercer lugar.

Supuestamente, se reconciliaron tras las palabras otorgadas por los autores de la obra a José Raúl Capablanca: «¡Yo siempre he admirado tu idea de mover el alfil de b5 a c4 en la apertura española!»

La frase requiere una aclaración ajedrecística: unos años antes, en una partida contra el ganador del torneo de Moscú de 1925, Efim Bogoliúbov (1889-1952), Lasker repentinamente y en contra de todos los cánones, retiró su alfil después de la repetida 1.e4 e5 2.Cf3 Cc6 3 Ab5 a6, pasa a Ac4, y no a Aa4. Las negras mejoraron, pero luego Lasker logró confundir a su oponente.

Pero siguiendo con el relato literario, «tenía tanta hambre que de buena gana se habría comido un caballo de ajedrez asado», por lo que como resultado Bénder logró tomar «para telegramas» veinte de los 21 rublos y 18 kopeks de la caja del club local de ajedrez que lo renombra como ‘Club de Los Cuatro Caballos’. «¡Estaría bien! ¡Qué sonoridad!».

En la URSS de finales de los años veinte, un rublo permitía contar con una buena cena. Los honorarios por la conferencia titulada ‘Una fructífera idea para la apertura’ y la sesión de simultáneas, que inventa Bénder como si fuera un gran maestro, ascendieron a otros 35 rublos. Solo había un defecto en el plan:

«El gran maestro (…) sabía con seguridad que el primer movimiento, e2-e4 no le supondría ninguna complicación. El resto de jugadas, sin embargo, se presentaban en medio de una espesa niebla, pero esto no turbaba lo más mínimo al gran estratega. Tenía preparada una salida completamente inesperada para salvarse incluso de la más desesperada partida».

Llegó la sesión de simultáneas, y con ella el inevitable desenlace. Ostap hizo primeros movimientos: «Al tercer movimiento, resultó que el gran maestro estaba jugando dieciocho aperturas españolas. En los doce restantes, las negras utilizaron la Defensa Philidor, bastante segura aunque anticuada. Si Ostap hubiera sabido que jugaba unas partidas tan complicadas y que se enfrentaba a una defensa tan experimentada, se habría sorprendido en extremo. El caso es que el gran estratega jugó al ajedrez por segunda vez en su vida».

Pero la continuación resultó ser muy modesta: el ‘gran maestro’ sufrió una derrota tras otra y se estaba gestando un escándalo en la sala. «Solo quedó uno, el tuerto, quien, aunque desde los primeros minutos sospechó que algo andaba mal, manteniendo sus ojos en los muy gastados zapatos del gran maestro, cometió errores por la emoción, y su juego con Bénder se prolongó. Y en el momento decisivo, Ostap usó su brillante movimiento preparado: ¡robó la torre negra del oponente y se la guardó en el bolsillo!»

– «¡Mi torre estaba justo en este lugar!» gritó el tuerto, mirando a su alrededor. «Y ahora ya no está».
– «¡No, y por tanto no estaba!» respondió groseramente Ostap.
– «¿Cómo que no estaba? ¡Lo recuerdo claramente!»
– «Desde luego que no estaba».
– «¿Dónde estaba? ¿La ganaste?»
– «Lo he ganado».
– «¿Cuándo? ¿En qué movimiento?»
– «¿Por qué me engaña con su torre? Si se rinde, ¡dígalo claro!»
– «Disculpe, camarada, tengo todas las jugadas anotadas».
– «¡El oficinista está escribiendo!» dijo Ostap.
– «¡Es indignante! ¡Devuélveme mi torre!» gritó el tuerto.
– «¡Ríndete, ríndete, qué es esto de jugar al ratón y el gato!»
– «¡Dame la torre!»

Lo que siguió fue una reminiscencia de una película de acción: arrojando un puñado de piezas a la cabeza de su oponente, Bénder se retiró del campo de batalla. Ippolit Matveyevich lo esperaba abajo con un bote preparado.

Los aficionados corrieron hacia él, al darse cuenta de que el invitado impostor se estaba llevando todo el presupuesto de ajedrez de la ciudad de Vasiukí. En la trepidante persecución, los perseguidores se excedieron y, estando a un paso de agarrar al gran estratega y a su socio (Ippolit Matvéevich) por el pescuezo, volcaron su bote en medio del río tras pasarse todos los perseguidores a estribor por lo que fueron a parar al agua.

Después, Ostap Bénder se alejó del río, campo de batalla, con referencias a los «individuos vasiukianos»:

– «¡Sólo os pido por el Creador que no juguéis al ajedrez! (…) No creo que los maestros de ajedrez vinieran a visitar unos idiotas como vosotros, ni aunque yo se lo pidiera. ¡Adiós aficionados a las sensaciones fuertes de ajedrez! ¡Viva el club de los cuatro caballos!»

Fuera de este capitulo monográfico sobre el ajedrez también hay referencias en uno anterior ‘Avessalom Vladimirovich Iznukerov’ (capítulo veintitrés, Segunda Parte) donde se menciona de un personaje: ‘era un maestro comparable en el ajedrez a Capablanca’.

También en otro posterior ‘Bajo las nubes’ (capítulo 38) aparece Georgia y la histórica reina Tamara, vinculada al noble juego, visitando los cimientos de su castillo y que surge como una aparición, al rival de los dos oportunistas en su búsqueda de las sillas, el padre Fiodor.

