El sistema educativo español todavía mantiene en el horario dos opciones que desde hace años generan debate: religión católica o valores éticos. Hoy por hoy, solo cuatro de cada diez estudiantes optan por la primera. Sin embargo, la segunda, la asignatura de valores éticos, se ha convertido en un espacio secundario y sin un plan definido.
La religión Católica
La religión católica, más allá de su componente espiritual, también ofrece un marco ético y humano de gran valor. En muchas aulas, esta asignatura se convierte en un espacio de reflexión sobre la solidaridad, la justicia, el respeto y el sentido de comunidad, pilares fundamentales para la convivencia.
Su enseñanza no se limita a la fe, sino que puede inspirar una mirada más compasiva hacia los demás y hacia el mundo. Por supuesto, el modo en que se imparte depende en gran medida del centro educativo, del currículo adoptado y del profesor que guía el proceso. Cuando se enseña con apertura y diálogo, la religión católica puede convivir y complementarse con la ética laica, ya que ambas persiguen el desarrollo moral y personal del alumnado.
El valor de los valores
La idea de contar con una asignatura que fomente la ética es fundamental en cualquier sociedad. No obstante, para que funcione, debe dejar de ser un espacio relleno de películas y transformarse en un verdadero lugar para: aprender a dialogar y trabajar en equipo, desarrollar el pensamiento crítico, practicar la empatía y la resolución pacífica de conflictos, debatir sobre dilemas actuales que afectan al alumnado en su vida diaria, etc.
La ética no debería quedarse en la teoría, sino vivirse en el aula. Del mismo modo, el cine o la proyección de películas con buenas intenciones saben a poco si no se acompañan de dinámicas que realmente despierten reflexión.
Una buena serie sobre la que reflexionar puede ser «Invisible», disponible en plataformas como Disney y basada en la novela de Eloy Moreno. En ella se aborda la problemática del acoso escolar desde un punto de vista ético y social.
Un hueco para las creencias
La religión católica sigue teniendo un espacio legítimo en el sistema educativo, especialmente para familias que desean transmitir su fe dentro de la escuela. No obstante, con esta materia no se representa la diversidad de creencias que conviven en España.
España es hoy un territorio plural, donde coexisten comunidades cristianas, musulmanas, judías, budistas, personas ateas o agnósticas. Respetar ese hueco implica también abrirlo a la diversidad. Una opción interesante sería dar a conocer la historia y los valores de las grandes religiones del mundo, en lugar de optar entre dos caminos tan separados.
Historia de las religiones
Una propuesta integradora siempre será la asignatura de historia de las religiones o «HCR» como decíamos nosotros. Con ella logramos una alternativa común, profundizando en el origen de las principales tradiciones, textos, símbolos y aportaciones culturales de cada religión.
Además, aquí el objetivo no es enseñar a creer, sino enseñar a entender. De esta forma, el alumnado desarrolla una mirada más empática y abierta. Comprender por qué un compañero/a no come ciertos alimentos, por qué otros celebran festividades distintas o qué significan determinados rituales, no solo genera respeto, sino también integración.
Incluir una asignatura de religiones comparadas o de ética aplicada no significa renunciar a la fe personal, pues cada familia seguirá educando en casa según sus creencias. En la sociedad en la que vivimos, resulta más útil un acceso al conocimiento de las religiones y a la reflexión ética, en lugar de la presente división de asignaturas a la elección de los padres.
Formar en ética y en comprensión intercultural no debería ser opcional, sino esencial en las escuelas del siglo veintiuno.




