Las cartas están boca arriba un día cualquiera, da igual cuándo, porque en la vida, depende, todo depende. Porque si las cartas caen bien y si tienes suerte en esa baza, quizá el juego vuelve a empezar.
Pau, querido Pau Dones, tú no tuviste esa opción, aunque sí supiste jugar tu mejor baza; tu única jugada, esa que resultó ser inmensa y quizá resultó ser la más importante de tu vida. Tus mejores cinco años hablaban de vivir; de vivir en el verdadero juego de la vida. En ese inmenso lugar, apostaste por prever el futuro y ya no tuviste ese tiempo que perder. Lo que era verdaderamente importante para ti, se quedó contigo: «voy a disfrutar de mi hija», decías. Porque ciertamente, en la elección de las cartas, la jugada hace que la vida sea, o no, ya que, depende, todo depende…
Con esas palabras, con las que describiste la vida, puñetera vida, (dura y contradictoria) peleaste como se dice en este lenguaje lleno de eufemismos con la enfermedad; esa que nos iguala como seres vivos. Ya no importa lo que tengas, lo que dejas o lo que hayas acumulado. Solo restan esos momentos, tremendos y reales; únicos y llenos de amor. Como el que le dabas a tu Sara, a quien dejas tan llena de esos intangibles que no muchos hijos tienen.
Te vas con el deber cumplido y agradeciendo todo y a todos, como solo hacen los valientes, porque de eso trata este asunto que es transitorio, que se llama vida; esa que nos pilla de paso. Todo es un escenario en donde podríamos bailar y no pelearnos; en donde podríamos hacer el amor para que el amor se creara entre todos. Pero no, nos ocupan otros menesteres; esas cuestiones que normalmente no nos dejan dormir; idioteces en donde asimos la maldad y en donde nada crece, porque creemos que todo nos es dado; ver, oír, tener salud, caminar; y no es cierto. Porque vivir es un asunto urgente, tanto, que no tenemos tiempo que perder.
En ese afán andabas tú, querido Pau, cuando lejos de buscar otra forma de manejar los tiempos, optaste por la más inteligente; darle tus momentos a tus seres queridos; cantar y reírte en esos instantes únicos; esos que nos has regalado, hasta aquellos que hace unos días nos cantabas con la fuerza de los que se enfrentan a la realidad. La verdadera escena de ese capítulo, sabiendo que el tiempo de cerezas es caduco y termina para dejarnos inermes.
El cangrejo, como tú lo llamabas, te ha arrancado un puñado de días pero mientras eso sucedía, has vivido con la aquiescencia del que asalta la existencia con todo su quehacer; has sabido experimentar con fuerza el devenir y en ese agradecimiento; has convocado a tu hija Sara para que sepa el inconmensurable amor que la dejas, desgarrador e inmutable. Desde una azotea, cantabas a la vida con tus músicos, y agradecías a los que te regalaron fuerzas para seguir remando contra la marea; un ejemplo que nunca olvidarán los que hoy, como tú, ven desde arriba la vida y esperan a jugar sus cartas de nuevo.
Gracias por enseñarnos el valor de lo que tiene importancia; quizá, solamente es eso que tú me das, que es mucho más de lo que pido. Descansa en paz.
«Eso que tú me das
Es mucho más de lo que pido
Todo lo que me das
Es lo que ahora necesito
Eso que tú me das
No creo lo tenga merecido
Por todo lo que me das
Te estaré siempre agradecido
Así que gracias por estar
Por tu amistad y tu compañía
Eres lo, lo mejor que me ha dado la vida
Por todo lo que recibí
Estar aquí vale la pena
Gracias a ti seguí remando contra la marea
Por todo lo que recibí
Ahora sé que no estoy solo
Ahora te tengo a ti
Amigo mío, mi tesoro
Así que gracias por estar
Por tu amistad y tu compañía
Eres lo, lo mejor que me ha dado la vida
Todo te lo voy a dar
Por tu calidad, por tu alegría
Me ayudaste a remontar
A superarme…«