Finalmente como un guiño, se mencionan unos dameros de ajedrez «con relojes» en el capítulo cuarenta, el último del libro.

En la edición en español de la editorial Acantilado (1999) hay diferentes fallos de traducción de varios apellidos de ajedrecistas: Tarras en vez de Tarrasch (1862-1934); Niemzowicz por Nimzowitsch (1886-1935); Aliojin en vez de Alekhine (1892-1946); Wiedmar por Vidmar (1885-1962) y Marozzi por Maróczy (1870-1951).

Pero sin duda el fallo más garrafal de la traductora es escribir ‘partida española’ en vez de ‘apertura española’.

‘Las doce sillas’ tuvo numerosas adaptaciones cinematográficas, incluso de series de televisión, un total de dieciocho. Entre ellas, la realizada por el estadounidense Mel Brooks en 1970, así como la versión, con el mismo título, del cubano Tomás Gutiérrez Olea (1928-1996) en 1962 y una argentina, ‘El sillón y la gran duquesa’ de 1943 dirigida por Carlos Schilieper (1902-1957).

En Rusia ha tenido nada menos que seis adaptaciones (entre ellas una radiofónica y otra teatral), la primera en 1966, pero resaltan las realizadas por Leonid Gaidai (1923-1993) en 1972 y una miniserie de cuatro episodios en 1976 por Mark Zakharov (1933-2019).

Del mismo modo, la obra trasciende a las calles. En Ucrania, en la ciudad natal de ambos escritores, Odesa, hay un monumento alusivo con una silla y en Jarkov, en la calle Petrovski, a los dos personajes, y de forma separada, otros de la trama (padre Fiodor y Ellochka).

En Rusia, en Elistá, existe del personaje de Ostap Bénder, que sostiene en una plaza rodeadas de doce sillas, un trebejo ajedrecístico, el caballo, así como en Omsk junto a una silla. En Cheboksary (localidad que aparece en la novela), una estatua de bronce homenajea a los dos personajes que están junto a una silla, también hay otros en Ekaterimburgo y Pyatigorsk.

Emanuel Lasker por Xulio Formoso

Lasker en la Unión Soviética

En relación con la mención literaria al que fuera durante veintisiete años (1894-1921) campeón mundial de ajedrez, Enmanuel Lasker, hay que recordar que vivió, desde agosto de 1934, en la entonces Unión Soviética junto a su esposa Martha Kohn (1867-1942), por invitación del responsable del ajedrez soviético, Nikolai Krylenko (1885-1938) recibiendo la ciudadanía soviética.

Al solicitar el permiso de residencia ya indicó que estaría unos dos años para completar su trabajo científico, por lo que necesitaba acceder a literatura matemática solo accesible en bibliotecas soviéticas. Le dieron un apartamento en el centro de Moscú y consiguió trabajo en el Instituto de Matemáticas Steklov. También dio conferencias, participó en actividades de investigación y otorgó varias entrevistas.

Reanudó su participación competitiva en torneos en 1934 después de un largo descanso ocupando el quinto lugar en el torneo de Zurich y tercero en 1935 en Moscú, a los 66 años, lo que fue calificado de «milagro biológico». Lasker siguió el campeonato mundial de 1935 entre Alexander Alekhine y Max Euwe (1901-1981).

En 1936 jugó dos torneos, en Moscú, terminó sexto y Nottingham, séptimo, su última partida oficial fue su victoria ante Conel Hugh O’Donnel Alexander (1909-1974).

En 1937 se desplazaron a Estados Unidos para visitar a unos familiares, a la hija de su mujer, Lotta, vivieron en Chicago, donde jugó en el club local que llevaba su nombre, e incluso participó en unas simultáneas, pero luego se mudaron a Nueva York. Aunque inicialmente compraron billetes de ida y vuelta lo cierto es que ya no regresaron a Moscú. También tuvieron temor por las olas de represiones estalinistas que alcanzaron a su mentor, Krylenko, en 1938.

En mayo de 1940, Lasker jugó contra Frank Marshall (1877-1944), perdiendo una partida y otra acabó en tablas pero por problemas de salud no disputaron más. Martha Kohn enfermó en Estados Unidos y los médicos ya le prohibieron categóricamente los viajes largos, murió en 1942.

En enero de 1941, Lasker debido a una infección renal, se trasladó al hospital Monte Sinaí donde murió siendo enterrado en Queens, en el cementerio Beth Olom. Fue el segundo de los tres primeros campeones oficiales del mundo de ajedrez que falleció en la ciudad de los rascacielos, tras Wilhelm Steinitz (1836-1900) y antes de Capablanca que murió de forma repentina un año después.

Periodista. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona, rama Periodismo con cursos de doctorado, estudios sobre Marruecos contemporáneo y el Sáhara Occidental. Más de 35 años de periodismo, la mayoría en prensa escrita, ha trabajado a ambas orillas del Estrecho de Gibraltar, casi 13 años en el extinto diario El Faro Información, en Algeciras, donde empezó de redactor y del que fue su último director y en Tánger dos años en un diario digital. Además ha participado en la mayoría de los Congresos de Periodistas del Estrecho desde el inicial en 1993 hasta 2019. Titulado en ajedrez por la UAH y UNED. Amante de Portugal. Ha publicado un libro, ‘Artículos periodísticos. Apuntes para la historia de la prensa de Algeciras’.

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