En cada aula hay una historia que se desdibuja poco a poco. Es la de ese alumno que empieza a faltar más de la cuenta, el que ya no levanta la mano, el que se queda atrás mientras el temario avanza. No siempre se trata de desinterés. A veces, simplemente no puede seguir el ritmo. Y no porque no quiera, sino porque no se le está ofreciendo el apoyo que necesita.
Como estudiante que ha pasado por la ESO, Bachillerato y la temida Selectividad, y ahora se forma para ser maestra, me cuesta no pensar en cuántos compañeros se perdieron por el camino. No todos encajaban en el sistema, y muchos de ellos no tuvieron más opción que rendirse.
Por eso, cuando se anuncian inversiones educativas, como los más de trescientos millones de euros que el Ministerio de Educación destinará a mejorar la competencia lectora y matemática, y a reducir el abandono escolar temprano, no puedo evitar preguntarme: ¿Llegarán esos fondos a quienes más los necesitan?
La urgencia de apoyar al alumnado con más dificultades
España sigue liderando el abandono escolar temprano de la Unión Europea. Aunque los datos han mejorado en los últimos años, todavía hay demasiados estudiantes que dejan de estudiar antes de tiempo. Muchos de ellos lo hacen porque no encuentran en el aula un lugar donde sentirse capaces, valorados o comprendidos.
El abandono escolar rara vez es voluntario. Suele ser el resultado de una cadena de obstáculos no resueltos: dificultades de aprendizaje no atendidas, falta de recursos, desmotivación acumulada, o simplemente una sensación de no pertenencia. Y en todo esto, el profesorado también arrastra lo suyo: exceso de burocracia, ratios altas, falta de formación especializada y, sobre todo, tiempo que no alcanza.
Cuando el aula no es suficiente
Ya hablamos en el artículo “El auge de las clases particulares: cuando el aula no es suficiente” de cómo muchos alumnos recurren a refuerzos externos para poder seguir el ritmo. Pero, ¿qué pasa con los que no pueden permitírselos? ¿Acaso su derecho a una educación de calidad depende de si pueden pagarla?
Programas como el PROA+ o los planes de cooperación territorial son esenciales. No obstante, la clave no está solo en la financiación, sino en cómo se traduce esa inversión en medidas reales y eficaces dentro del aula: más profesionales especializados, más tiempo para la atención individualizada y más herramientas para enseñar de forma diversa.
Educar desde la inclusión
La verdadera educación inclusiva no es solo integrar físicamente al alumnado con dificultades en las aulas ordinarias, sino garantizar que aprenden, se sienten parte y tienen las mismas oportunidades.
Y esto no es responsabilidad exclusiva del profesorado, es un reto colectivo que exige recursos, formación, voluntad política y cambios estructurales. Porque el abandono escolar no es una elección, es una consecuencia.