Las tecnologías disruptivas, a través de las redes sociales, y por efecto de la aceleración que imprimió la pandemia, han modificado el mundo que conocíamos.
Cambió el estilo de vida, las relaciones sociales, el trabajo, la producción, los negocios, el comercio, la economía, la política, la educación, la cultura, pero también la forma de pensar, los deseos, las expectativas.
Emergen nuevos fenómenos sociales que las dirigencias no saben cómo encauzar, incluso se abusa de la industria de la vigilancia. El cambio actual nos sorprendió con el paso cambiado.
Cada vez que surge una tecnología disruptiva se produce un cambio profundo en la sociedad y su cultura. La invención de la imprenta (1440) fue una tecnología disruptiva que cambió el mundo, luego el Descubrimiento de América (1492) fue otro fenómeno disruptivo.
En Latinoamérica están en desarrollo diversas tecnologías. Internet de las Cosas («Internet of Things», acrónimo de IoT) logra cautivar, como ser con los «hogares inteligentes», un sistema IoT de objetos inteligentes dentro de una casa que funcionan con base en el mando de un dispositivo móvil (teléfono o tablet), así como por comandos de voz humana.
Aquí no se busca que las máquinas tengan el control absoluto del hogar, sino que obedezcan a los deseos del ser humano y sus necesidades. Encender el televisor con un asistente virtual o cambiar de música con una petición son algunas de estas actividades, o monitorear la actividad física a través de un Smartphone.
El uso de Internet en América Latina ha registraría más de quinientos millones de usuarios en 2024, aunque la brecha digital revela diferencias significativas de acceso entre áreas urbanas y rurales. A pesar de la expansión de la infraestructura de cables submarinos, la región enfrenta desafíos para alcanzar la inclusión digital completa.
Asimismo el uso de Smartphone en la región está en franco crecimiento, y su empleo diario alcanza varias horas, siendo Brasil, Argentina y Colombia líderes en tiempo de uso diario. Hoy los celulares son clave para la comunicación, el entretenimiento (streaming), las finanzas (billeteras virtuales o pagos móviles), el amplio abanico del comercio electrónico, y también la educación en sus diferentes versiones, impulsados por el avance de las redes 5G que prometen mayor velocidad.
La biotecnologíaexperimenta un crecimiento significativo, es el caso de la bioeconomía (generan valor a partir de recursos biológicos como plantas, animales, microorganismos). La región tiene un fuerte papel en el desarrollo de cultivos transgénicos, que representan una parte importante de la superficie sembrada a nivel mundial, así como en la búsqueda de soluciones para problemas locales a través de la creación de vacunas y terapias genéticas.
Inteligencia artificial en expansión
La inteligencia artificial (IA) está en expansión en América Latina, con países como Chile, Brasil y Uruguay que están a la vanguardia, aunque enfrenta desafíos críticos como la falta de habilidades que necesitan las empresas (para mí mal llamada «falta de talento»), inversión y una legislación regulatoria. A pesar del avance, un alto porcentaje de la población exige regulación por el aumento de las desigualdades y la desinformación, también por el creciente ciberdelito.
Los agentes de la IA han llegado a los grandes medios, sobre todo con el ChatGPT, pues tienen que ver con el consumo de noticias, pero según el brasileño Rosental Calmon Alves, en este océano de información producida por máquinas, el periodismo humano de calidad será cada vez más valioso.
La inteligencia artificial (IA) está transformando al mundo, y América Latina revela que existe IA más allá de las Big Tech (Amazon, Apple, Google, Meta, Microsof). El noventa por ciento de la información de los principales lenguajes y aplicaciones de IA provienen del norte, y poco se sabe cómo funcionan, sin embargo, desde el sur global se está gestando un modelo de IA colaborativo que expresa nuestra historia y cultura.
Trazabilidad y apertura de datos, código abierto, representación y transparencia son algunos de los ejes que orientan el proyecto. En efecto, donde juegan ChatGPT y Deep Seek, ahora se lanza Latam GPT, con base en Chile y en alianza con más de veinte países de la región, una IA de código abierto, gratuito y colaborativo.
Otras tecnologías en desarrollo son blockchain (el último escándalo con las criptomonedas es la estafa de $LIBRA), nanotecnología, tecnologías de energía limpia como la solar o la eólica, tecnologías para ciberseguridad, bioelectrónica e imágenes en medicina (con grandes avances sobre todo para el diagnóstico), y optimización de redes eléctricas.
Como todos sabemos, el desarrollo tecnológico actual tiene un lado luminoso y otro sombrío.
Existe un imaginario colectivo sobre la tecnología que dista del desarrollo real. Al punto que todas nuestras interacciones tienen sesgos que son captados por las bases de datos que entrenan a los algoritmos, cuyos resultados están sesgados por distintas variables, como el género, la raza u otros.
Un algoritmo que nos dice qué consumir, elegir ver, cómo pensar o a quien votar, es una demostración de la pretendida manipulación. Y esta dictadura de los algoritmos, camuflada, puede conducir a la tecnofobia o a la tecnofilia con el argumento del paradigma del progreso y el futuro.
Un tema muy preocupante, es la alianza de los grandes líderes de la industria digital con los nuevos líderes populistas que pretenden modelar el mundo de acuerdo a sus intereses personales e ideológicos. Giuliano Da Empoli nos recuerda que estos «oligarcas digitales», cuando eran jóvenes (entonces usaban buzos y capuchas), hablaban de comunicación universal y libertad de expresión, e incluso colaboraban con líderes políticos moderados, por caso Obama, pero ahora se parecen mucho a los depredadores políticos extremistas, revelando que son lo mismo: outsiders.
Esta tecnopolítica despierta recelo en el electorado pensante y están desarrollando una política peligrosa que no sabemos cómo terminará. Da Empoli sostiene que este fenómeno deberíamos haberlo visto venir, y que los depredadores tecnológicos imaginan un mundo de circulación absolutamente liberado y gobernado por los negocios.
No hay duda que estamos frente a una revolución tecnológica que ya es global, y debemos preguntarnos cómo vamos a abordarla, sobre todo frente a los riesgos que se presentan en distintos frentes. Lo ideal sería que la IA encuentre su lugar colaborativo en el desarrollo de la humanidad, para el bien común, no la intención de reemplazar al ser humano como algunos desquiciados pretenden.