«Hoy han sido ejecutados tres condenados a muerte». Una responsable del ministerio de Justicia japonés ha anunciado así, este martes 21 de diciembre de 2021, la ejecución de un hombre de 65 años, condenado por asesinar con un martillo y un cuchillo a siete personas, familiares y vecinos, en 2004; y a otros dos hombres, de 54 y 44 años, condenados por un doble asesinato cometido en 2003.
La anterior ejecución en Japón fue la de un ciudadano chino, en 2019, condenado por el asesinato de cuatro miembros de una familia en 2003. En 2018, los ejecutados fueron trece miembros de la secta Aum, implicados en el atentado con gas sarín en el metro de Tokio, en 1995.
Desoyendo los llamamientos internacionales a poner fin a la pena de muerte, la población japonesa sigue apoyando estas condenas como uno de los «fundamentos del sistema de justicia penal» del país, según Seiji Kihara, secretario general adjunto del gobierno: «Mientras se sigan cometiendo crímenes atroces debe imponerse la pena de muerte a quienes llevan a cabo actos de tal gravedad y atrocidad que resulta inevitable».
Actualmente, en Japón hay cien personas condenadas a muerte. El pasado mes de noviembre, dos condenados a muerte denunciaron al gobierno nipón por mantener «esta práctica ilegal» que, según ellos, es causa de problemas psicológicos entre los condenados que tienen que esperar muchos años entre el momento de dictarse la sentencia y el de la ejecución, y porque además al condenado solo se le comunica que va a ser ejecutado pocas horas antes.
El canal internacional Euronews recuerda que en diciembre de 2020, el Tribunal Supremo japonés anuló el fallo que bloqueaba la demanda de revisión del proceso de Iwao Hakamada, de 85 años, considerado el más viejo de los condenados a muerte en todo el mundo. Hakamada, condenado en 1968 por los cuatro asesinatos de miembros de la familia de su patrón, lleva más de cuatro décadas en el corredor de la muerte. Confesó el crimen tras varias semanas de interrogatorios, y después se retractó. A pesar de que no cesó de proclamar su inocencia, en 1980 le condenaron a la muerte.
La pena de muerte en Japón es la horca y la ejecutan tres guardias que, con el condenado sobre una trampilla, con los ojos vendados y las manos atadas, aprietan al mismo tiempo un botón ignorando cuál es el que está activado.