En un Brasil gangrenado por innumerables sectas de evangélicos, en 2027 –cuando los detectores en la puerta de los supermercados leen el ADN y descubren si las mujeres están embarazadas-, Joana, una funcionaria del Registro Civil (Dira Paes, ‘Huérfanos de Eldorado´) encargada de tramitar los divorcios lleva su militancia cristiana al punto de pretender «salvar» los matrimonios, induciendo a las parejas a reconciliarse y a entrar a formar parte de la iglesia del Divino Amor, donde los oficios consisten en sesiones de música y sexo en grupo y donde el pastor tiene montado una especie de garita al aire libre, en la puerta del tempo, en la que lleva a cabo confesiones «rápidas» que ni siquiera exigen que el pecador baje del coche, basta con que baje la ventanilla.
Ceremonias de bautismo con inmersión y coro, declaraciones a gritos de amor a la divinidad, curanderos titulados como médicos que aconsejan sobre la procreación y venden artilugios supuestamente científicos para acabar con la esterilidad… Siempre una mezcla de lecturas de biblias y sexo, mucho sexo que no amor, hablado, explicado, practicado en grupo con la única condición de que el semen acabe en el vientre de la pareja legítima…
Joana y su marido Danilo (Julio Machado, ‘A primera vista’, ‘Joachim’) -quien trabaja haciendo arreglos florales y coronas funerarias- intentan desesperadamente tener un hijo, sin conseguirlo. Joana, pide y espera que ocurra un milagro mientras se pregunta por qué su dios no escucha sus plegarias.
“Divino amor”, fábula religiosa del director brasileño Gabriel Mascaro (“Buey Neón”, “Vientos de agosto”) –de muy buena factura y excelente interpretación- que llega a las salas de cine e Madrid el 26 de junio de 2020, es la historia de una mujer obsesionada con su fe que espera una señal divina que le aclare las razones de no tener hijos.
Aplaudida en los festivales de Sundance y Berlín, este drama de anticipación transcurre en un ambiente fantástico de realismo casi documental, un tanto kitsch y bastante onírico, alumbrado con los colores del neón y con la misteriosa voz en off de un niño que convierte el relato en un cuento naif si no fuera por lo dramático de la realidad que esconde.